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Reportaje:Craigie Horsfield | Fotógrafo

"La fotografía recupera al individuo en la masa"

Javier Rodríguez Marcos

"Tengo la sensación de estar exponiendo en el Pentágono". Lo dice Malcolm Le Grice frente a la proyección de la película sobre la Mona Lisa en la que lleva 32 años trabajando. El artista británico se refiere a la sala de arte de la Ciudad Financiera que el banco Santander Central Hispano ha levantado a las afueras de Boadilla del Monte, a veinte minutos de Madrid. Para llegar a esa sala hay que identificarse previamente (dos apellidos, número del carnet de identidad), pasar un primer filtro, tomar un microbús que circula junto al campo de golf del complejo bancario y pasar un último control. Tres cuadros de José Gutiérrez Solana, una colección de monedas y unos imponentes tapices flamencos dan paso a las salas que se abren al público mañana mismo y hasta junio próximo con la exposición Sobre la historia. Para Gloria Moure, comisaria de la muestra, la lejanía de Madrid le permitirá trabajar "al margen de la cultura espectáculo y de consumo". Con todo, subraya, el metro llegará en marzo a Boadilla y desde pasado mañana habrá autobuses directos a la sala de exposiciones desde el centro de la capital. Eso sí, la visita deberá hacerse previa inscripción telefónica en el 902 027 050.

"Para algunos, hacer una sola copia es antifotográfico. Muchos me ven como el Anticristo de la fotografía. Quizá tengan razón"
"No me interesa la idea de la fotografía como instantánea, que no hace más que congelar un falso presente"

Al final del trayecto espera una muestra que acoge 66 obras de 11 artistas, entre otros Bill Viola, Tacita Dean, Rodney Graham, James Coleman, Gary Hill, Jeff Wall o Sam Taylor-Wood; en otras palabras, la flor y nata del vídeo y la fotografía contemporáneos. Además, cuatro de ellos -Günther Förg, Cristina Iglesias, Malcolm Le Grice y Craigie Horsfield- han desarrollado proyectos específicos para la ocasión. A esta muestra seguirá otra en la que se relacionará el expresionismo alemán con El Greco, una de las estrellas de la colección del Santander. "Trabajamos sobre la memoria, sobre la historia", comenta Moure. "Desde las vanguardias nos hemos acostumbrado a la idea de modernidad como novedad y cambio perpetuo. Pero la historia no es algo estático, el pasado cambia con cada presente. La historia es la suma de las diversas concepciones del pasado que han producido los diferentes tiempos".

Precisamente, alrededor de la relación entre historia y presente ha girado en los últimos años el trabajo del fotógrafo británico Craigie Horsfield (Cambridge, 1949). Para esta ocasión, el artista ha trabajado en Madrid durante tres meses en una serie de grandes retratos individuales de personas anónimas que se completa con un grupo de siete tapices fotográficos de entre 16 y 25 metros cuadrados que recogen grupos de gente en la estación de Atocha, en la calle Preciados, en la sala El Sol y en la discoteca Joy Eslava. "Nunca he trabajado tan rápido. Normalmente, dedico a un proyecto unos tres años", afirma Horsfield mientras coloca las últimas luces de su instalación. "Cuando vine a Madrid me di cuenta de que mi conocimiento de la ciudad era el de un turista, pero enseguida se empezó a tejer una red. Un retrato es siempre una conversación, no es la obra de un artista que toma a alguien como objeto. Y estos retratos son los de amigos de los amigos de gente de la Fundación Santander. No se conocían entre sí, pero al final resultó que muchos habían ido a los mismos bares e incluso trabajado en los mismos sitios. Me interesa la continuidad, pero no en un sentido conservador. Me interesa la idea de relación, de comunidad".

Respecto a las imágenes de la multitud, el artista argumenta: "La multitud es uno de los grandes temas del mundo moderno. Pero frente a la idea de masa como supresión de la individualidad, la fotografía recupera lo que cada ser, aunque para nosotros no tenga nombre, tiene de individual. Cada cara, además, nos recuerda a alguien que conocemos. Son algo más que una etiqueta abstracta que clasifica y los petrifica como limpiadores, médicos, empleados o periodistas. Antes que la geografía, la ciudad es la gente".

Autor siempre de imágenes cargadas de contenido crítico que remiten, "sin nostalgia", a la fotografía pictoralista del siglo XIX y a la historia de la pintura occidental, Horsfield ha utilizado en su proyecto madrileño un claroscuro que es imposible no relacionar con la tradición de la Escuela Española que abarrota el Museo del Prado. Los anónimos protagonistas de sus retratos tienen algo de los sobrios filósofos de Velázquez. Horsfield asiente sin darle demasiada importancia: "Es inevitable, uno siempre ve el mundo a través de lo que ya ha visto. La memoria, el pasado siempre forma parte del presente. Claro que siempre se corre el riesgo del pastiche. ¿Velázquez? Lo más convincente de sus retratos es el tipo de relación que establece con el poder, con las instituciones de su tiempo. La humanidad de sus retratados, sean reyes o sirvientes, tiene que ver con la capacidad de su pintura para reformar el poder desde dentro".

El artista británico es consciente de que le toca convivir con la contradicción de trabajar con intenciones críticas en medio del complejo blindado del banco más poderoso de España. ¿El poder desde dentro? "Sé que la contradicción está ahí", concede. "Me quedé atónito cuanto llegué a este lugar. Tiene algo de Un mundo feliz, aséptico, seguro. ¡Un trabajador feliz es un trabajador productivo! Para muchos será un alivio salir de casa, ¿no? A veces hago proyectos de paisajismo, y al llegar aquí vi un montón de olivos centenarios. Cada uno vale 30.000 euros. Por otro lado, la gente de la Fundación Santander es amabilísima. ¿Qué hacer? La misma pregunta se planteó cuando se nos pidió a varios artistas que interviniésemos en el proyecto cultural de reconstrucción de la zona cero, en Nueva York. No salió adelante, pero yo tenía un estudio a seis manzanas del World Trade Center y me impliqué. Yo creo que uno tiene que participar en la comunidad, intervenir en la discusión. Puede quedarse fuera y dejar que los otros le dirijan. Aunque uno no intervenga, las decisiones de los demás le implican. Eso sin recordar que todos tenemos nuestro dinero en un banco".

El de Boadilla del Monte no es el primer proyecto español de Craigie Horsfield. En 1996 colgó en la Fundación Tàpies de Barcelona una exposición que recogía tres años de trabajo en barrios periféricos de la ciudad. Esa muestra le valió ser finalista del Premio Turner, el certamen que reúne cada año lo mejor de la escena británica en la Tate londinense. Cinco años más tarde desarrolló un proyecto en la isla canaria de El Hierro que terminaría sirviendo de base a su participación en la Documenta de Kassel de 2002.

Craigie Horsfield juega desde hace años en la primera división de la fotografía contemporánea, pero es algo más que un fotógrafo. Ha hecho películas, vídeos y piezas de sonido. Además, durante 12 años trabajó en Polonia como disc jockey: "¡Quizá por eso he terminado fotografiando clubes y discotecas!", afirma irónico mirando sus tapices de El Sol y Joy Eslava. "Una discoteca es un lugar que anestesia y, a la vez, un lugar en el que todo el mundo está atento a todo el mundo, como esperando intensamente algo que no llega, una chica, un chico, una canción, algo". Por lo demás, Horsfield se reconoce como una rara avis en el gremio de los fotógrafos. Salvo en el caso de proyectos específicos como el de Madrid, siempre deja pasar varios años entre el momento en que toma una foto y el momento en que la revela: "No lo hago porque espere que las imágenes envejezcan como el vino. El pensamiento se toma su tiempo. No me interesa la idea de la fotografía como instantánea, que no hace más que congelar un falso presente". ¿Cómo actúa la memoria en ese proceso? "La memoria fluye como la historia, que forma parte del presente. ¿Por qué elijo una y no otra? Supongo que uno imagina que, con el tiempo, entiende mejor aquella que elige".

La última singularidad de Horsfield le lleva siempre a realizar una única copia de cada foto. "La fotografía no es una ventana, es una superficie, un objeto que responde a una experiencia singular. Cualquiera puede ver en ella el significado que quiera, pero la experiencia es única". En un tiempo de reproducciones infinitas y copias múltiples por amor al comercio, la decisión de Craigie Horsfield es casi política: "Para algunos, hacer una sola copia es antifotográfico. De hecho, algunos me lo han llamado. Muchos me ven como el Anticristo de la fotografía. No me importa. Quizás tengan razón".

Craigie Horsfield, ayer en su exposición en la Fundación Santander Central Hispano, en Madrid.
Craigie Horsfield, ayer en su exposición en la Fundación Santander Central Hispano, en Madrid.LUIS MAGÁN
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Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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