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Reportaje:

Tener un Pollock en el trastero

Un documental sobre una anciana que posee un cuadro del pintor ridiculiza al 'establishment' artístico de EE UU

Javier Rodríguez Marcos

No hay mucho que hacer en San Bernardino (California). Sobre todo si se tienen 70 años. Conducir arriba y abajo y beber cerveza y bourbon con los colegas de la asociación de ex combatientes. Es lo que hacía Teri Horton, una anciana con el pelo cardado y tocada con una gorra de béisbol, camionera jubilada y bebedora en ejercicio. Risueña y socarrona, cuando vio "aquel cuadro horrible, atiborrado de chorretones de pintura" tirado en una almoneda pensó que sería un buen regalo para una amiga. Pagó cinco dólares. Lo usarían para jugar a los dardos. Alguien comentó con desgana: "Parece un Jackson Pollock". Y Teri, con la misma desgana: "¿Quién coño es Jackson Pollock?".

Diez años después, esa pregunta ha servido como título a un documental de Harry Moses conocido sobre todo por sus guiones para series de televisión como Hechizo de luna o Canción triste de Hill Street. Del título original, Who the $&% is Jackson Pollock? ha tenido que camuflar la palabra fuck, que en inglés tiene múltiples significados por signos extraños para evitar la censura. La película, estrenada en Estados Unidos la semana pasada, se convierte en una trepidante partida de pin-pon cuando Teri descubre quién era Jackson Pollock (1912-1956) y, de paso, la cotización de su obra. La misma semana del estreno, The New York Times especulaba con la venta directa, sin pasar por subasta, de un cuadro del pintor por 140 millones de dólares. Las partes implicadas negaron la transacción.

"Nunca me había gastado 20 pavos en un libro de tapa dura", reconoce en la película Teri Horton saliendo de una librería con una biografía de Pollock bajo el brazo. A Teri le gustó que aquel tipo, más de una vez borracho, regalara sus cuadros a cualquiera que pasara por su estudio. Uno de aquellos podía ser el suyo. "Hoy en día, Teri sabe más sobre Pollock que el 99% de los americanos, incluidos los expertos en su obra", afirmó Harry Moses en el coloquio que siguió al estreno neoyorquino del filme. De hecho, la partida en la que Teri ha convertido su vida la ha puesto enfrente de una corte de directores de museos, galeristas y críticos que niegan a su cuadro cualquier relación con el capitán del expresionismo abstracto. Para contraatacar, el hijo de la señora Horton recurrió a un forense que trabaja para la Tate y el Louvre y que acababa de certificar la atribución a Turner de una obra sin firma recurriendo a una prueba algo más que concreta: las huellas dactilares. Pero, ¿hay huellas de Pollock en el cuadro de Teri? Pues sí. El forense encontró una en el reverso del lienzo y la comparó con la hallada en un bote de pintura que se conserva en el estudio del pintor, en Long Island. Ahí estaba. Lo mismo que el polvo de plata que en ocasiones usaba el artista como pigmento al ejecutar sus famosos dripings sobre el suelo.

¿Suficiente para pedir 50 millones por el cuadro? Un galerista de Manhattan dice, serio, que no. Que Teri tendría que reconstruir el camino que siguió la obra desde el estudio de Pollock hasta el remolque de su camión. Sin papeles no es nada. Sin testamento no hay herencia que valga. Misión imposible: la almoneda está ahora abandonada. Ni rastro de los dueños. Por su parte, Thomas Hoving, antiguo director del Metropolitan, sostiene que se fía más de su olfato de perito que de las huellas dactilares. "¿También lo haría si las huellas estuvieran en el cuchillo con el que se ha cometido un asesinato del que se le acusara a él mismo?", responde, atónito, el forense.

Harta de pasear el lienzo, Teri Horton lo pone en manos de un marchante. Al instante recibe una oferta de dos millones de dólares. El hijo de Teri dice que adelante. La madre, que ni hablar. La partida continúa. Terminada la película, recibieron una oferta desde Arabia Saudí: nueve millones. Su respuesta fue idéntica. No lo hace por dinero sino por dignidad: "¿Quiénes se han creído que son esos expertos?". Curiosamente, es la misma pregunta que se hacen sobre ella galeristas y críticos, que la ven como a una pueblerina alcohólica. No falta quien sospecha que el filme es un montaje para lanzar una subasta.

Así las cosas, Who the $&% is Jackson Pollock?, va camino de convertirse respecto al mundo del arte en algo parecido a lo que fueron Super Size Me respecto a la industria de la comida rápida y This Film Is Not Yet Rated respecto a la del cine. ¿Cree usted que ahora a Teri Horton le gusta más el cuadro? Harry Moses contesta: "A ella le gusta la pintura realista de un mundo que puede reconocer, o sea, Norman Rockwell. Su cuadro le parece una mierda".

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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