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Reportaje:

El disco de moda no se puede comprar

Danger Mouse, influyente productor, vende un CD virgen en un estuche de lujo tras una riña legal con EMI

Diego A. Manrique

A pesar de que el título haga referencia a San Juan de la Cruz, parece una broma dadaísta. Dark night of the soul es la última ocurrencia del productor Danger Mouse, más conocido como la mitad del dúo Gnarls Barkley. Dos opciones para su compra: por 50 dólares (35,79 euros), como un libro con 50 fotos del cineasta David Lynch; por 10, como un cartel. En ambos casos, el material impreso viene acompañado por un CD. Pero, atención, se trata de un disco virgen, con el siguiente aviso: "Por razones legales, este CD-ROM no contiene música. Úselo como usted desee".

Está implícita la invitación a utilizar el disco para descargarse gratuitamente las 13 canciones que constituyen el corazón del proyecto Dark night of the soul, una colaboración entre Danger Mouse y el rockero alternativo Sparklehorse. Durante dos años, ellos crearon piezas instrumentales, la mayoría en una onda de lánguida psicodelia, que luego hicieron circular entre sus conocidos, a los que se ofreció aportar voces. Al final, se apuntaron Black Francis (The Pixies), Iggy Pop, Gruff Rhys (Super Furry Animals), los Flaming Lips, Jason Lyttle (Grandaddy), Suzanne Vega, Julian Casablancas (The Strokes), Vic Chesnutt, Scott Spillane (The Gerbils), James Mercer (The Shins), Nina Persson (The Cardigans), el mismo David Lynch y Mark Linkous (que es el nombre real de Sparklehorse).

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Mark Linkous, la voz triste de Sparklehorse

Un intrigante reparto, especialmente atractivo para el sector indie del público. Y aquí, cuando entró el mercado en la ecuación, comenzaron los problemas. Tanto Sparklehorse como Danger Mouse están o han estado unidos contractualmente con la multinacional EMI, que también detenta los derechos discográficos de varios de los invitados. En el caso de Danger Mouse, no es una cuestión académica: como parte del dúo Gnarls Barkley, logró un pelotazo mundial con el atormentado Crazy (el tema fue comercializado por otra multinacional, Warner); aunque su siguiente lanzamiento haya pinchado, se sabe que tiene el toque dorado y, de hecho, ha vendido sus servicios como productor a EMI para varios proyectos de Damon Albarn.

Aparentemente, hubo negociaciones para editar Dark night of the soul a través de EMI. No se llegó a un acuerdo y Danger Mouse tiró por la calle del medio: conocedor de los mecanismos promocionales, dejó que creciera la bola alrededor de Dark night of the soul y puso la música a disposición de los internautas. Se beneficia de la debilidad actual de EMI, cuya imagen pública está muy deteriorada tras las rupturas con artistas como Radiohead o Paul McCartney. La compañía ha respondido mansamente, explicando que siguen en conversaciones con Danger Mouse y que no renuncia a una posible edición física de su trabajo.

En realidad, Danger Mouse está recreando la polémica que le dio a conocer: en 2004, soltó en la Red el llamado Álbum gris, una colección de injertos que combinaban elementos del Álbum blanco de los Beatles y el Álbum negro del rapero Jay-Z. La posibilidad de conseguir los permisos para comercializar el Álbum gris era tan remota que Danger Mouse ni siquiera lo intentó. Sencillamente, esperó a que EMI, como depositaria del legado de los Beatles, pidiera su retirada. Algo a lo que Danger Mouse accedió, sabiéndose vencedor: para entonces, su Álbum gris estaba disponible en infinidad de rincones de Internet y fueron millones las personas que se apresuraron a bajárselo.

Danger Mouse se deleita en su imagen de David digital enfrentado al gigante discográfico. Según sus declaraciones, el presente Dark night of the soul tuvo un presupuesto mínimo y no contó con adelantos de EMI o de otra compañía. Tanto Danger Mouse como Sparklehorse trabajaron en sus estudios caseros; las estrellas invitadas, conscientes de la peculiaridad de la propuesta, no cobraron (y, hemos de creer, nunca plantearon pedir un porcentaje de los posibles ingresos). Con falsa ingenuidad, Danger Mouse asegura que espera recobrar gastos con la venta de esos libro-discos sin música, de los que se han hecho 5.000 ejemplares numerados, inevitablemente convertidos en objeto codiciado y apto para especular. También alega la coartada artística: las fotografías de Lynch están expuestas en una galería de Los Ángeles.

En realidad, como ocurrió con In rainbows, el disco de emancipación de Radiohead, se trata de generar una parábola mercadotécnica, más que un modelo de negocio. El eco mediático garantiza una notoriedad muy rentable en estos tiempos de enfrentamiento general con las discográficas establecidas; los siguientes que intenten repetir la jugada comprobarán que los frutos del fenómeno se han reducido. De hecho, casi nadie recuerda que Danger Mouse y Sparklehorse ya trabajaron juntos en 2006, en un disco titulado Dreamt for light years in the belly of a mountain, que pasó desapercibido, a pesar de contar con la presencia -la aprobación- de Tom Waits.

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