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Reportaje:

La basura no siempre es lo que parece

El grupo Basurama reúne en La Casa Encendida sus trabajos con residuos de 2006

Elsa Fernández-Santos

Desde niños no pueden evitar meter la mano en la basura para rescatar lo que otros desechan. No padecen el síndrome de Diógenes, pero viven rodeados de desperdicios. El grupo Basurama está formado por nueve estudiantes de Arquitectura de Madrid que pretenden demostrar que la memoria de los objetos es irremplazable y que detrás de las toneladas de residuos que genera cada día una ciudad hay una materia prima de incalculable valor estético y económico.

La exposición Basurama 2006 Panorámica se abre hoy en La Casa Encendida de Madrid (ronda de Valencia, 2). En el recorrido, sillones rojos y azules realizados con restos de tubos industriales, lámparas de techo construidas con CD quemados, botelleros colgantes creados con restos de las lonetas que cubren los edificios en obras, ropa diseñada con trapos anónimos o una serie de fotografías de la periferia de Madrid que muestran gigantescos paisajes-basura. La exposición propone, por un lado, la capacidad creativa del reciclaje y, por otro, la crítica a una sociedad de consumo que construye y destruye con pavorosa voracidad.

"Al principio, buscar en los contenedores sólo era una afición, salíamos por la noche para tomar algo y nos parábamos en los cubos. Nos llevábamos a casa de todo", explica Alberto Nanclaires, miembro de Basurama y estudiante de último curso de Arquitectura. "Luego llegó la teoría: Freud, Hegel, Nietzsche, existen decenas de escritos filosóficos sobre la basura", continúa su compañero Juan López-Aranguren.

"Fue entonces cuando decidimos movernos, crear un grupo, hacer actividades. La basura es fascinante", dicen. "Hay mucho ecologismo sobre residuos y mucho oportunismo político, pero apenas hay estudios sobre la basura como parte fundamental de la sociedad". Y prosiguen: "Es el nuevo teléfono móvil el que convierte en basura al antiguo. La excelencia ha desaparecido. Se impone la producción de baja calidad".

Los nueve miembros de Basurama, de 26 y 27 años, empezaron sus actividades hace cinco años con concursos de objetos basura en la universidad. De ahí pasaron a talleres, conferencias y propuestas más ambiciosas. En junio de este año llenaron La Casa Encendida de Madrid con toneladas de ropa encontrada en la basura. En total, 50 personas y nueve máquinas de coser unieron sus fuerzas en una especie de happening en torno a la moda y el reciclaje. Durante una semana, rodeados de montañas de ropa despreciada, la gente cosía, se vestía y desfilaba. "Fue todo un espectáculo", asegura un miembro del grupo.

"Defendemos una relación inteligente con los objetos", explica Alberto Nanclaires. "De acuerdo, no se puede guardar todo pero tampoco se puede tirar porque sí. Cada día me peleo con mis compañeras de piso por la cantidad de cosas que tiran. Sin ir más lejos, anoche, cerca de mi casa, encontré un contenedor lleno de escombros de una casa que estaban vaciando. Entre otras cosas, había una pieza original de Werner Panton, un diseñador danés de los años sesenta, una pieza que en el MoMA cuesta 1.500 dólares. Es terrible ver las cosas que se desprecian: muebles, fotografías, recuerdos".

En la edición anterior de Basurama, hace un año (también en La Casa Encendida), el grupo propuso una experiencia más lúdica. "Había más objetos para jugar y manipular. Era más divertida. Este año el trabajo es conceptual, más intenso", explican.

Cine y basura. Forma y fondo es una de las actividades que proponen para cada jueves de septiembre. Se proyectarán dos documentales (La pesadilla de Darwin y Los reyes del reciclaje), la versión de Metropolis, de Fritz Lang, con la banda sonora reciclada que en 1984 creó Giorgio Moroder, y un experimento titulado Dark side of Oz. Cuenta la leyenda que cuando Pink Floyd grabó The dark side of the moon, Roger Waters estaba obsesionado con El mago de Oz, el clásico de Victor Fleming que inmortalizó a la niña Judy Garland. Al parecer, Waters se encerró durante horas en el estudio con la película puesta para que todo el disco coincidiera con las secuencias del filme. "El grupo nunca lo confirmó, pero tampoco lo desmintió, y nosotros lo vamos a proyectar juntos, disco y película sin voz, como un ejemplo perfecto de cómo se puede crear algo nuevo con algo viejo, de cómo se puede reinventar algo que parece olvidado. De cómo un objeto, en este caso una película, se puede convertir en otro objeto: un extraño videoclip psicodélico".

Fotografía panorámica de los desguaces Hermanos López (Parla, Madrid), una de las obras expuestas en <i>Basurama 2006.</i>
Fotografía panorámica de los desguaces Hermanos López (Parla, Madrid), una de las obras expuestas en Basurama 2006.
Sillón de tubos industriales expuesto en <i>Basurama 2006</i>.
Sillón de tubos industriales expuesto en Basurama 2006.
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Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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