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Los egipcios mojan el churro

Abre en El Cairo la primera chocolatería tradicional para degustar el dulce español

Jeringos, tejeringos, tallos, calentitos... con azúcar o con anís, con un buen cafelón con leche pero, sobre todo con espeso y negrísimo chocolate. Mmm, los churros. Tan españoles como la mantilla, el jamón serrano o el fino; crujientes y dorados por fuera, tiernos por dentro, con el toque justo de sal y un poquito aceitosos. Los churros, mmm, ¡como para no sucumbir, aunque sea a 40 grados a la sombra! Así lo ha pensado un empresario egipcio-australiano que desde hace un mes ofrece a los cairotas la posibilidad de mojar El Churro en un nuevo establecimiento inaugurado con ese nombre en la capital egipcia. La fruta de sartén española por excelencia (con permiso de las porras), está ahora al alcance de los paladares árabes en la primera churrería que abre en este rincón del planeta.

Huele a fritanga ya un piso arriba y un piso abajo. El aroma lleva, prendido por las narices, hasta el rincón de la quinta planta de la primera fase de uno de los más grandes centros comerciales de Oriente Próximo. Se divisa a lo lejos el cartel y la erre doble de El Churro se convierte casi en una alegoría de la españolísima eñe. Abierto de par en par al ir y venir de galabeyas y hiyabs, la churrería se presenta a este nuevo mundo desde un rincón acristalado donde se divisa, reluciendo inoxidable, la reina de la fiesta: la churrera. Aceite hirviendo espera bajo la boca estrellada. El hilo de masa cae con brío y el aún poco mañoso churrero egipcio va cortando porciones generosas de a veintitantos centímetros que penetran en el líquido dorado y bailan hasta alcanzar un punto justo.

"El Churro es el primero de los diez establecimientos que se abrirán en la región hasta 2011" explica Mina Barsoum, responsable de operaciones de la empresa que ha puesto en marcha la idea. En agosto, siguiendo el éxito de este primer "ministerio de chocolatería", como han apellidado al lugar, se abrirá otro local en El Cairo y uno más en Beirut, en Líbano. Después vendrán los Emiratos Árabes y Turquía y más tarde el Reino Unido.

Ya mojan el churro en Australia. "Estuvimos en España en 2006 y vimos que se podía encontrar esta delicia en todas partes. Abrimos 22 establecimientos por toda Australia y después saltamos a China", explica el empresario. Barsoum nació en El Cairo aunque es la primera vez desde entonces que vuelve al país de su padre. "Pensamos que a los árabes les encantaría. Tienen un dulce muy parecido y en general son tremendamente golosos. Los fines de semana es imposible encontrar una mesa libre", cuenta.

Chocolate con secreto

Yasser Yaoub no huelga en explicaciones. Es el responsable de la sala y se interesa "por cada cliente". "A la gente le encantan. Los árabes somos golosos por naturaleza. Nos gustan los dulces y el chocolate. Cómo no iba a ser un éxito". Por eso para acompañar a la fritura nada mejor que "auténtico chocolate español". Este egipcio conoce de memoria la historia de Hernán Cortés y el cacao. Cómo lo llevó a España "para convertirlo en una bebida real" y cómo después se popularizó "debido a sus saludables propiedades", detalla. En su opinión, a pesar de lo que digan los belgas y los franceses, "no hay otro chocolate como el de España", y el que se consume en El Churro "sólo viene de allí", asegura. La marca del fabricante, así como la receta de elaboración son su "secreto mejor guardado" detalla el egipcio. Y señala una sala tras él en la que trabajan los alquimistas del bombón y la masa.

Para muestra, un botón. En una generosa taza de porcelana acompañada de una bandeja de churros espolvoreados con azúcar glass, viene un chocolate caliente, humeante; ni muy espeso, ni muy líquido. El aroma perfecto; ni muy dulce, ni muy amargo. De sabor delicioso a chocolate a la taza y a tardes de domingo en familia o a noches de juerga bien rematadas en San Ginés. Al churro le falta un punto pero apunta maneras y el toque justo de fritura espera apenas 30 segundos más tarde en la freidora. Un grupo de mujeres saudíes se interesa desde la entrada y pide una ración "por probar". El churrero recoge el guante y aguanta el medio minuto añadido mientras la masa, ahora sí, va cogiendo el color moreno que la caracteriza.

El pariente egipcio

Mientras, Yaoub explica que los churros no son un dulce totalmente ajeno a la cultura culinaria egipcia porque en aspecto se parecen al balah el sham, uno de los más populares postres locales, aunque su elaboración sea más parecida a la de los buñuelos porque incorpora huevo a la mezcla de harina y agua.

"Tuvimos la idea de poner chocolate de cobertura en pequeños botes para mojar, como alternativa o complemento al chocolate caliente, así añadimos un poco de variedad", detalla Barsoum. "No a todo el mundo le gusta el chocolate con leche; hay quien lo prefiere amargo, blanco o con un poco de dulce de leche". Para el asesoramiento contaron con algunos españoles, aunque no desvelan si en la empresa existe algún aporte hispano más a parte de los nombres y la tradición: entre sus otras especialidades están el castizo Madrid Mocha (chocolate con un toque de café), y el "auténtico" Barcelona (cacao con mantequila de cacahuete).

Es la hora. Ante un revuelo negro de niqabs, Yaoub sirve unos churros dorados flanqueados por sendos cuencos de chocolate blanco y negro. Tres manos enguantadas se lanzan hacia ellos con curiosidad y sin dudas comen: unos solos, otros bien mojados. Se acierta a vislumbrar un velo que se alza en un rápido movimiento y un rostro blanquísmo con la boca abierta para el homenaje. El velo cae. Los ojos se cierran. No hacen falta palabras. Mmm, los churros.

MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ
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