Triunfo de un cine sencillo e íntimo
El cineasta chino Wayne Wang logra la Concha de Oro por 'Mil años de oración' y recupera a un amigo, Paul Auster
"Hemos premiado una película sencilla y pequeña. Wayne ejecuta sus ambiciones de una manera perfecta". Así explicaba ayer el presidente del jurado, el escritor Paul Auster, la Concha de Oro a Mil años de oración. "Es la vuelta a sus comienzos, al cine independiente, habla de un mundo, el de los chinos americanos, que conoce muy bien".
Blanca Portillo: "Este premio ha sido una sorpresa y me empuja a seguir peleando"
El cineasta, nacido en Hong Kong y afincado desde muy joven en Estados Unidos, valoró el hecho de que el jurado de un festival como el de San Sebastián premie al cine más modesto e intimista. "No todas las películas son grandes historias y por ello no son más fáciles", añadió Wang. Con gafas de pasta, camiseta oscura y una amplia sonrisa permanente en su rostro, Wang señaló que sabía que su película había funcionado cuando notó la emoción que causó en el público cuando el día de la proyección vio la reacción de los cerca de 2.000 espectadores en la sala principal del Kursaal. "Vi en sus caras lo que sentían en sus corazones. Ése fue el mejor momento del festival", explicó el cineasta, para quien Mil años de oración es una historia sencilla para una película modesta. "El jurado, compuesto por gentes de diferentes idiomas y culturas, tan alejadas de la china, ha entendido este filme sobre la incomunicación y la pérdida", dijo.
El actor de Mil años de oración, Henry O, Concha de Plata a la mejor interpretación masculina, se enteró de la noticia por el propio Wang, que le llamó por teléfono desde San Sebastián. "Al principio se mostró muy comedido, algo habitual en él, pero luego comenzó a reír sin parar", explicó Wang sobre el actor, un hombre que sufrió años de cárcel durante la revolución cultural china. Un cautiverio que le dejó unas duras secuelas: la imposibilidad de poder mantener erguida la espalda.
La segunda película más valorada por el jurado fue la ópera prima de la directora de 18 años Hana Makhmalbaf. Rodada en Afganistán, Buda explotó por vergüenza narra la terca obsesión de una niña de seis años por ir a la escuela para aprender a leer y escribir. "Es una historia que habla de la inocencia, el poder y la muerte. Toda la sociedad está reflejada en esta película", señaló ayer la directora, siempre acompañada de su hermano. La hija de Mohsen Makhmalbaf confía en que Buda explotó por vergüenza ayude a comprender las duras circunstancias de un pueblo en permanente conflicto. "No me da miedo recibir premios tan joven. No sé si mi padre está feliz, la que lo está soy yo".
La película española Siete meses de billar francés, dirigida por Gracia Querejeta, logró el premio al mejor guión (ex aequo con John Sayles por Honeydripper) y a la mejor actriz. Según Paul Auster, la decisión de premiar a dos guiones se debe a los "agudos diálogos de Sayles, llenos de giros muy graciosos" y a la estructura de la historia de Querejeta: "Un filme coherente con todos sus personajes, todos muy vivos". Si el premio se dividió en guión, no fue lo mismo en interpretación femenina, y cuando todo apuntaba a que la protagonista de Siete mesas de billar francés, Maribel Verdú, era la firme candidata a la Concha de Plata, la sorpresa saltó con el premio para su compañera de reparto, Blanca Portillo. Gracia Querejeta, que dedicó el premio a su padre y a Verdú, destacó el duelo interpretativo de las dos actrices ("Una está de la mano de la otra y por eso me hubiese gustado un premio ex aequo").
Portillo no acudió ayer a San Sebastián a recoger la Concha de Plata porque no quiso suspender su función de Barroco en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. "Para mí ha sido una sorpresa enorme. Tengo una sensación muy rara. Desde que supe la noticia, he pensado mucho en la película, que está llena de vida y de luz. Es pura realidad y pura lucha y este premio me empuja a seguir peleando". Portillo también recordó a su compañera Maribel Verdú y dijo que sin ella y sin Gracia Querejeta esta historia sobre el encuentro de dos mujeres en torno a un hombre (padre de una y amante de la otra) que deciden remontar su viejo negocio de billar de barrio no hubiera sido posible. "Ahora somos Blanca Verdú y Maribel Portillo".

"Siete años ya son suficientes"
Después de siete años de no hablarse, Paul Auster y Wayne Wang, dos viejos amigos y colaboradores, volvieron ayer a abrazarse. Fue durante los ensayos de la gala de entrega de los premios. El triunfo de la película de Wang, Mil años de oración, tuvo un sabor doble para el cineasta chino. Con la Concha de Oro se premiaba su vuelta al cine más personal e independiente y se cerraba una vieja herida con Auster, presidente del jurado de esta edición. Según confesó a los periodistas el director chino, hace unos días se encontró desayunando en el hotel María Cristina al escritor neoyorquino, con el que no se hablaba desde que codirigieron Blue in the face. Auster tomó la iniciativa y se dirigió a él con una escueta frase: "Siete años ya son suficientes". "Fue un momento muy especial para mí", aseguró Wang ayer. "El premio está al margen y no tiene nada que ver con esta reconciliación".
Paul Auster también habló de este encuentro en una habitación del hotel, horas después de hacerse públicos los galardones. "Tuvimos nuestras desavenencias hace siete años y desde entonces no nos habíamos vuelto a hablar ni a ver. Con el tiempo los sentimientos se apaciguan y por eso hemos vuelto a hablar aquí. Cuando acepté ser presidente del jurado no sabía que concursaba una película de Wayne. Me enteré mucho después. Cuando lo supe sólo deseé una cosa: que fuera una buena película".
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