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Reportaje:

Un almacén de óperas

El Teatro Real guarda sus escenografías en un terreno de la sierra de Madrid - La falta de espacio obliga a escenarios de todo el mundo a destruir sus decorados

Aurora Intxausti

Los camiones y las grúas dibujan una coreografía semejante al trasiego de los muelles de carga. La salvedad es que las filas y filas de contenedores no esconden mercancías al uso, bienes para exportar, sino exquisitos trajes de Norma, Andrea Chénier o Don Carlo. Personajes de ópera que poblaron alguna vez el escenario del Teatro Real y que hoy esperan su destino en este paraje de la sierra madrileña. Situadas en un emplazamiento que, por motivos de seguridad, el Real prefiere mantener en el anonimato, algunas seguirán viajando por el mundo mientras otras terminarán destruidas por el fuego.

Aída, sin ir más lejos, fue la gran apuesta del Teatro Real para su segunda temporada, una de las producciones más espectaculares del coliseo para 1998. Hoy, 12 años después, las piezas de ese escenario majestuoso duermen en 24 contenedores. Esperan pacientemente su sino: la destrucción. "Levantar de nuevo esta producción es hoy por hoy imposible. El vestuario se ha ido reutilizando por piezas para otras obras y no creo que sea factible subirla a escena", apunta Ignacio Bestuer de la dirección técnica del Teatro Real.

Doce años después de su estreno, las piezas de 'Aída' se quemarán

Esta semana, responsables de las direcciones técnicas y artísticas del coliseo madrileño presentaron los informes para dar el visto bueno a la destrucción de la escenografía. A propuesta del director general, Miguel Muñiz, la comisión ejecutiva del Real se encargará de firmar los papeles. ¿Destruir o mantener? ¿Pasar página o alentar la nostalgia? En la respuesta a estas preguntas está la solución al problema de almacenamiento con que se encuentran actualmente muchos teatros de ópera del mundo.

En poco más de una década desde su reinauguración en 1997 (la remodelación costó 132,2 millones de euros), el Teatro Real ha acumulado en estos terrenos alquilados de la sierra madrileña más de 400 contenedores de grandes dimensiones.

Un gigantesco trastero de contenedores grises con el logotipo del Teatro Real que es necesario mantener ordenado. Por eso, el trasiego es continuo. Algunas de las producciones operísticas aquí almacenadas están listas para, previo alquiler, viajar a otros teatros. "Los contenedores viajan a un lado y otro del mundo a lo largo de los años. Por mar, tierra o aire en aquellos casos en los que la premura exige ese medio de transporte. Suelen ser las menos por lo elevado de los costes", indica Afton Beattie, del Departamento de Producción del Real.

Es media mañana y empieza el movimiento de camiones y grúas. Una máquina de dimensiones descomunales, se desplaza con la ligereza de un dinosaurio por la segunda de las calles. Llega hasta un contenedor. ¿Qué hay dentro? La escenografía de El árbol de Diana, de Vicente Martín y Soler, que se estrena el 17 de marzo y se está empezando a montar en las plataformas del Teatro Real. "No se deja nada a la improvisación, la maquinaria tiene que funcionar al milímetro para que el día del estreno todo este perfecto. Un año antes de la fecha programada tenemos elaborado el calendario de trabajo de todas las personas que tienen que intervenir para que nada falle en el momento en el que el cantante salga al escenario", puntualiza Bestuer.

En uno de los pabellones pegados a los contenedores unos operarios revisan y hacen inventario de cada una de las piezas que han llegado del Liceu de Barcelona de El árbol de Diana y que posteriormente se trasladarán al centro de Madrid.

Mientras esto sucede, en la puerta de Ópera cuatro camiones esperan para ser cargados. Están desmontando la última de las producciones que se ha representado, Andrea Chénier, y que ocupa nada menos que 22 contenedores. No hay tiempo para el descanso, en un par de horas llegarán más tráilers con piezas de la nueva producción.

El sistema de almacenaje al aire libre y con cajas descomunales como las del Real no es el más utilizado en los teatros de ópera de Europa. La mayoría de ellos disponen de grandes pabellones en los que organizan las piezas.

La ópera de la Bastilla posee 998 contenedores en propiedad. En su teatro pueden tener hasta 40 contenedores que los operarios franceses mueven entre sus sótanos con una grúa en forma de araña que han construido especialmente para ello.

El Covent Garden tiene los almacenes en Cardiff (Gales) y disponen de unas 2.500 jaulas de paredes desmontables de dimensiones ligeramente inferiores a un tráiler. Eso les permite trabajar viendo la mercancía por los cuatro costados y transportar los materiales hasta el interior de su teatro. Dentro del Covent Garden pueden llegar a manejar una treintena de jaulas por medio de una especie de noria horizontal.

Destruir la escenografía y vestuario de una producción suele ser bastante traumático para sus creadores. "Hasta ahora en los contratos figura que su periodo de vida debía rondar los 10 años, sin embargo se ha ido reduciendo hasta cinco por los problemas para almacenar tanto material. Hay directores artísticos que exigen quedarse con algunas piezas en propiedad. Las consideran obras de arte, pero son los menos", señala Beattie.

Vídeo: AURORA INTXAUSTI / ÁLVARO DE LA RÚA / PAULA CASADO
Cuando una gran producción baja el telón por última vez, un intenso trabajo espera a los encargados de desmontar el escenario. Arranca así un nuevo viaje para los decorados. En el caso del Teatro Real, el destino es frecuentemente una población de la sierra madrileña, donde se acumulan miles de piezas de diversos montajes.
Cuando una gran producción baja el telón por última vez, un intenso trabajo espera a los encargados de desmontar el escenario. Arranca así un nuevo viaje para los decorados. En el caso del Teatro Real, el destino es frecuentemente una población de la sierra madrileña, donde se acumulan miles de piezas de diversos montajes.LUIS SEVILLANO
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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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