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Toreo primoroso de Vicente Barrera.

Algarra / Manzanares, Ponce, Barrera

Toros de Luis Algarra (uno devuelto), con aspecto de novillos -3º, de eral-, inválidos. 4º y 6º nobles, 5º dificultoso. Sobrero de Sancho Dávila, anovillado, cumplió.

José Mari Manzanares: estocada corta algo atravesada (pitos); estocada atravesada caída (dos orejas).

Enrique Ponce: estocada corta caída (aplausos y saludos); pinchazo -aviso-, estocada baja y descabello (dos orejas). Vicente Barrera: dos pinchazos -aviso con retraso-, dos pinchazos más y estocada corta delantera (silencio); estocada atravesada y descabello (dos orejas). Los tres diestros salieron a hombros.

Plaza de Valencia, 19 de marzo (tarde). 14ª y última corrida de feria. Lleno.

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Bohórquez y Hermoso salen a hombros

Toreo al natural puro dentro de una faena primorosa le hizo Vicente Barrera al sexto toro. Toreo al natural como el Cúchares manda y Dios bendice. Toreo al natural ceñido y en acabada reunión. Toreo al natural sin exclusión alguna de sus cabales tiempos: parar, templar y mandar. Toreo al natural fiel al canon, que incluye cuanto queda dicho y, además, la naturalidad. Toreo al natural lo bautizaron en tiempos del legendario Palomo -aquel que mató el toro, nadie supo cómo- pues se realizaba desde la lógica: la espada en la derecha, la muleta en la izquierda, frontal el cite; e interpretado con naturalidad.Dos tandas de naturales le dio Vicente Barrera a ese sexto toro -no tan toro: novillo quizá- y debió añadir otra en detrimento de los derechazos. No es que los derechazos fueran malos; antes al contrario iban cargados de primores, mas el mérito y la importancia del toreo puro al toro bueno siempre fue -y debería seguir siendo-, al natural.

Esta faena cumbre la preludió Vicente Barrera con seis estatuarios sin mover las zapatillas, abrochados mediante un pase de pecho sacándose de encima la embestida que le venía vencida. Y la culminó con una auténtica mascletà, molinetes de rodillas sin rectificar terrenos pese a que el novillo -o tal vez toro- se le quedaba corto. A la hora del volapié lo atravesó, pero a nadie importaba el fallo: la plaza entera se había metamorfoseado en un volcán flamígero y rugiente.

Le dicen al público valenciano que iba a vivir esa segunda parte de corrida y no se lo cree, así se lo hubiera jurado el Maestro Amigo, santo varón de quien tienen erigida estatua. No había toros, sí toreros; ¡oh, paradoja! Nadie imagina caballistas sin caballos,. aviadores sin avión, cocineros sin cocina y toreros sin toro tampoco -en caso de que se piense- pero en Valencia todo es posible.

Los ejemplares de la brillante segunda parte ofrecieron variedad de comportamiento y esta es otra sensacional novedad. Noble el cuarto, Manzanares le instrumentó derechazos muy largos -bien que con el pico y escapando antes de rematarlos-, se descompuso un poco en los naturales, dibujó la trinchera y los pases de pecho, mató a la primera y le dieron las dos orejas. Inválido el quinto, acabó dificultoso y al público, acostumbrado a las almibaradas finuras de Enrique Ponce, se le heló la sangre al ver cómo se transformaba en un torero arrebatado.

Reservón el toro, achuchó a Enrique Ponce en los primeros muletazos y pareció que no toleraría más, cuando el diestro le retó, adelantó la muleta, aguantó valeroso las arrancadas, y si los pases no salían con la etérea insustancialidad de otras veces, estaban llenos de emoción. Desmedido en su coraje, Enrique Ponce porfió al final de la faena, se tiró de rodillas, arrojó los trastos toricidas, se abrió la chaquetilla mostrándole al toro-novillo o lo que fuera aquello el lugar que ocupaba su acelerado corazón.

Hay latente una cuestión hegemónica entre Ponce y Barrera en Valencia, y los alardes de uno explican las temeridades del otro. Así compitieron los toreros durante siglos, mientras la lidia era fiesta del arte y del valor. Claro que en la ocasión presente los toros más parecían cabras. Los tres del apoteosis tenían trazas de utreros, los tres que les precedieron no servían ni para novillada y estos debieron salir borrachos o colgados, pues no se tenían en pie. Manzanares no se confió con un sobrero de Sáncho Dávila. Los dos primeros de Ponce y Barrera acabaron el segundo tercio en coma profundo. Llegan a hacer Ponce y Barrera sus faenas con toros en su sencilla integridad y estaríamos hablando ahora de un corrida memorable. Así que dejémosla en emotiva, de momento.

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