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Premio Príncipe de Asturias de las Artes
Columna
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Un humanista visionario

Deslumbrados por la escala colosal y la audacia técnica de tantos de sus edificios, con frecuencia olvidamos lo que la obra de Foster tiene de utopía social y aventura estética. Desde sus primeros proyectos, como el realizado para la naviera noruega de Fred Olsen en los muelles de Londres, que reunía a los descargadores y a los oficinistas en un espacio único limitado por una tersa fachada de vidrio que era a la vez un logro constructivo y una declaración de intenciones artística, su trayectoria ha procurado reconciliar los valores democráticos y la innovación tecnológica con el refinamiento visual.

Fruto de este empeño son obras maestras como las oficinas paisaje de Willis Faber & Dumas, el monumental y liviano Centro Sainsbury o el Banco de Hong Kong y Shanghai, que cambió la forma de construir rascacielos como su aeropuerto de Stansted transformaría irreversiblemente las terminales aéreas, o como su Carré d'Art en Nîmes alteraría la manera de abordar el diálogo entre el patrimonio y la construcción contemporánea. Al final, sería el propio Foster el que daría el paso siguiente: en los rascacielos, con obras ejemplares como el Commerzbank de Frankfurt o el Swiss Re londinense; en los aeropuertos, con realizaciones titánicas como la terminal de Chek Lap Kok o el nuevo aeropuerto de Pekín; o en las obras de intervención en arquitecturas históricas, como la llevada a cabo en el British Museum o la extraordinaria transformación del Reichstag.

Reconcilia valores democráticos con innovación técnica y refinamiento visual
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El triunfo del arquitecto global

Muchas de estas obras son igualmente admirables por su atención a la sostenibilidad, como evidencia Masdar, una nueva ciudad sin coches, sin producción de residuos y carbon-neutral en Abu Dhabi. Pero junto a estos proyectos visionarios o sus grandes realizaciones de infraestructuras, de las que en España tenemos buenos ejemplos en la torre de Collserola o el metro de Bilbao, el arquitecto ha completado pequeñas obras de rehabilitación tan elegantes y silenciosas como sus tres espacios madrileños: su propia casa, el estudio profesional, y la sede de Ivorypress, la galería de arte y librería dirigida por su esposa Elena Ochoa, donde ayer recibió la noticia del Premio Príncipe de Asturias mientras asistía a la inauguración de la mágica exposición de Ai Weiwei: en ese mismo lugar se mostrarán en septiembre los dibujos de este zurdo genial, que resumen con su trazo analítico y exacto la naturaleza clásica de una arquitectura intemporal.

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