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XIII Premio Alfaguara

El desierto como patria literaria

'El arte de la resurrección', del chileno Hernán Rivera Letelier, logra el galardón

Javier Rodríguez Marcos

"El desierto soy yo". Así de contundente es Hernán Rivera Letelier, que ayer ganó el Premio Alfaguara con El arte de la resurrección. La voz del escritor chileno llegaba por teléfono al salón de actos del Grupo Santillana desde Antofagasta, pero la reverberación parecía traerla de ultratumba. No cabía mejor puesta en escena para un autor nacido en 1950 en Talca, al sur de Chile, pero asentado desde los dos meses en el gran norte del desierto de Atacama, el más seco del mundo. Ni para una obra basada en la historia real de Domingo Zárate Vera, el Cristo de Elqui, un hombre que no sabía leer ni escribir pero que "hacía llorar a las piedras" cuando predicaba: se pasó los años cuarenta del siglo pasado proclamando que era la reencarnación del hijo de Dios y que el fin del mundo estaba al caer.

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Autor de una decena de novelas, entre ellas Fatamorgana de amor con banda de música, Mi nombre es Malarrosa y El fantasista, Rivera Letelier relató que se había basado en su experiencia como acompañante de su padre, predicador evangélico, para componer un personaje con barba, pelo largo y túnica -todo un Cristo de póster- en cuyo camino se cruza una prostituta beata de la Virgen del Carmen. Mientras ella trabaja, él sermonea a los hombres que esperan turno.

Zárate Vera es en Chile un personaje mítico al que Nicanor Parra dedicó en 1977 un libro entero: Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, prolongado en otro escrito dos años más tarde. "La neurosis no es una enfermedad / es una concentración de energía psíquica / que debemos saber aprovechar / un neurótico bien administrado / rinde el doble o el triple que un sujeto normal / tomen el caso de Napoleón Bonaparte, / de don Miguel de Cervantes Saavedra". Así hablaba el Cristo de Parra. El de Rivera Letelier es, según su autor, una mezcla de investigación e imaginación.

La investigación le llevó a seguir los pasos del mesías del salitral y a no perder de vista un acontecimiento al que ya había dedicado en 2002 su novela Santa María de las flores negras: la matanza de la escuela de Santa María de Iquique. El 21 de diciembre de 1907 los militares masacraron a cerca de 3.000 mineros en huelga. La imaginación, entre tanto, es hija del boom y nieta de Juan Rulfo. La magia del autor de Pedro Páramo, la maravilla de García Márquez, la sabiduría de Borges y el humor de Cortázar son los ingredientes que, repasando el santoral, el nuevo premio Alfaguara dijo haber metido "en una batidora" para escribir El arte de la resurrección. El batido le valió ayer los cerca de 130.000 euros del galardón.

"¡Una estupenda novela que no podrá adaptarse al cine sin dejar en evidencia al director!", dijo el presidente del jurado, Manuel Vicent, sobre "la precisión y el barroquismo" del estilo "no filmable" de la obra galardonada, que se presentará en torno al 18 de mayo próximo. "¡Claro que se puede filmar. Está llena de imágenes potentísimas!", salió al paso el productor y director de cine Gerardo Herrero, miembro también de un jurado completado por la escritora y académica Soledad Puértolas, el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez, Juan Miguel Salvador (de la librería Diógenes, de Alcalá de Henares) y Juan González (de Santillana). A ellos se sumó en el acto de ayer Ignacio Polanco, presidente de PRISA, grupo editor de Alfaguara y EL PAÍS.

Rivera Letelier terció en la discusión para decir que si algún director se animaba... Espera, eso sí, tener mejor suerte que García Márquez e Isabel Allende con las adaptaciones. El escritor chileno publicó el año pasado La contadora de películas. Se había estrenado en 1994 con La reina Isabel cantaba rancheras. Tenía 44 años. Se había pasado 30 "explotado como obrero". En el desierto aprendió a leer y a escribir. Por eso dijo que El arte de la resurrección es una novela contada "desde la piedra misma". Lo había avisado, con eco, nada más levantar el teléfono al otro lado del mundo: "Basta con verme la cara para comprobar que no soy un intelectual. Tengo más pinta de boxeador en decadencia. Mi rostro es la cartografía del desierto".

De izquierda a derecha, Juan Gabriel Vásquez, Gerardo Herrero, Soledad Puértolas, Ignacio Polanco, Manuel Vicent, Juan Miguel Salvador y Juan González.
De izquierda a derecha, Juan Gabriel Vásquez, Gerardo Herrero, Soledad Puértolas, Ignacio Polanco, Manuel Vicent, Juan Miguel Salvador y Juan González.ULY MARTÍN
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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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