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CAFÉ PEREC
Columna
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Una casa en Cefalú

Enrique Vila-Matas

Fue la Gran Bestia 666, Aleister Crowley, quien recomendó a Churchill que hiciera el signo de la victoria (la famosa V), tras convencerle de que era una clave hermética que le llevaría al triunfo en la II Guerra Mundial. Crowley fue satanista, poeta, cabalista, creador de la filosofía de Thelema, pornógrafo, perito en neurastenias, alpinista, heroinómano, creador del ocultismo moderno, ajedrecista y espía. John Lennon colocó su rostro en la esquina superior izquierda de la portada de Sargent Pepper's. Pasaron los años y Lennon cayó asesinado en la puerta del mismo inmueble de Manhattan en el que, décadas antes, Crowley había tenido un apartamento. Una patética casualidad.

Quien se hiciera llamar a sí mismo "La Gran Bestia 666" regresa estos días a la actualidad. En Cefalú, Sicilia, han puesto a la venta las ruinas de su Abadía de Thelema, es decir, los restos de la legendaria casa de campo de 200 metros cuadrados que él y sus seguidores convirtieron en 1920 en una villa de secretas cadencias demoníacas. No quedan allí hoy ni pálidos vestigios de lo que fue el trono de Crowley, ni huellas del altar central donde se celebraban enigmáticas ceremonias. Tampoco nada de los frescos en las paredes, pintados por el propio Crowley al modo de Gauguin, a quien admiraba. Y hay un tramo de escalera que conduce a la nada. Cefalú suena como Belcebú, y aún no se ha borrado entre los sicilianos la memoria terrorífica de la Abadía. El lema esencial para los cofrades de la Bestia era Haz tu voluntad, el mismo que en el XVI había regido la Abadía de Thelema que ficcionara Rabelais en Gargantúa y Pantagruel.

La Abadía de Crowley, hoy en venta, es un mito en Sicilia y permanece como un lugar maldito

De hecho, la propia palabra Thelema es la transliteración al inglés del sustantivo griego "voluntad". Sin embargo, Crowley prefirió siempre decir que su filosofía no se originaba en Rabelais, sino que le había sido inspirada y dictada en El Cairo por un espíritu, por una entidad preterhumana llamada Aiwaiss, un ángel diabólico que le comunicó el secreto del mundo y le conectó con textos herméticos sobre la Voluntad, los más antiguos de la historia de la humanidad.

Crowley y su grupo pasaron una larga temporada brutal en la casa de Cefalú, hasta que la vida hippie antes de que ésta fuera inventada y una extraña muerte por envenenamiento terminaron por provocar que el gobierno de Mussolini les expulsara de Italia. Pero, como me escribe una amiga desde Palermo, la Abadía, ahora en venta, es un mito todavía hoy en Sicilia: "En el alma y memoria de la gente de Cefalú provoca aún cierta aprensión y permanece como un lugar maldito, manchado de no se sabe qué gran pecado que no podrá ser nunca cancelado".

¿Quién comprará las ruinas? ¿Una familia con buenos modales? ¿Unos luctuosos herederos de la Bestia? Quizás esto ahora importe menos que recordar que, de acuerdo con las ideas de Crowley, cada individuo tendría una especie de Voluntad Verdadera, lo que algunos conocemos como Genius, o fuerza interna, a la que vendría confiada la tutela de cada hombre en el momento de nacer. Creo que nadie lo ignora: engañar al propio genio significa nuestra perdición. A las pobres almas falsamente amigas que quieren apartarnos de él habría que dejarles bien claro que uno va a seguir haciendo su voluntad. Y es que -como dice Andrew Breen- si sucediera, por ejemplo, que para escribir uno necesitara de esa luz excelente que cae desde la izquierda, es inútil decirse que cualquier otra luz también es buena. Uno ha de seguir su línea de fortuna y continuar atendiendo al potente lema, Haz tu voluntad, tan en sintonía con una casa siciliana, hoy en venta. Por si alguien aún lo duda, el lema, de paso, nos propone la insurrección, la rebelión contra los imbéciles. Y no sólo es thelemita. En los años veinte también fue una consigna dadaísta. Reapareció a finales de los sesenta. Y luego volvió, insistente, con los primeros punks. De hecho, acaba regresando siempre.

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