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Vicente Molina Foix presenta 'El dios de madera' en Málaga

En el certamen de Málaga se dan cita hoy las propuestas de Gutiérrez Aragón o Rodrigo Rodero

Manolo Gutiérrez Aragón es un mentiroso. Pero un mentiroso comprensible. Dijo que dejaba la dirección, y su primer paso tras la renuncia fue literario: La vida antes de marzo, su debut en la novela, con la que ganó el premio Herralde. Pero ha seguido como productor en el mundo audiovisual y al final el gusanillo le ha empujado a dirigir uno de los capítulos de una serie de documentales que ha realizado sobre la música cubana. El suyo, Música para vivir, centrado en la vida del promotor de jazz Gilberto Torres, es uno de los platos fuertes de la noche de hoy martes en el certamen de cine de Málaga.

El otro punto caliente es la entrega del premio Ricardo Franco a Javier Artiñano, impecable diseñador de vestuario con 40 años de carrera, y que recibirá el galardón antes de la proyección de El dios de madera, el filme que hoy presenta a concurso Vicente Molina Foix.

Esta mañana decía Molina Foix que al cabo de los años ha descubierto que lo que más le gusta es "la dinámica que se crea con los actores". Por eso este escritor, traductor, dramaturgo o crítico -y mil cosas más- debutó en el cine con Sagitario en 2001 y por eso ha vuelto ahora a ponerse detrás de una cámara con El dios de madera, adaptación de un cuento suyo de 1996 -"cuando esta historia podía parecer ciencia-ficción"- y en la que juntaba a una viuda, su hijo homosexual y dos inmigrantes ilegales. "En aquel momento ni había crisis ni la cantidad de inmigrantes que vemos ahora en la calle", comenta el realizador, feliz con el resultado. El dios de madera va en el cuello de Yao, un inmigrante senegalés que en las calles de Valencia se reencuentra con un compañero de penurias, el marroquí Rachid. Rachid es peluquero y Yao entra de su mano en la vida de María Luisa, una viuda anclada a una aburrida asistencia, y su hijo Róber, que vive en el piso de arriba de su madre y está enamorado de Rachid. Al lado del director, todo el elenco, empezando por Marisa Paredes, que agradeció los constantes halagos de Molina Foix, que la definió como "la mezcla perfecta de dramatismo y mucho humor", necesaria para el buen devenir del guión. Paredes aceptó la oferta por razones entre prosaicas y profesionales: "Quería quitarme el mundo de glamour con este personaje que esconde algo dentro a punto de salir"; un bullir que transformará en amor por Yao. Paredes aprovechó para aconsejar a Madi Diocou, actor que encarna a Yao, que siguiera vendiendo bolsos en la calle. "Ojalá triunfes en el cine, pero no dejes lo otro, que es más seguro".

El dios de madera no era la única película a concurso hoy en el certamen de Málaga, sino que antes se proyectó El idioma imposible, debut en el largo de Rodrigo Rodero, que se atreve a adaptar con desigual fortuna una novela del fallecido Francisco Casavella, el cierre de la trilogía El día del watussi.

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