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Crítica:FERIA DE ABRIL | la lidia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tormenta en el horizonte

Antonio Lorca

No hizo más que acabar el minuto de silencio que la Maestranza guardó respetuosamente en memoria del ganadero Juan Pedro Domecq y el torero Pepín Martín Vázquez, recientemente fallecidos, cuando un trueno roncó en la lejanía, al tiempo que una nube negra ganaba terreno en el cielo y un viento racheado anunciaba agua. No se podía esperar menos después de la Semana Santa más lluviosa desde hace muchos años. Dicho y hecho. Morante no pudo dar ni un lance porque su capote volaba sin mando, y, poco después, cuando tomó la muleta, la amenaza se convirtió en aguacero y cayó una tromba que lo deslució todo: desde las cabezas engominadas (miles de ellas en día sevillano tan señalado), los trajes relucientes de las señoras, y hasta el ánimo del torero, que limitó su breve labor a unos pases de tanteo ante una embestida incómoda.

Sevilla, hoy por hoy, es una plaza de tantas y su público, triunfalista

Ese fue el comienzo de la tarde más importante de la temporada en Sevilla. La plaza, cada vez más joven, sigue siendo una belleza; de bote en bote, como cada año por esta fecha; un cartel de lujo, con las figuras más relucientes de la torería; las ganas de aplaudir, a flor de piel; y la disposición, inmejorable. Después, suenan los clarines, se abre la puerta de chiqueros, sale el toro, ¡ay, amigo, el toro!, y comienza otra historia.

Salió entonces el juampedro puro, pues este es el tronco y las ramas de la ganadería lidiada, el toro guapo, bajo, armónico, bien hecho, cómodo de cara, de buenas intenciones y mejor comportamiento con los toreros. Pero esos toros, que derrocharon nobleza, carecieron de casta y fuerza, elementos esenciales para que la lidia adquiera emoción. Rompió el quinto, es verdad, de menos a más en el tercio final, al igual que su matador, El Juli, pero ni toro ni torero alcanzaron la gloria que se les puede presuponer a tenor de la algarabía que se formó en los tendidos ávidos de orejas y dispuestos al aplauso. Quién puede negar que El Juli atraviesa un momento dulce en su carrera... Un momento, sin duda, de vibrante madurez técnica y estética, pero su faena no alcanzó, ni mucho menos, el nivel exigible que merecen las dos orejas en el ruedo sevillano.

Tal premio en esta plaza ha sido siempre sinónimo de perfección. Más o menos, ya se sabe, porque la perfección no existe, pero todo el mundo lo entiende. Lo que está claro es que la obra de El Juli fue meritoria, como la embestida de su oponente, y solo alcanzó vuelo a partir de la cuarta tanda, cuando alargó el muletazo y ligó los pases. Claro, que el público emocionado no vio o no quiso ver que El Juli abusó de la técnica ventajista de colocarse al hilo del pitón y utilizar una y otra vez el pico para citar al toro. Pecados veniales en el toreo de hoy, se dirá, pero imperdonable en una primera figura que, supuestamente, se la juega en plaza de tanto compromiso. Lo que ocurre de verdad es que se juega poco, y lo del compromiso es un decir. Sevilla, hoy por hoy, es una plaza de tantas; su público, bullanguero y triunfalista, y su presidente -presidenta ayer- careció de la autoridad exigible para colocar a la Maestranza en donde no se debió mover. Que conste, no obstante, que El Juli estuvo bien, pero para cortar dos orejas en Sevilla hay que estar de locura, y ese, qué quieren que les diga, no fue el caso.

Ni El Juli en su primero -incierto y reservón-, ni Morante en el cuarto, ni Manzanares en el tercero, muy rajados, atacaron lo suficiente para superar las adversas circunstancias de sus oponentes. Lo habitual, por otra parte, en el toreo actual, amenazado por negro nubarrones.

Se esforzó el torero de Alicante en el sexto, tan apocado como los demás, y le robó muletazos muy estimables, lo que prueba la evidencia de que cuando se quiere, casi siempre se puede. Quede constancia, por último, que la corrida tuvo tres destellos de arte y una providencia: un embrujado quite de dos verónicas y media de Morante al tercero, pura llamarada de arte; dos pares de banderillas de Juan José Trujillo, otros dos de Curro Javier, ambos a las órdenes de Manzanares, y un quite providencial de Francisco J. Araújo cuando Curro Javier trataba de tonar el olivo. Todo no iba a ser negro.

El Juli, durante la faena por la que recibió dos orejas ayer en la plaza de la Maestranza.
El Juli, durante la faena por la que recibió dos orejas ayer en la plaza de la Maestranza.ALEJANDRO RUESGA

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- Toros del Conde de la Maza con los sevillanos Luis Vilches y Oliva Soto y el vizcaíno Iván Fandiño.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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