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"Está ahí, hay que seguir buscando"

Ian Gibson se afirma en sus convicciones sobre la zona del enterramiento de Lorca

Natalia Junquera

"Me siento enfermo. Pienso en esto todo el día. Temo por mi salud mental. Son 45 años de mi vida". El hispanista Ian Gibson espera con inquietud noticias sobre las excavaciones de la fosa donde se cree que yace Federico García Lorca, fusilado el 18 de agosto de 1936 por falangistas. Fue él quien señaló ese lugar como la tumba del poeta español más universal después de que el enterrador, Manuel Castilla, le llevara hasta allí en 1966. Pero los trabajos de exhumación entran en la recta final y los expertos sólo han encontrado en mes y medio "una gran roca". En su momento más difícil, con el trabajo de una vida pendiente de ese trozo de tierra abierto en Granada, y la publicación de un libro, Lorca, el último paseo, de Miguel Pozo, que contradice sus teorías, el hispanista Ian Gibson habla con EL PAÍS.

"Me siento enfermo. Temo por mi salud mental. Pienso en esto todo el día"
"No creo que se lo llevara la familia. No se puede guardar un secreto así"

Ha pasado los últimos días releyendo la documentación de la investigación casi detectivesca que inició hace más de 40 años. Es una obsesión. Y además, esta vez, tenía una excusa: el libro de Gabriel Pozo publicado la semana pasada y que cuenta con el testimonio de la actriz Emma Penella, hija de Ramón Ruiz Alonso -el hombre que detuvo a Lorca en casa de los hermanos Rosales-. Según el libro de Pozo, el hermano mayor de los Rosales fue el delator del poeta. De la obra también se desprende que Manuel Castilla, Manolo El Comunista, mintió a Gibson al señalarle el lugar donde ahora se busca a Lorca. "Me ha obligado a volver a consultarlo todo. La verdad es que me parece una compilación de todo lo publicado hasta 2003 que se deja cosas muy importantes: mi propio libro sobre Ruiz Alonso o el de Miguel Caballero y Pilar Góngora que cuenta que el padre de Lorca tenía adversarios políticos porque él era un terrateniente progresista enfrentado a los terratenientes conservadores y quizá un aspecto del asesinato de Lorca tiene que ver con la voluntad de castigar al padre en el cuerpo del hijo...".

¿Cree que Manolo El Comunista, pudo haberle mentido? "No tenía por qué. No ganaba nada. No era mi amigo, ni me pidió dinero y para él llevarme allí cuando lo hizo era muy arriesgado. Él estaba muy nervioso. Tenía miedo, pero no dudas. A mí me convenció. Por eso sigo pensando que Lorca está ahí, muy cerca de donde lo están buscando. Si no aparece en la última zona que queda por explorar, creo que está entre el olivo y los chalés que hay junto al parque. Hay unos pinos que pudieron plantarse para enmascarar el enterramiento. Hay que seguir buscando. Para mí sería un alivio inmenso que lo encontraran en el lugar que señalé, pero también me sentiré muy decepcionado si no lo siguen buscando. Lo que quiero es saber la verdad, si está o no está y terminar con esto".

Diez años antes de llevar a Gibson hasta la fosa de Alfacar, Manolo El Comunista había guiado hasta aquel mismo lugar a Agustín Penón, el hijo de una pareja de exiliados españoles que había llegado desde EE UU a Granada para investigar la muerte del poeta. "¿Cómo me podría olvidar de una cosa así?", le contestó a Penón cuando le preguntó si recordaba el lugar donde había enterrado a Lorca. Manolo El Comunista también les dijo que el poeta no había muerto solo. Le acompañaban un maestro republicano, Dióscoro Galindo, y dos banderilleros, Joaquín Arcollas y Francisco Galadí. Recientemente, las familias de otros dos fusilados, un inspector de tributos y un restaurador de muebles, han pedido que se les busque también en esa fosa.

"Algunos me achacan ahora la culpa de haberme equivocado de sitio, pero Penón y yo no fuimos los únicos que señalamos aquel lugar. En los años ochenta la Diputación de Granada hizo una encuesta sobre el paradero más probable de la fosa y la mayoría de la gente señaló ese lugar. Por eso la Diputación compró los terrenos, para protegerlos. Y por eso se levantó allí el parque García Lorca. Y chapó por la Diputación porque si no hubiera adquirido los terrenos, probablemente ahora en lugar del parque García Lorca habría chalés", relata Gibson.

Pregunta. ¿Sigue pensando en irse de España?

Respuesta. No. Eso lo dije ante la desesperación de que, como parecía que iba a ser al principio, abrieran la fosa y no dijeran a nadie lo que habían encontrado. Aquello me sublevó.

P. Tras mes y medio de excavaciones sin éxito... ¿da más credibilidad a la teoría de que los Lorca retiraron el cuerpo?

R. No. Creo que ahí tenemos que creer a Laura

[García Lorca, sobrina nieta del poeta]. El padre de Federico no pudo hacer aquello sin que lo supiera su familia. Una cosa así no puede mantenerse en secreto, alguien se habría enterado. Me parece más probable, aunque también difícil, que fueran los sublevados los que a los pocos días movieran el cadáver para ahorrarle al régimen la mala propaganda. En septiembre la prensa internacional ya se había hecho eco de lo sucedido. Pensándolo fríamente, es una posibilidad, pero incluso en ese caso, si hubieran movido los cuatro cadáveres

[los de Lorca, Galindo, Argollas y Galadí], tendrían que haber dejado alguna huella. Castilla dijo que los había enterrado uno encima del otro. No hay crimen perfecto. Y alguien tendría que saberlo. Pudieron callar por miedo, pero el miedo no dura tanto tiempo.

Durante todos estos años, Gibson ha estado en contacto con familiares de las víctimas que fueron fusiladas y enterradas con Lorca el 18 de agosto de 1936, como Nieves García Catalán. "Es muy infeliz. Encontrar a su abuelo era el cometido de su vida. Se lo prometió a su padre antes de morir. Tenía esa misión. Pero no puede hacer nada y tiene a la mitad de su familia en contra", cuenta Gibson. Nieves supo a los nueve años que había sido adoptada. Su ADN no serviría para identificar a Dióscoro Galindo en caso de que encontraran restos en la fosa de Alfacar.

P. Cuando esto termine, ¿qué piensa hacer?

R. Quiero volver a la biografía de Buñuel. Llevo unos años inmerso en su mundo, con muchos viajes a Zaragoza y Calahorra. Pero estoy con Buñuel y me lleva a Lorca. No tengo escapatoria. Estoy condenado.

El hispanista Ian Gibson, fotografiado en Madrid.
El hispanista Ian Gibson, fotografiado en Madrid.LUIS SEVILLANO

El mal tiempo retrasa el rastreo

La excavación en la zona donde se cree que yacen los restos del poeta Federico García Lorca entra en su recta final. Los expertos tienen previsto terminar antes del martes de la semana que viene el trabajo que iniciaron hace más de un mes y medio en el paraje de Fuente Grande, en Alfacar, a nueve kilómetros de Granada. El final del rastreo estaba fijado para este viernes, pero el frío lo ha retrasado unos días.

Y de momento, no ha habido suerte. "Una gran roca", es todo lo que el equipo ha encontrado bajo la gran carpa de lona colocada al principio para proteger los restos que pudieran aparecer, de los curiosos.

Sólo quedan dos fosas por explorar de las seis posibles que señaló el georradar, una máquina que detecta movimientos del terreno y que la Guardia Civil utiliza por ejemplo para localizar alijos de droga o armas. En una de ellas han explorado ya hasta una capa de 20 centímetros y la siguiente será la última. "Todavía queda tiempo y trabajo", insisten fuentes conocedoras de los trabajos.

El mal tiempo ha retrasado más de lo previsto los trabajos, que se realizan a mano de una manera muy meticulosa y que lidera el arqueólogo Francisco Carrión. Si no hay cambios de aquí al martes, José Antonio Lorente, director del departamento del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada, autor entre otras, de la identificación de los restos de Cristóbal Colón, no llegará a intervenir. El proyecto era tan goloso para un especialista que la Junta de Andalucía tuvo que rechazar peticiones de algunas de las universidades más prestigiosas para participar en él.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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