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¿Y los 'correbous'?

La incertidumbre por el futuro de los encierros con toros, tradición centenaria en el sur de Cataluña, cuestiona la prohibición del Parlament a las corridas

Parte sustancial de la Cataluña taurina y de las reacciones sobre la prohibición aprobada en el Parlament se concentra en el sur de la comunidad: en los municipios de las tierras del Ebro donde las celebraciones con toros son una tradición centenaria que ningún partido político, especialmente los nacionalistas catalanes, se atreve a cuestionar. Los correbous [corretoros, en traducción literal del catalán] son los encierros propios de las fiestas mayores en las localidades de la zona. En ellos, los animales son cercados y más o menos maltratados según el lugar, la tradición -en algunos pueblos se le ponen bolas de fuego en los cuernos- o las ocurrencias improvisadas de los jóvenes armados con palos y barrotes durante las fiestas. La popularidad de esta celebración, supuestamente blindada y desligada de la posible prohibición de las corridas de toros, se convierte hoy en recelo: grupos antitaurinos recuerdan que en los correbous también se maltrata -en mayor o menor medida- a los toros, motivo clave por el que los partidarios de la abolición justifican la prohibición de los toros. ¿Y de los correbous?

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Los políticos asumen que prohibirlos supondría un coste político impagable. Por ello desde el inicio del debate aseguraron a las bases locales que la prohibición a las corridas iría de la mano de una norma que blindaría a los encierros con una ley específica. El argumento consensuado es que a estos toros locales no se les da muerte, lo que las hace aceptables. El razonamiento convenció a los impulsores de la prohibición, centrados en la victoria simbólica que supone desterrar las corridas de las plazas taurinas de Cataluña. Estos calificaron a los correbous de "salvajada", pero aceptaron la futura regulación que salvara a los encierros. El temor con que las tierras del Ebro viven hoy la votación se explica porque tal blindaje ha quedado cuestionado ante una maniobra política del PP, muy crítico con lo que considera "una muestra de hipocresía de la clase política catalana".

La norma que salvaba a los correbous debía votarse hoy de forma conjunta con la propuesta de prohibición de los toros. Fue el acuerdo que permitía a los políticos del sur de Cataluña vetar las corridas con la tranquilidad de que ello no implicaría revisar la validez de los encierros. Hasta que el PP impugnó la semana pasada la normativa relativa a los correbous ante el Consejo de Garantías Estatutarias, el órgano consultivo catalán. El grupo del PP, poco sospechoso de estar en contra de estos encierros, sí cuestiona la cláusula prevista que limita su celebración a las poblaciones donde los encierros sean una tradición. Quiere extender la posibilidad de celebrar encierros al resto del territorio catalán, por lo que ha pedido al Consejo esclarecer si el redactado de la cláusula encaja en el marco estatutario. Ello obliga a posponer la votación que salvaba a los correbous y ha disparado las suspicacias en el sur de Cataluña, temerosas de que el veto a una fiesta por "maltratar a animales" abra una vía para prohibir los encierros.

El malestar se ha multiplicado con acusaciones de chantaje político entre unos y otros grupos. "El PP nos dijo que si no garantizábamos una serie de votos a favor de las corridas tendríamos problemas con los correbous", desveló ayer la diputada del PSC en el Ebro, Nuria Ventura. "Así ha sido. Hemos perdido una oportunidad histórica para salvar los encierros y se ha disparado la incertidumbre sobre el futuro de los correbous", señaló.

Ningún partido se atreve a pronosticar las implicaciones del retraso en la norma que debe blindar los correbous, pero muchos aventuran que esta dilación sí afectará a la votación relativa a las corridas. Los impulsores del voto antitaurino también empiezan a mostrarse incómodos ante la contradicción. "No queremos votos por motivos interesados. Preferimos que se abstengan", ha asegurado el portavoz de la iniciativa que promueve el veto a las corridas.

JOSEP LLUÍS SELLART
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