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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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La hamaca del náufrago

Diego A. Manrique

La BBC quiere celebrar a lo grande el 70º aniversario de Desert island discs. Asegura que, en Europa, es el programa de radio más longevo. Desde hace una temporada, se pueden escuchar online antiguas ediciones del programa, una posibilidad antes vetada debido a un conflicto entre la Corporación y los herederos del inventor, que conservan derechos sobre su difusión.

Desert island discs comenzó en 1942 con Roy Plomley, un locutor que preguntaba a los invitados por sus ocho discos favoritos, los que se llevarían si terminaran en una isla desierta, pero dotada con un gramófono; en medio de una guerra mundial, el planteamiento tenía cierto realismo.

La selección era una excusa para comentar la vida del náufrago en clave íntima y capturó la imaginación de la audiencia. Durante décadas, participar en Desert island discs era un reconocimiento casi tan prestigioso como recibir una medalla de manos de la reina; algunos han pasado por allí dos o tres veces, testimonio de su prolongado impacto social. Hasta se usa para hacer aclaraciones personales de difícil encaje en otros formatos: Gordon Brown refutó allí el rumor de su homosexualidad.

'Discos de la isla desierta' recuerda el carácter melómano de los británicos

Tom Stoppard tiene una pieza teatral, The real thing, donde el protagonista ha sido invitado a Desert island discs y está lleno de dudas: sus músicas favoritas carecen de reconocimiento social y tal vez debería confeccionar un listado de discos más aceptables. Seguramente, ese dilema se repite con los políticos británicos de nuevo cuño, que discuten con sus asesores antes de acudir a la convocatoria: saben que sus preferencias musicales son esenciales para construirse una atractiva identidad pública. Ciertamente, todos buscamos lo mismo si nos interrogan sobre nuestros gustos: queremos lucir exquisitos e inteligentes pero conectados con los oyentes (o lectores).

En los años cincuenta, se amplió el cuestionario: el participante debía escoger un libro (que no fuera la Biblia o Shakespeare) y un objeto inanimado, un capricho que -manteniendo la fantasía del moderno Robinsón- no sirviera para escapar de la isla o comunicarse con el exterior. Por entonces, el pop no era música valorada: las selecciones se inclinaban hacía la clásica y, los más audaces, el jazz. Según pasaron las décadas, se derribaron las barreras: actualmente, el hit parade de la isla desierta está encabezado por Beethoven y los Beatles.

El programa funciona maravillosamente en Reino Unido, que es una nación de melómanos. Resulta más problemático en España. Hablo por experiencia propia. En varias ocasiones, intenté realizar algo ligeramente parecido en Radio Nacional de España, incluso en Radio 1, donde ahora se miran con sospecha los programas musicales.

Lo hicimos a principio de los noventa, en Modernos populares, programa diario que presentaba Rosa María Mateos. Gracias a su agenda, desfilaron políticos, periodistas, artistas. Allí, naturalmente, no pedíamos el estrambote del libro y el objeto: sencillamente, música que reflejara sus experiencias vitales.

Posiblemente, tuvimos una mala racha: los listados que nos ofrecían tenían poca imaginación. Fuera cual fuera su ideología o su lugar de origen, todos los participantes elegían Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat. Resultaba tan monótono que buscamos versiones diferentes del tema, para evitar pinchar todas las semanas la misma grabación de 1971.

Lo duro fue comprobar que algunos de los invitados carecían de paladar musical. Se presentaban con grandes éxitos, canciones indiscutibles, pero en interpretaciones deplorables, sacadas de recopilaciones veraniegas o colecciones instrumentales más propias del hilo musical. No hablo de versiones-tan-malas-que-resultan-atractivas: me refiero a puros subproductos.

Aunque quizás eran peores los que habían oído campanas pero no sabían donde. Duro tener que morderse la lengua cuando alguien pontifica a micrófono abierto que Elvis copió su música y sus bailes de Chubby Checker. Cierto que Presley derivó mucha inspiración de la música negra que sonaba en Memphis pero precisamente ese ejemplo no era válido: el rey del rock & roll empezó a grabar cinco años antes que el llamado rey del twist.

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