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Reportaje:

"El erotismo es energía primaria"

Milo Manara, el maestro del cómic sensual, vuelve al universo de los Borgia con un nuevo álbum que delata sus otras pasiones: la política y la historia

Guillermo Altares

Milo Manara se ha transformado en un símbolo del erotismo, su nombre evoca mujeres guapísimas que hacen ante los boquiabiertos lectores cosas muy sensuales. Sin embargo, la obra de este dibujante italiano (Luson, Bolzano, 1945), de este artesano de la historieta que ha trabajado con Fellini o Hugo Pratt, es mucho más que mujeres en posturas obscenas, mucho más que la serie de El click o El perfume de lo invisible. En sus dibujos se funden John Ford con Nathaniel Hawthorne, el surrealismo con el mundo en el que está a punto de acabarse la Aventura (HP y Giuseppe Bergman). Manara convirtió en dibujos las imágenes que Fellini soñó pero no pudo filmar (Viaje a Tulum), transformó un western en una historia de amor (El hombre de papel) y trabajó con el creador de Corto Maltés como guionista en dos de los mejores tebeos que ha producido la literatura europea: Verano indio y El Gaucho. Ahora, con Alejandro Jodorowsky como guionista, está terminando el cuarto volumen de la serie Los Borgia, donde las mujeres de Manara pululan por una visión durísima del Renacimiento.

El autor traza cada dedicatoria con un mimo increíble, sin importarle el tiempo
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"Era consciente de que corría el peligro de quedar encasillado y por eso he dejado de pintar historias mías y dibujo guiones de otros, como Vincenzo Cerami, un gran guionista de cine italiano, que escribió La vida es bella. Hemos colaborado en Los ojos de Pandora. Mi objetivo era tomar una cierta distancia, no porque me avergüence de El click, para nada, sino porque tenía miedo de quedar encasillado. Pero mi idea es retomar mis historias", explica Manara en una pausa de una agotadora sesión de firmas durante el Festival Internacional del Cómic de Angulema, el más importante del mundo, que congrega a cientos de autores desde el jueves hasta hoy.

El maestro, y no sólo sus mujeres, despierta pasiones y los responsables de una de sus editoriales francesas, Casterman, se encuentran desbordados. Calcularon que podría firmar unos 30 libros en dos horas, sin embargo sólo ha tenido tiempo para siete. Porque ahí es dónde se ve al artesano, al veterano de la pluma y el Rotring, que traza las dedicatorias con un mimo increíble sin importarle el tiempo. Esta entrevista se realiza en una pausa para fumar un puro, en un descanso de la avalancha.

"El erotismo es la energía primaria, lo que hace que se mueva todo, ocupa un espacio muy importante en la vida en general, en la cabeza de cada uno", responde casi inmediatamente cuando es preguntado sobre qué significa el erotismo para él. "En el momento en que el erotismo de los hombres es más fuerte es cuando son más productivos y después, cuando avanzamos hacia la vejez y la muerte, el erotismo comienza a desaparecer. El erotismo es una energía positiva, es la primavera. Eros manda. Es también la posibilidad de ser eternos. Si imaginamos una nave espacial que va hacia los confines del universo, la única forma que tenemos de llegar es que una pareja se reproduzca y los nietos de los nietos de los nietos llegarán. El erotismo nos garantiza una cierta eternidad".

En Los Borgia, un cómic a veces brutal -en la portada de la edición francesa se advierte, como en las viejas películas S, que puede herir la sensibilidad de los lectores- reúne sus pasiones: la historia, el erotismo y la política.

"Es una serie que describe la política de entonces, el Renacimiento. Era una historia que sólo podía ocurrir en Italia porque no fue nunca un reino unitario como Francia o España y era un territorio dominado por pequeños príncipes muy violentos, que luchaban entre ellos", explica. "En este contexto dividido, era posible tener una familia como los Borgia. Además, como el consejero del príncipe era Maquiavelo, el cinismo de la realpolitik nació en este periodo. Si tenemos en cuenta que Rodrigo Borgia fue elegido Papa en 1492, el año en que se descubrió América y en el que termina la Edad Media, con él nace la política moderna, su inmoralidad, sus dobles raseros, sus leyes para los poderosos y los débiles. Comenzó algo que seguimos viendo en nuestra política. La iglesia ha cambiado mucho pero los principios de la política no demasiado".

Manara asegura que una de las muchas cosas que aprendió de Hugo Pratt fue la pasión por la documentación. El autor de La balada del mar salado tenía una biblioteca con 30.000 volúmenes que utilizaba para recrear cualquier detalle. "Yo tengo menos, pero me gusta mucho investigar. Utilizo sobre todo los libros, aunque sé que con Internet es más fácil. En el caso de los Borgia, hay mucha documentación porque existe mucha pintura y frescos de la arquitectura funcional. Ha sido una investigación no demasiado difícil, pero apasionante".

A Manara, que quiso ser pintor antes de que la vorágine de 1968 le arrastrase hacia la historieta, le da igual que se hable de novela gráfica, fumetti, como se dice en Italia, donde sigue viviendo (en una casa de campo cerca de Verona) o tebeos. Le importa seguir ganando lectores -cuenta orgulloso que la ministra de Defensa, Carme Chacón, le llamó la última vez que estuvo en España- y espacios. Sobre todo le importa el oficio, como demuestra cuando se pone de nuevo a dibujar en las cubiertas de los volúmenes las mujeres más guapas de la historia del cómic o de la novela gráfica o de lo que sea.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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