¡Toca 'Amargura'!
¡Toca Amargura!, dijo una voz popular dirigiéndose a la banda de música durante el aburrido tercio de banderillas del cuarto de la tarde. Amargura es una célebre marcha procesional que acompaña en Semana Santa a las vírgenes sevillanas. Ayer fue la expresión del desencanto, una chispa de humor sarcástico de quien está harto de tanto engaño; la tristeza dolorida ante una tarde malsana de toros podridos, enfermos o vaya usted a saber qué... Una expresión de infinito desconsuelo por la muerte de la fiesta; porque ayer este espectáculo secular murió un poco más, porque muertos estaban sus protagonistas, los toros. Sin fuerzas todos, descastados todos, lisiados casi todos, escandalosa la invalidez del primero, y aún más la del tercero, que, en plena faena, se arrodilló delante de Sebastián Castella y, segundos después, expiró.
Jandilla / Finito, Morante, Castella
Toros de Jandilla, correctos de presentación, mansos, descastados y flojos. Finito de Córdoba: dos pinchazos y cinco descabellos (silencio); pinchazo, media baja y un descabello (silencio). Morante de la Puebla: media estocada (ovación); media estocada (oreja). Sebastián Castella: su primer toro fue apuntillado en plena faena (silencio), estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. Día 26 de abril. Undécima corrida de de feria. Lleno.
Pero éste es el toro malo que quieren los toreros, a la espera desesperante de que salga el bueno; es decir, el tonto, el bobo, el que va y viene y permite posturas aflamencadas, y engañar al público triunfalista que abarrota -a veces, incomprensiblemente- las plazas. Ese público fácil y paciente que aguanta este fraude permanente. Porque son los toreros -entiéndase, las figuras- los que se han cargado el toro. Ellos son los principales responsables de esta decadencia galopante, porque le han robado la fiereza, la fuerza, la casta y la bravura, y lo han convertido en un becerrote enfermizo, manipulable y debilucho. Y lo han hecho y lo hacen porque en esta fiesta se ha perdido cualquier atisbo de exigencia.
De todos modos, hay que reconocer que algo extraño envuelve la ciencia esta de la tauromaquia, tan denostada y tan amada siempre, y que continúa viva -a menudo, contra toda lógica- a pesar del ruido de los antitaurinos, de la guerra abierta de distintos grupos políticos y de la actitud vergonzante de los dos grandes partidos; y, sobre todo, a pesar del maltrato diario que le infligen los taurinos. Es un enigma que forma parte del alma de mucha gente, una mezcla misteriosa de buscar la gloria en la muerte, y el sentimiento artista en la lucha abierta entre un ser humano y un animal salvaje. Lógico no parece, pero es verdad que te conmueve en lo más hondo el galope de un toro bravo y el poderío de un héroe artista que es capaz de dominar y de crear. Puede que muchos no lo comprendan, pero así es. Pero ayer todo fue amargura. Con esos toros tullidos, noqueados y descastados, Finito de Córdoba fue, una vez más, una caricatura. Su primero tenía una mirada enfermiza que daba pena, y planteaba seriamente la duda de si alguna mano humana habría podido modificar su comportamiento. Se justificó sin gracia ante el birrioso cuarto, al igual que Castella con el enfermo tercero que se murió en plena faena; quiso levantar el vuelo en el sexto, pero el toro sólo duró dos tandas.
Y a Morante le dieron una oreja por una faena irregular a un toro de escaso recorrido. Todo lo que hace tiene empaque, pero estamos en época de rebajas, y Sevilla está con Morante. Con orejas así, a ver quién convence a los toreros de que hay que buscar el toro de verdad. Por favor, que la banda toque Amargura...
Canal Feria de Abril en el dial 114 de Digital +.

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