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Reportaje:

La compañía de Cunningham vive su último baile

Desaparece la histórica formación, descabezada tras la muerte del líder

En Madrid se presentaron los bailarines de la compañía estadounidense por última vez ya con Merce Cunningham, líder y fundador, imposibilitado para viajar; fallecería poco después, el 26 de julio de aquel 2009. Fue con ocasión del estreno de Nearly ninety, la obra testamento de Cunningham que poco antes se había visto en el BAM de Nueva York el mismo día de su onomástica: el 16 de abril. Y como venía siendo habitual desde hacía años, las opiniones se dividieron en la sala. Mientras algunos veían respetuosamente el "canto del cisne" estético, otros la consideraban repetitiva, alambicada y poco comunicativa. Acaso no muchos imaginaban que no habría más oportunidades para el debate. Porque muerto el líder, la compañía, incapaz de continuar sin él, ofrecerá su última actuación el sábado en Nueva York.

La noticia plantea dudas sobre el futuro de la danza como la conocíamos

Es cierto que, durante décadas, Merce Cunningham jugó a ser un artista hermético, distante, empecinado en una estética abstracta y concentrada, con un uso casi despiadado de la música contemporánea más radical, un todo que hacía trabajar intensamente el intelecto del espectador. Gracias a la fuerza y el tesón de su talento, una constancia que partía de convicciones muy firmes ligadas al concepto de vanguardia e innovación, sentó escuela, influyó a generaciones de bailarines y creadores de piezas de danza contemporánea, y hasta se le llegó a considerar la figura viviente más importante de la danza mundial en cuanto creación.

Ya antes se había producido este esquema de desaparición tras la muerte del faro de una compañía con Martha Graham, con quien Cunningham trabajó en sus años formativos. Tras su fallecimiento, su compañía entró en un precipicio de dudas, pleitos y unas poco edificantes polémicas por su legado. Con Merce Cunningham y su agrupación ha habido un transito más sereno, pero donde se adivinaba un final, más tarde o más temprano: la disolución.

Ese purgatorio hacia la nada ha durado dos años. La compañía ha girado, mostrado obras antiguas y recientes y ahora se disuelve. La de Martha Graham, por su parte, gracias al empeño de un viejo amigo y promotor, Paul Szilard (que ha cumplido 100 años y aún gestiona desde Nueva York sus giras internacionales), mantiene en activo una plantilla reducida y un repertorio memorial, pero nadie, ni el propio Szilard, puede asegurar cuanto durará ese empeño. Con el patrimonio coréutico de Cunningham pasa algo parecido.

Tanto el método de Graham como el de Cunningham se enseñan fructíferamente en todo el mundo. Otra cosa es bailar sus coreografías, estar realmente entrenado para satisfacer las exigencias estilísticas y dinámicas de una lectura de danza no convencional y muy particular. Es verdad que algunas piezas de Cunningham ostentan el honor de haber pasado al repertorio del Ballet de la Ópera de París.

En un artículo reciente en The New York Times, el crítico de danza Alastair Macaulay relataba cómo poco antes de su 80 cumpleaños, en 1999, el coreógrafo Merce Cunningham volvió a su ciudad natal, Centralia (Washington), y pasó algún tiempo con su hermano Jack, de profesión abogado. Este le preguntó: "¿Cuándo vas a hacer algo que le guste al público?". Con su acostumbrada parsimonia, respondió que sus historias, aún siendo inexpresivas, eran como él. Un mes después sucedía el estreno mundial de Biped en el Zellerbach Hall de Berkeley (California): su última obra maestra, donde aún estaba en posesión de todas sus facultades creativas, de fuerza interior e ímpetu originales. Macaulay, que califica de "rutina productiva" los 10 años posteriores entre el estreno de Biped y la muerte, recuerda cómo siempre con Merce los auditorios verificaban la deserción, el goteo de espectadores que huían de la sala. Eso también sucedía con Pina Bausch, y alguna vez con Graham, como ella misma contó en sus memorias.

La noticia del fin de la compañía Cunningham plantea otras dudas acerca del concepto de repertorio activo y su permanencia y de los complejos meandros de la danza y futuro como la conocíamos.

Ahora en el horizonte planea también el destino de otro conjunto influyente: el de Pina Bausch, radicado en Wuppertal, en Alemania. La coreógrafa murió el 30 de junio de 2009 y la compañía ha seguido adelante con el legado coreográfico, proyectos cinematográficos y de homenaje, con un nutrido grupo de artistas que le fueron fieles en vida y que no quieren que se pierdan sus obras. También algunas piezas de Pina están en el repertorio de la Ópera de París y también se discute si se bailan bien, si eso era exactamente lo que quería la autora. La transmisión coréutica tiene esos riesgos. A este panorama se suma el caso de Maurice Béjart, que falleció en noviembre de 2007. Sus muchas obras, estas sí, perviven en su compañía en Lausana (Suiza).

Aunque quizá lo más importante sea que las obras perduren en la retina viva del espectador mediante nuevos montajes lo más respetuosos posibles con el fondo y la forma, con el estilo de baile y con la idea de su creador.

Cunningham, en una actuación.
Cunningham, en una actuación.MARK SELIGER
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