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Reportaje:

El 'boom' del 'yo-mí-me-conmigo'

La renovada literatura autobiográfica gana lectores y respeto crítico

Javier Rodríguez Marcos

En 1990, hace casi 20 años, Andrés Trapiello pasó a limpio un año completo de sus diarios, lo llamó El gato encerrado y buscó un editor. Mejor dicho, buscó cinco y todos le dijeron que no. Al final Pre-Textos publicó aquel título y todos los restantes hasta completar las 8.500 páginas que forman un proyecto que este mes alcanzará la entrega número 16 con un nuevo tomo, Troppo vero.

¿Qué ha cambiado en estos 25 años para que la "literatura del yo" haya pasado de ser vista como la obra de unos pocos escritores "presuntuosos" a ganarse un lugar en la historia? "Ha cambiado todo, empezando por la sociedad", responde Jordi Gracia. A partir de la semana que viene, el ensayista dirige en la Fundación Juan March de Madrid el ciclo Las máscaras de un género, dedicado a la literatura autobiográfica en la España contemporánea. Además, trabaja en una historia de las letras españolas entre 1939 y 2009 en la que esos géneros, relegados tradicionalmente a las notas al pie, ocupan un capítulo importante.

"Hay que adaptar el canon a la actual diversidad", opina Jordi Gracia
"La autoficción nace de una conciencia culpable de la historia", dice Mainer
Más información
Kalipedia: El diario y la autobiografía como género

"Hay que adaptar el canon y el relato cultural a la actual diversidad literaria. Ese tipo de libros forma parte ya de las lecturas naturales de cualquier persona culta". Para Gracia, en España se vive un momento "brillante" porque se publican obras "buenas, malas y regulares". En su opinión, el canon de la literatura española de las últimas décadas estaría cojo sin la obra memorialística de Dionisio Ridruejo, Carlos Barral, Juan Goytisolo, Francisco Umbral y el propio Trapiello.

Durante años, recuerda el autor de La resistencia silenciosa, fueron los exiliados los que "por necesidad casi biológica" de contar su experiencia alimentaron el género. Ahí están las obras de Rafael Alberti, Arturo Barea, Rosa Chacel o Francisco Ayala. Aunque niño del exilio ajeno a lo que él mismo llama el "gueto" de los desterrados, los recientes diarios de Tomás Segovia, El tiempo en los brazos (Pre-Textos), son un paso distinto en ese mismo camino.

No es que la historia estuviera incompleta, es que, insiste Gracia, "faltaba material". El campo se amplió definitivamente cuando se desactivaron "los resortes embusteros que la Iglesia Católica había impuesto a la formación moral y civil de los ciudadanos. En eso, las memorias de Carlos Castilla del Pino son ejemplares".

El pudor y las convenciones dejaron de marcar la pauta. De ese estallido impúdico son un buen ejemplo las memorias de Jesús Pardo, una obra que acaba de cerrarse con Borrón y cuenta vieja (RBA) y que se abrió con un vitriólico Autorretrato sin retoques (Anagrama), en el que su autor se presentaba sin paños calientes como un corrupto que, para serlo, no necesitaba más que corruptores. Sucedía en los mismos años, los de la posguerra, que ocupan buena parte de las voluminosa autobiografía de Medardo Fraile, El cuento de siempre acabar (Pre-Textos), y de las descarnadas -por lo que cuenta y por cómo lo hace- memorias de Antonio Gamoneda, Un armario lleno de sombra (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores).

En buena parte, ese mismo periodo es el protagonista del recentísimo Cosas que pasan (Siruela), una autobiografría en la que Luis Goytisolo habla sin esconderse de sus hermanos, de su iniciación sexual en los prostíbulos, de sus desencuentros con Carlos Barral, Valente, Carmen Balcells o el "intolerante" Manuel Sacristán y, -"rechazando íntimamente el marxismo"- de su paso por el Partido Comunista, uno de cuyos dirigentes desdeñó la solicitud de ingreso de Jaime Gil de Biedma con el siguiente argumento: "Los maricones, cuando son detenidos, cantan". Goytisolo, no obstante, no se resigna a inscribir su nuevo libro en un género cerrado: biografía, novela, metaficción, autoficción... Esta última palabra, de hecho, ha servido para etiquetar las últimas obras fronterizas de autores tan dispares como Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas o Manuel Vicent.

A José-Carlos Mainer, como a la mayoría de los escritores, el término no acaba de convencerle, pero lo analizará la semana que viene en la Fundación Juan March. En su opinión, la de los géneros es una historia de "fusiones y confusiones". Además, "la novela ha tendido a fagocitarlo todo". Y reflexiona: "Por un lado, a partir de los años 80 los lectores piden una literatura menos dura, más emocional; por otro, la autoficción surge como una conciencia culpable de la historia. La gente se siente incómoda con el pasado cercano y tiene una sensación de responsabilidad que resuelve narrando los problemas que gravitan sobre el presente como algo en lo que se participa". Para Mainer, ése es el motor de muchos libros sobre el Holocausto y la Guerra Civil.

Andrés Trapiello, por su parte, identifica el auge de la subjetividad con un cierto descrédito de la ficción: "Hay tanta realidad y tan extravagante por todos lados -empezando por la televisión- que la novela ha asumido un lenguaje que antes era exclusivo de la escritura de la intimidad". El propio Mainer, que señala a Pío Baroja (vía Josep Pla) como antecedente decisivo, añade un elemento más: el interés por "contar la realidad como un proceso". Algo que va más allá del auge de los diarios -de Martínez Sarrión a Sánchez Ostiz pasando por José Luis García Martín- y "contamina" los géneros más especulativos: "Autores como José Luis Pardo o Eloy Fernández Porta nos van contando cómo escriben el ensayo que están escribiendo".

Tanto para Jordi Gracia como para José-Carlos Mainer, el auge de la literatura autobiográfica es fruto de una normalización de la cultura española, que por fin ha puesto el reloj a la hora de Europa. El reloj y la cuenta corriente. "Todo bienestar", afirma Mainer, "genera una conciencia de incomodidad". Es decir, una necesidad de explicarse. En primera persona.

SCIAMMARELLA

Primera persona

- "Demasiados Goytisolo". En su último libro, Cosas que pasan, Luis Goytisolo recuerda que su hermano José Agustín se querelló con Emilio Romero por un artículo que llevaba ese título. Los trabajos autobiográficos -en verso y prosa- de los dos hermanos sumados a los de Juan -Coto vedado y En los reinos de taifa- permiten asomarse a los mismos acontecimientos desde tres puntos de vista diferentes.

- El yo, en la academia. En 1988 la editorial Tusquets inauguró el premio Comillas de historia, biografía y memorias. En 1994 la Universidad de Barcelona creó la Unidad de Estudios Biográficos, dirigida por Anna Caballé y con el apoyo de Manuel Alberca, dos nombres españoles clave en los estudios de esta literatura, en la estela del francés Philippe Lejeune, autor del clásico El pacto autobiográfico.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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