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Crítica:59ª edición del Festival de San Sebastián
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos aceptables retratos del mundo infantil

Carlos Boyero

El rostro y la personalidad inequívocamente francesa de esa actriz eficiente llamada Julie Delpy les sonará por haber aparecido en numerosas películas firmadas por directores europeos de prestigio pero la cinefilia la asociará siempre a esa mujer parisina que conoce a un norteamericano en Viena, pasan un día y una noche hablando y seduciéndose, se separan y se reencuentran diez años más tarde. Ocurría en Antes del amanecer y Antes del atardecer, un insólito y arriesgado experimento del director Richard Linklater que le salió bien, con morbo, misterio y sentimiento. Julie Delpy también se ha colocado detrás de la cámara con resultado irregular en cuatro ocasiones. Le Skylab se titula la última. El enunciado no es caprichoso, tampoco el argumento está centrado en la carrera espacial. Pensaban que aquel desintegrado cohete de la NASA iba a caer sobre Bretaña el 11 de julio de 1979. Una cría de 10 años que en la ficción se llama Albertine, pero que resulta transparente que en la realidad su nombre era Julie Delpy, pasaba ese momento que se preveía catastrófico en la casa campestre de su abuela, celebrando el cumpleaños de ésta, en compañía de sus libertarios padres y de pintorescos e infinitos primos, tías y tíos, incluyendo entre éstos a un traumado paracaidista que vivió su plenitud vital y profesional masacrando civiles en las guerras de Vietnam y de Argelia y que no puede acostumbrarse a la vida cotidiana.

'Le Skylab', de Julie Delpy, y 'Milagro', de Kore-eda, compiten en la sección oficial
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Julie Delpy, además de privilegiada memoria de esos momentos trascendentes de la infancia, está en posesión de un notable sentido del humor y de la comedia para describir las problemáticas relaciones, el gozo, los enfrentamientos, las complicidades y las miserias que aparecen cuando una familia numerosa tiene que reencontrarse durante un fin de semana para celebrar un obligado ritual. Delpy cuenta todo esto con gracia, prefiriendo la calidez a la mala leche (aunque existe algún apunte de ella), describiendo con frescura y conocimiento el universo infantil, los descubrimientos y las inseguridades, los enigmas y las certidumbres, los anhelos y los primeros fracasos. Es una película amable y tierna, lo cual no equivale a decir empalagosa y blandengue, bien interpretada por adultos y críos, con habilidad para captar el tono de una época, grata de ver y de oír.

Cuando se refieren al director japonés Hirokazu Kore-eda, los iniciados siempre anteponen el título de maestro, el Ozu de los tiempos modernos. Yo le reconozco una sensibilidad especial y he disfrutado bastante con algunas de sus películas, como la angustiosa Nadie sabe, una dura historia de supervivencia protagonizada por niños que quedan a la intemperie, y la compleja y lírica Still Walking, retrato más agrio que dulce de una reunión familiar. En otras, me he aburrido moderadamente. Con Milagro Kore-eda vuelve a sumergirse en el mundo infantil, pero a diferencia de los festivos críos de Julie Delpy estos lo pasan peor. Son dos hermanos que están separados a causa del divorcio de sus padres, que se añoran y se necesitan, que a pesar de su bisoñez comprenden demasiado bien la infelicidad de sus progenitores y han decidido protegerlos. También harán posible el milagro de volver a verse, hablarse, tocarse, gracias a la inauguración de un tren bala que uniría sus lejanos domicilios. Lo mejor de esta película es el penetrante retrato de la sensibilidad infantil y la interpretación abarrotada de naturalidad, matices y veracidad de los niños. Hay momentos en los que tienes la sensación de que éstos abandonan el guion y van por libre en sus diálogos. También que ignoran o desdeñan que les esté filmando una cámara. Pero el ritmo es demasiado moroso y el desenlace está innecesariamente alargado. Hago varias veces el ademán de levantarme de la butaca ya que creo que ha llegado el final, pero no es así. Igualmente, he mirado el reloj en un par de ocasiones, síntoma inequívoco de que me están contando de forma espesa algo que en algún momento me había conmovido.

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