La crisis que nos lleva
Chéjov es el gran retratista del desencuentro. En sus obras, el amor es una enfermedad de mal pronóstico, o un chispazo que no prende. En El jardín de los cerezos, Lopajin y Varia están deseando declararse, pero cuando los dejan solos se ponen a hablar del tiempo. La puesta en escena de Sam Mendes vale la pena sólo por ver cómo él y los actores Simon Russell Beale y Rebecca Hall reinventan esa escena con sinceridad, sin cambiar una coma, siempre a favor del texto. También por su desenlace, donde el octogenario lacayo Firs (Richard Easton), símbolo de una sociedad estamental que desaparece arrastrada por el capitalismo emergente, tiene la impronta patética de Bernhard Minetti abandonado a su suerte, cubierto por la nieve, en el final de Minetti, retrato del artista viejo.
THE CHERRY ORCHARD (EL JARDÍN DE LOS CEREZOS)
De Chéjov. Traducción de Tom Stoppard. Dirección: Sam Mendes. Madrid. Teatro Español. Hasta el 22 de abril.
Hay no pocos hallazgos y algún bache en este espectáculo ómnibus, cuyos ejes son el trabajo contenido del desbordante Russell Beale y el de Sinéad Cusack, más teatral. Ella y Paul Jesson imprimen perfiles estrafalarios a sus aristocráticos personajes con envidiable naturalidad. Mendes y Tom Stoppard, autor de la traducción, hacen una lectura clásica, sin actualizaciones. La compañía, plural en edades, registros y calidades, ofrece su perfil mejor en la segunda parte, de carácter coral, donde su director acaba de encontrar ese tono y ese ambiente ruso de fin de época que se le resistían.