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La armonía entre la tradición y la modernidad

Puede ya hoy día resultar ocioso usar la palabra emergente para denominar cualquier vertiente de las artes escénicas contemporáneas latinoamericanas, entre ellas, la danza. La retroalimentación con Europa y América del Norte y Canadá ha verificado entre el último medio siglo XX y lo que va del XXI un trasvase y vitalización de tendencias y modos que hacen que se pueda hablar sin dudas de una danza contemporánea latinoamericana con sus propias búsquedas y sus propios hitos.

Mandan en este escalafón tres países, tanto por sus figuras individuales como por el desarrollo de sus conjuntos artísticos: Argentina, México y Brasil.

El caso del ballet clásico o académico tiene un país indiscutiblemente a la cabeza en el conjunto de Hispanoamérica: Cuba. El desarrollo de más de 75 años de ballet académico y sistematización de la enseñanza han dado lugar a varias generaciones de artistas con una figura a la cabeza, hoy ya legendaria, Alicia Alonso. Pero hay que decir que la diáspora provocada por los acontecimientos políticos de la revolución castrista de 1959 ha llevado a importantes y numerosísimos artistas de ballet a todas partes del mundo y especialmente los ha repartido a lo largo del continente americano. La diáspora del ballet cubano es solo comparable a la que se produjo en la Rusia zarista con el momento y la convulsión de la Revolución de Octubre de 1917. Así es que la influencia del ballet cubano es también una evidencia continental, pero existen otros tres grandes centros productores de ballet clásico y de artistas notables de esta especialidad y vuelven a ser Argentina, México y Brasil.

El clima europeo de preguerra en los años treinta del pasado siglo dispersó desde Europa y hacia América a músicos, bailarines, coreógrafos y artistas de toda y cualquier especialidad. Citemos como singular el caso del alemán Kurt Jooss, que recaló en Chile con su ayudante Hans Zullig, generando un foco didáctico de los patrones de la danza expresionista. Pensemos que Jooss es también el mentor principal de Pina Bausch.

La expresión combinada entre las tendencias relacionadas con las vanguardias y el trasunto de lo étnico se dividen en dos partes; de un lado, la herencia protoindígena o precolombina y la influencia colonial española junto a la africana. De ese cúmulo de sustancias y ritmos surge una danza evidentemente nueva y ligada en igual medida a su tradición como a sus aspiraciones de modernidad.

Las nuevas generaciones que hoy llamamos globales también podían ser llamas "generaciones de la emigración", y en ellas se verifican también dos tendencias muy enraizadas y en aparente contradicción: de una parte, las que reivindican mantener la umbilicalidad anotropológica y de otro los que se sienten llanamente artistas universales.

Puede ya hoy día resultar ocioso usar la palabra emergente para denominar cualquier vertiente de las artes escénicas contemporáneas latinoamericanas, entre ellas, la danza. La retroalimentación con Europa y América del Norte y Canadá ha verificado entre el último medio siglo XX y lo que va del XXI un trasvase y revitalización de tendencias y modos que hacen que se pueda hablar sin dudas de una danza contemporánea latinoamericana con sus propias búsquedas y sus propios hitos.Vídeo: ROGER SALAS / PAULA CASADO
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