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Adiós a un caballero de las letras

El editor que revolucionó el libro en España

Jaime Salinas murió en Islandia tras una vida dedicada al mundo editorial

Juan Cruz

Jaime Salinas descubrió en España un sueño que trajo de América, el libro de bolsillo. Entró por casualidad al mundo editorial, y cuando estaba a punto de dejarlo se fue a ver a Gallimard, en París. Y Gallimard lo puso en contacto con José Ortega Spottorno, que quería prolongar también la experiencia de Universal y de Austral. De ambas energías resultó Alianza Editorial, que revolucionó el libro aquí y constituyó una de las grandes iniciativas culturales del siglo XX. Ya no está Ortega, y Salinas murió ayer de madrugada en Islandia. Tenía 86 años.

Quien cuenta esa historia de "las ideas encontradas" es Javier Pradera, que compartió con Salinas el trabajo en Alianza. Pradera llevaba la non fiction -"a Jaime le gustaba denominar en inglés las categorías editoriales"- y Salinas se ocupaba de la ficción.

Fundador de Alianza y director de Alfaguara, era fiel a todo en lo que creía
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Esa historia de Alianza empezó en 1964. Salinas era hijo de Pedro Salinas, había nacido en una localidad argelina, había vivido el exilio con sus padres, hablaba el inglés que aprendió en Estados Unidos y conservaba el francés que le enseñó su madre. A Vicente Molina Foix le contó ayer Gudbergur Bergsson, gran escritor islandés, con quien pasaba Jaime largas temporadas en Islandia, que en los últimos días de su vida, en el hospital, Salinas volvió a hablar francés.

Lo cierto es que ayudó a Ortega, con Pradera, a revolucionar el libro en España, fue director general del Libro con Javier Solana, dirigió Alfaguara desde 1977 a 1982, fue el brazo derecho de Carlos Barral en Seix Barral... Y todo eso lo hizo partiendo de una enorme reticencia hacia el mundo del libro. Como él dice en sus memorias, quiso estar lejos del padre poeta; después de la guerra mundial, se integró en una empresa francesa de consultoría, y recaló en las imprentas de Seix hasta que la vida y la noche le llevaron a encontrarse con Carlos Barral.

Decía ayer Josep Maria Castellet que ese encuentro le cambió la vida a Jaime; conoció al mismo tiempo a Gabriel Ferrater, a Jaime Gil de Biedma, y el cuarteto lanzó a Seix Barral a un protagonismo rutilante. Como recuerda Molina Foix, era un hombre cosmopolita, que hablaba un inglés perfecto y un francés envidiable; conectó en seguida con el glamour de Francfort donde, como recuerda Beatriz de Moura, la directora de Tusquets, siempre estaba rodeado de los más grandes, Einaudi, Gallimard, Rowohlt... Barral le confió la organización del Premio Formentor, que fue el eje editorial de otras iniciativas que le dieron a Seix aquel marchamo.

No le bastó, dice Castellet. Fue entonces cuando marchó a ver a Gallimard, y de ese encuentro vino la historia en la que coincidió con Pradera. Él era, dice su amigo Luis Revenga, escritor y cineasta, un hombre fiel a todo aquello en lo que creía. Y esa idea fija abonaría ya el porvenir de su trabajo: poner el libro de bolsillo en el centro de las librerías. Cuando le llamaron para dirigir Alfaguara ya había logrado ese objetivo, y en la editorial de los Huarte que habían fundado los hermanos Cela (Camilo y Jorge) y que luego adquiriría Santillana, se propuso incorporar (dice Molina Foix) "a autores bien diferenciados" de todo el mundo, hasta conseguir "un catálogo perfectamente equilibrado", como dice Luis Suñén, sucesor, tras José María Guelbenzu, en la dirección de Alfaguara.El libro tenía que ser singular, pero tenía que ser de Alfaguara. Confió el diseño a Enric Satué, quien lo recordaba anoche "con gran añoranza; nunca más he tenido una libertad más absoluta para trabajar como la que tuve con él". Salinas colocó al traductor y al diseñador en el compromiso editorial, les pagaba con royalties, "hasta que el propietario dijo que así no se podía hacer". Palabras de Satué: "Era, por decirlo en términos tipográficos, un editor en caja alta, un editor con mayúsculas".

Javier Solana se lo llevó al Ministerio de Cultura, en el primer Gobierno del PSOE. "Era un gran amigo, un extraordinario colaborador, un hombre de una cultura extraordinaria". Ahí coincidió con Juby Bustamante, periodista, jefa entonces del Gabinete del ministro. "Un orgullo haber sido amiga suya". Otro amigo, Alberto Oliart, presidente de RTVE, dijo anoche: "Jaime Salinas trajo a España la idea de la biblioteca breve y ediciones de bolsillo. Ha sido un organizador permanente de ideas geniales. Formó parte de un grupo brillante, en el que estaban Castellet, Jose Agustín Goytisolo, Barral y Ferrater. Y actuaban así, en grupo, con reuniones que duraban hasta el amanecer. Él era una parte de ese grupo, pero era el organizador". Beatriz de Moura, editora de sus memorias: "Le quedó el segundo tomo. No lograba encontrar los documentos que hicieran más precisa su memoria, y renunció a continuar... A su alrededor juntó a mucha gente", y esa gente, decía su joven amigo, el editor Miguel Aguilar, le proporcionó "la energía que él mismo derramaba en sus iniciativas". María Hortelano, la viuda de uno de los asistentes a esos comités, Juan García Hortelano, describía así anoche la raíz de esa amistad que Salinas generó a su lado: "Teníamos una amistad muy ejercida, muy militada. Juan era mucho de querer mucho a la gente, y Jaime era el tito Jaime, el tío de nuestros hijos, de los hijos de Juan Benet, de nuestra hija Sofía. Nos divertíamos tanto, era tan poco castellano".

Jaime Salinas en Madrid en 2007.
Jaime Salinas en Madrid en 2007.BERNARDO PÉREZ
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