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Crítica:LAS VENTAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Talavante abre la puerta grande

Tantas miradas taladraban la boca del túnel de cuadrillas escudriñando a los toreros, que fue imposible estimar en cuál confluían más ojos: Quién miraba al Juli, aquel niño precoz que ahora, con 24 años, encarna -aún más precoz- la madurez del toreo hecho; quién a Manzanares, esperanza dinástica con triunfos recientes del lejano Atlántico y del Mediterráneo próximo; quién a Talavante, la juventud impávida, la osadía que se reveló estatua y desafío en la pasada feria madrileña. Así que cuando terminó el paseo, la afición aplaudía, resucitados sus deseos en este domingo, la Pascua Florida de aquellos catecismos que, en alusión generosa para la época, dejaban escapar un guiño pagano irremediable..

Puerto de San Lorenzo, Ventana del Puerto/ Juli, Manzanares, Talavante

Toros del Puerto de San Lorenzo y 2º de La Ventana del Puerto; 1º, 2º y 5ºsosos y flojos, mansearon 4º y 6º. Julián López El Juli: estocada (silencio); estocada (división de opiniones). José Mari Manzanares: media, dos pinchazos y caída (silencio); tres pinchazos, tendida y descabello (saludos). Alejandro Talavante: pinchazo, media pescuecera y estocada (saludos); estocada algo caída (dos orejas, salió por la puerta grande). Plaza de Las Ventas, 8 de abril. Domingo de Resurrección. Casi lleno.

Allí estábamos, abarrotando la plaza, juntos y aun revueltos, cristianos, paganos y mediopensionistas, mirando accionar los capotes junto a las tablas, sin otra crispación que el nerviosismo que precede a las promesas cercanas. Mientras, acordes al humor de la tarde, las nubes pasaban saludando por los charcos que abril dejó en los suelos del tendido.

También saludó el extremeño al toro de su confirmación -Mariposino- con verónicas andaluzas, ganando terreno. Cansino se fue al picador y cansino se fue de él, de modo que el quite sólo permitió media chicuelina. Cansino en banderillas, esperaba, y los primeros estatuarios de recibo llenaron de flashes las gradas. Luego con la izquierda, ceñido, lo empezó a torear, bien rematado al pecho. Se quedaba por el derecho, le cambió de mano por detrás y quieto, a trancas y barrancas, aguantando, trazó circulares, medios pases y bernadinas entre lluvia palmas. Aunque pinchó, se premió su decisión.

Salió su segundo, 603 kilos, muy parado, husmeando, buscando hierba, huyendo al torero, amagando al bulto, hasta que notó el frío de la puya y corrió por la arena como un poseso. Lo enganchó muy bien Muñoz con la pica pero no dejó de mansear, doblar las manos y avivar las protestas. Mal pintaba. Pero Talavante, que en el toro anterior movía las piernas con un temblor nervioso, se fue despacio al centro y nos lo brindó. Le esperaba el buey en toriles, pero lo sacó y le enjaretó una serie. Mérito. Volvió a por él -iba mejor de lejos- y lo fue metiendo. En la tercera, la afición toda coreaba la muñeca que, ligera y sabia, hacía girar al manso tras la tela. Luego, lo llevó largo, sin dejarlo escapar, y puso la plaza en pie. Redondos, circulares, los de pecho, en las tablas, donde le dejó el toro, donde se dispuso, a matar entre el murmullo, y levantó, tras la estocada algo caída, un revuelo de pañuelos que le valió la puerta grande.

El Juli, técnico y frío. Parecía con ganas. A su primero nadie lo tocó hasta banderillas y él mismo estaba al quite cuando el morlaco achuchó a Escobar. Pero no se acopló en la muleta. Desde el centro, algo fuera de cacho, calmó con una estocada limpia algunas protestas huérfanas. En el cuarto, una mole imposible de las que en Madrid gusta primero e indigna luego, se había enfriado la cosa. Cuando salió aplomado del caballo ya todo era plomo (hasta los clarines sonaron lánguidos). Y en el segundo par de banderillas se echó al suelo, de lado, como para dormir. "¡Sácale una almohada!", gritó uno. Ay, los toros gordos.

Manzanares se llevó una ovación en su primero cuando se hizo, lidiando a capotazos, con un bicho poco claro. Sin embargo, se empleó en el caballo. Desmontó a Morales y, caso omiso a los capotes, se fue a por el reserva. Mejoró el tranco en los palos y, tras los doblones, tensos, de recibo, la muleta fue tomando calma en sus dibujos, que, aunque desiguales, dejaban patente la clase del torero. También desiguales fueron las opiniones del respetable, que esperaba más de él (mató muy mal, por cierto).

En el 5º, segunda mole, ya se habían olvidado de su hermano y volvió la expectación silenciosa, que fue ovación cuando levantó medio burladero, y sólo palmas en las ceñidas verónicas del diestro. Prendió Trujillo dos pares que le hicieron destocarse y el de Alicante, desde el centro, empezó a torear. Bien compuesto, templado con la derecha, mostraba esa elegancia mediterránea del buen hacer levantino, con muletazos lentos, de categoría, que hicieron saltar la alarma. Si el toro no tardea y le liga dos series, estalla allí la tarde. Pinchó, le avisaron, y saludó desde el tercio.

Cuando salía en hombros Talavante, en el cielo madrileño la luna blanca de Resurrección, primera de primavera, tiraba de la tierra para arriba y se llevaba al aire las faenas.

Alejandro Talavante abrió ayer la puerta grande.
Alejandro Talavante abrió ayer la puerta grande.CLAUDIO ÁLVAREZ
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