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Reportaje:

Ver cine desde un sillón rosa

El Forum des Images de París revoluciona la relación del espectador con las salas

Antonio Jiménez Barca

Llama la atención tanto rosa en una filmoteca: neones rosa, sillones rosa, paredes pintadas en rosa, una barra de bar rosa... Uno piensa que en cualquier momento va a aparecer la Pantera Rosa de los dibujos animados de la infancia. La directora general de la institución, Laurence Herszberg, sonríe y lo admite: "Quisimos meter color, convertirlo todo en algo alegre, acogedor, que anime a la gente a entrar a ver cine".

Ése es el objetivo del recientemente renovado Forum des Images de París, enclavado en el Les Halles: arrancar a la gente de su casa (o de las tiendas del centro comercial contiguo) y atraerla a estas salas para que hablen de cine, descubran el cine o, simplemente, vean películas. Después de tres años de obras, e inaugurado el pasado mes de diciembre, esta filmoteca municipal renovada presenta nuevas maneras de entender la relación sala-espectador.

Hay espacios para 450 personas pero también pantallas individuales
Un domingo al mes, Bertrand Tavernier comenta un título de su videoteca

A la directora de la institución no se le escapa que el mundo audiovisual está en perpetua revolución y que el cine cada vez se reduce más a comprar un DVD y conectarlo en la pantalla plana del salón de casa, con o sin amigos.

En el Forum des Images hay salas como las de toda la vida, con capacidad para 450 personas, que se utilizan para proyectar buenas películas en silencio. Pero también hay una habitación enorme llena de pantallas individuales enfrentadas a unos sillones muy cómodos (y de colores chillones). Por cinco euros, un espectador puede ver la película que echen en la sala grande (por lo general muy buena: ahora se desarrolla un ciclo sobre Nueva York).

Cuando termine, y está incluido en el precio, el espectador puede acercarse a la sala grande con pantallas individuales y cómodos sofás. Allí, de una manera muy fácil, puede elegir cualquiera de las 5.500 películas relacionadas con París que están archivadas en la filmoteca y que constituyen la memoria de esta ciudad. Basta con un movimiento del mando incorporado a la pantalla. Tan fácil como manejarse con Google. Después se pone uno los cascos y ve la película como en casa. Tal vez el secreto sea ése: ver el cine como en casa, pero sin estar en casa, sin las limitaciones y engorros de tu casa: interrupciones, teléfonos, niños, visitas...

Hay más posibilidades: cerca de esta sala enorme hay otra un poco más pequeña, insonorizada, con capacidad para siete butacones. Al fondo de esta salita, una pantalla plana por la que más de algún cinéfilo mataría con tal de poder colgarla en la pared de su dormitorio. Todo se alquila por 14 euros, durante cuatro horas. Ideal para siete amigotes. Es lo más parecido que existe en esta ciudad a ver una película en tu casa con un grupo de amigos..., pero (otra vez) sin estar en casa.

Una modalidad original es la que incluye, por nueve euros, una comida y la proyección de un cortometraje. Es una oferta destinada a los oficinistas, trabajadores y empleados de jornada partida que habitan el centro de París y que cuentan con un rato después de comer. "Tratamos de tener una enorme diversidad de público, no sólo el público experto, sino de todo tipo", explica Laurence Herszberg.

Es cierto. No se desdeña al cinéfilo: una vez al mes, un cineasta reputado (este mes es Claude Chabrol) habla de su vida y de su obra. Tampoco se olvida a los padres con niños a cuestas: actualmente se desarrolla un ciclo de cine infantil, especialmente elaborado para espectadores desde los 18 meses a los cuatro años. Para ellos se eligen cuidadosamente películas adaptadas, cintas más cortas de lo normal, viejas filmaciones en blanco y negro animadas por cantantes o músicos. "Intentamos enseñarles a amar el cine, a que aprendan a ver películas, a la oscuridad, a la que se acostumbran gradualmente. Y es asombroso lo callados que están los pequeños, lo que les gusta...", explica la directora.

Y un domingo al mes, el incomparable Bertrand Tavernier desarrolla un ciclo particular que sólo tiene que ver con él mismo. Durante una tarde, en una sala enorme y por lo general repleta de público, el cineasta francés habla y comenta viejas películas que trae de la inacabable videoteca de su casa. La directora cierra los ojos al recordarlo: "Convierte esas tardes en algo irrepetible. No sólo por su cultura cinematográfica, sino por la manera que tiene de contar las cosas. No da conferencias: cuenta una historia, es eso lo que le convierte en alguien fascinante".

Imagen de las salas de cine del Forum des Images de París.
Imagen de las salas de cine del Forum des Images de París.DANIEL MORDZINSKI

Vestíbulo futurista para pasar la tarde

Y si a pesar de todo a uno no le gustan las películas, da igual. Puede entrar en el Forum des Images, quedarse en ese vestíbulo futurista de la Pantera Rosa, conectar su ordenador a uno de los enchufes gratuitos que se encuentran a mano y sentarse en un sillón morado a pasar la tarde, aprovechándose del wi-fi que flota en el entorno.

La directora Herszberg lo sabe y lo aprueba: "Se trata de que la gente entre y se quede. Para entrar no hay que pagar, sólo al acceder a las salas. Hemos intentado crear un espacio en el que todos se sientan cómodos. Ya irá luego a la sala, o al día siguiente; o se pondrá a hablar con otro que sí ha ido. Queremos que la gente hable aquí de cine. Porque el cine depende de la imagen. Pero también de la palabra".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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