_
_
_
_
_
Reportaje:

Tratado de la estupidez

El realizador Víctor García León debuta en el teatro con 'La última noche de la peste', de Juan Diego Botto

Rocío García

El espacio está casi a oscuras. Víctor García León contempla sentado en la última fila del patio de butacas el escenario de la Sala Mirador, en Madrid. De lejos se ve una mesa plegable llena de ceniceros, botes de Coca-Cola, agua, golosinas. Dos actores, Manuel Solo y Raúl Arévalo, ensayan La última noche de la peste, la segunda obra de Juan Diego Botto, que se estrena el próximo 17 de mayo y con la que debuta como director teatral el realizador de cine Víctor García León (Más pena que gloria y Vete de mí).

Siempre tranquilo, siempre amigable, García León afronta su estreno en el teatro con absoluta normalidad. El encargo ha venido de un amigo, de Juan Diego Botto, con el que se entiende bien tras su encuentro en Vete de mí. "La idea inicial era que él mismo la dirigiera, pero no pudo y me la ofreció a mí", explica García León, en el patio que la Sala Mirador, sede de la escuela teatral que Cristina Rota tiene en Madrid. "El teatro es el origen de nuestro oficio. Es probablemente el arte más puro. Me apetece mucho este nuevo reto, aunque es una obra pequeña, de teatro muy alternativo", añade el realizador, mientras suelta guiños y bromas a sus dos actores, que esperan pacientes la interrupción del ensayo.

La última noche de la peste narra el encierro de dos escritores en una habitación la noche anterior a entregar una versión teatral de La peste, de Albert Camus. Cada uno tiene su propia propuesta frente a esa adaptación y cada uno hace valer sus argumentos -"igual de válidos", señala García León- para defender sus opiniones. La conversación deriva en todo un debate ético-estético sobre el teatro y la vida. Uno (Raúl Arévalo) defiende el compromiso, la conciencia. El otro (Manuel Solo) se decanta por el espectáculo.

García León lo tiene claro: La última noche de la peste es todo un estudio, un estupendo tratado de la estupidez humana a través de la conversación de dos dramaturgos. El director se encuentra todavía en el proceso de "amasar el pan antes de meterlo en el horno" y no tiene claro hacia dónde tirará finalmente la obra y dónde llegará. Él, de momento, escucha, ensaya y deja que la obra vaya fluyendo en la dirección que él mismo y sus dos actores marquen poco a poco. Lo que sí tiene claro es que la obra sea divertida y llena de humor irónico.

Se encuentra a gusto García León con su estreno en teatro. Juega con el decorado y el propio texto, que día a día va depurando y creando junto a Raúl Arévalo y Manuel Solo. "El cine es un medio en el que los actores son mucho más manipulables, los cortas, los pegas, los montas. En el teatro, los actores tienen que ser cómplices, sin ellos estás perdido. Necesitas que sean ellos los que se echen la obra en la espalda y la defiendan a tope. Tengo la sensación de que los diriges mucho menos que en cine. Tienes menos poder. El director debe de tener la capacidad de convencer a los actores de sus propuestas y que sean ellos los que en el escenario se las crean y las defiendan. El teatro, en este sentido, es mucho más democrático que el cine".

Víctor García León, en primer término; detrás, Raúl Arévalo (a la derecha) y Manuel Solo.
Víctor García León, en primer término; detrás, Raúl Arévalo (a la derecha) y Manuel Solo.ULY MARTÍN
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_