El fracaso del padre

El cadáver de una chica desnuda que descansa a la orilla de un lago en la escena inicial de la película, la consiguiente investigación policial, las múltiples ramificaciones afectivas, educativas, amorosas y sexuales que llevan a que medio pueblo sea sospechoso del crimen, la belleza de la fallecida y su presunto carácter angelical, además de la tormentosa doble personalidad de los afectados, llevan inevitablemente al recuerdo de la Laura Palmer de Twin Peaks. Y, sin embargo, no hay película más distinta en tonalidad a la mítica serie de David Lynch que la italiana No mires atrás, notable debut en el largo de Andrea Molaioli, hasta ahora ayudante de dirección de Nanni Moretti, ganadora de diez premios David de Donatello (los Goya italianos), que llega a la cartelera española con casi cuatro años de retraso.

Porque, más allá de la intrigante resolución del caso (¿quién ha cometido el asesinato y por qué?), No mires atrás no es un thriller policial. O al menos no solo. En realidad estamos ante un drama sobre el ejercicio de la paternidad y, sobre todo, sobre el fracaso de ésta. El miedo a la responsabilidad, el sentimiento de culpa ante la enfermedad o la muerte accidental de un descendiente de corta edad, y la nula capacidad para la reconducción de la zigzagueante línea existencial de un hijo, temas presentes en el devenir de varios personajes masculinos, son tratados por Molaioli con sutileza, delicadeza y sensatez. Y, como en La ofensa (Sidney Lumet, 1973), el policía interpretado por el sensacional Toni Servillo (el apocado sastre de Gomorrra, el clown político Andreotti de Il divo) ejerce de espejo moral entre el caso y su vida privada, lo que hace de la película, al mismo tiempo, una trascendente reflexión moral y un lúcido entretenimiento criminal.