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Reportaje:

Tom Ford en estado puro

El diseñador abre en Nueva York su primera tienda, donde ofrece "todo lo que un hombre pueda desear"

El diseñador estadounidense Tom Ford dirigió el renacimiento de la casa Gucci convirtiéndola en la más copiada de los noventa, devolvió a las mujeres la confianza en su femineidad con colecciones que apostaban por su lado más sexy, reinventó la experiencia de ir de compras creando la tienda/discoteca, hoy universalmente extendida, y resucitó la firma Yves Saint Laurent. Fue el nombre mágico de la moda de finales de los noventa. Hasta que en 2004 se despidió de ambas firmas por problemas con la nueva dirección del Grupo Gucci.

Ahora, Tom Ford se encarga personalmente en Nueva York de presentar el regreso de Tom Ford. Es él quien ejerce de guía en un exhaustivo viaje, concebido sólo para hombres, a través de trajes de corte clásico, gemelos con diamantes, gafas con montura de ébano o batas con las que sentirse flamboyant. "Todo lo que un hombre pueda desear", susurra. ¿Dónde estamos? En la primera boutique del mundo que lleva su nombre, inaugurada la semana pasada en Madison Avenue.

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Paredes de terciopelo gris. El corte en el plano de un fontana de metal de su colección personal de arte presidiendo la entrada. Un primer piso decorado como el exquisito y elegante salón de su residencia londinense, y un segundo nivel con tres salas privadas en las que se puede beber champán mientras un sastre italiano toma medidas.

Le gusta provocar. "Soy mi propia musa". ¿Una osadía? No, simplemente Tom Ford en estado puro. El diseñador, de 45 años, sabe cómo vender sus productos. Y ahora que se ha embarcado en el mercado de la moda de hombre creando sus propias tiendas (tiene previsto abrir sucursales en Milán, Londres y Los Ángeles), sabe que es imprescindible lanzar un mensaje claro que lo diferencie de sus competidores.

"La clave está en la personalización. Cuando dejé Gucci no sabía dónde comprar. Todo era demasiado estrepitoso o aburrido. Así que comencé a ir a un sastre en Londres. Pero mi idea romántica de que me hicieran los trajes a medida se estrelló con la realidad de una habitación austera, pequeña e incómoda, de la que salías vestido como si fueras un banquero", explica. "Lo que yo buscaba era un servicio con clase, un contexto sofisticado en el que comprar, y como en la moda masculina no existía ese tipo de tienda, decidí crearla".

Sabe que acostumbrar a los hombres a la estricta personalización llevará tiempo. Por eso, en el 845 de Madison Avenue también hay ropa ready to wear, desde calcetines de 70 euros a trajes que no bajan de los 3.500 o extravagancias como pantalones de tenis inspirados en los que vestía Jimmy Connors, "una debilidad, supongo", dice.

En cuanto a la moda femenina, Ford asegura que aún no tiene nada nuevo que aportar. "Pero todo llegará. Dadme tiempo", advierte. De momento, su tienda es su nueva esposa y a ella quiere dedicarse. "Irme de Gucci fue como divorciarse. Esto es un nuevo matrimonio y tengo que disfrutarlo".

Tom Ford con uno de sus trajes, retratado por Terry Richardson.
Tom Ford con uno de sus trajes, retratado por Terry Richardson.
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