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Reportaje:

La linterna mágica de Farrand

Una exposición en Madrid muestra las primeras imágenes urbanas y rurales de Ecuador, realizadas por el fotógrafo franco-estadounidense en el siglo XIX

El fotógrafo franco-estadounidense Camillus Farrand llegó con su máquina y su pantalla a un pueblo recóndito de Ecuador con la magia del Melquíades de Macondo. Pionero del estereopticón (una máquina con dos lentes que permitía fundir imágenes), desenfunda su invento ante el asombro de los lugareños, al igual que el personaje que trazó García Márquez en Cien años de soledad. Corría el año 1860 y la fotografía era aún un misterio en el país andino.

Farrand se convirtió a golpe de instantáneas en uno de los principales testigos de la vida rural y urbana del siglo XIX a su paso por Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador. Era la época en la que la fotografía estaba dominada por los europeos y los estadounidenses y vetada para los latinoamericanos: la técnica y los costosos materiales hacían de este arte un medio inalcanzable para la mayoría.

La exposición Un legado del siglo XIX. Fotografía patrimonial ecuatoriana, ubicada en la Casa de América de Madrid hasta el 31 de mayo, recoge parte de ese legado, en su mayoría creado por Farrand, aunque a él se han añadido algunas instantáneas de autores desconocidos y una del fotógrafo ecuatoriano Roberto Ponce. En el conjunto de la exposición, a través de vistas urbanas y paisajes de Ecuador, la imagen se convierte en patrimonio público y memoria colectiva.

Lucía Chiriboga, comisaria de la exposición, resalta la intensa labor de investigación llevada a cabo durante 10 años para poder recopilar las piezas de la muestra. "Hemos tardado ocho años en localizar a Camillus Farrand y ha sido como encontrar un tesoro. Gracias a él hemos accedido por primera vez a imágenes de paisajes urbanos y rurales del siglo XIX", explica la responsable del catastro de las colecciones fotográficas en Ecuador. En una época en la que la fotografía estaba sólo al alcance de las élites políticas, económicas y eclesiásticas, encontrar imágenes inéditas de paisajes, de indígenas y de rincones de Quito (Farrand se perdía por sus callejuelas tras extenuantes jornadas en el interior del país), hace de la muestra algo excepcional, y de las imágenes, herencia cultural.

La mirada del extranjero

Frente a la fotografía de Roberto Ponce que se exhibe en la Casa de América ?una imagen en sepia de un grupo de niños indígenas, alineados y con mirada ausente?, Lucía Chiriboga habla con emoción del legado fotográfico y de cómo romper las barreras que impusieron las lentes que llegaron de Occidente. "Inconscientemente, cuando fotografiamos, lo seguimos haciendo con la mirada del extranjero; en el caso de esta fotografía, el autor era ecuatoriano, de los pocos que hubo, pero era mestizo y fotografió a los niños como se retrata al otro, al diferente, imponiendo su forma de mirar", cuenta.

Para muchos indígenas de la época, la cámara no sólo era un invento extraño: también era un artilugio que robaba el alma a cambio de nada.

Las imágenes amarilleadas y cuarteadas (uso de la albúmina sobre bromuro de plata y con una base de clara de huevo) de aguateros, recolectores de café, el Quito colonial y paisajes caudalosos, donde el agua recuerda al visitante lo que fue y es el país, y los retratos de las mujeres de los hacendados forman un mosaico social que nos remite a la complejidad de un país en el que coexisten diferentes realidades culturales y geográficas: costa, sierra y oriente. "Invitamos al ecuatoriano, tanto allá como en España, a releer nuestra propia cultura, a refrescar nuestra memoria histórica con la emoción de recuperar nuestra identidad", señala Chiriboga. Y añade que este legado visual es "patrimonio de todos", porque "reconstruye el pasado y encuentra en el presente las huellas que aún perviven en la trama de la diversa y compleja sociedad ecuatoriana". Una muestra de lo que constituye la primera entrega del proyecto de registro e inventario de la fotografía histórica que se incluye en el plan de gestión integral de la cultura emprendido por el Gobierno de Quito.

Atrás ha quedado la linterna mágica de Farrand. En el siglo XX se democratizó la fotografía en Ecuador. Ya no sólo es territorio para potentados. Se ha familiarizado y convertido en herramienta indispensable para actos y celebraciones sociales. Nuevas puertas se han abierto, dando paso a una revolución en la que los fotógrafos locales desempeñan su papel. "En los noventa surge una gran fotografía que ya no retrata con ojos de extranjero, pero siempre desde un sincretismo entre Occidente y la visión latinoamericana", concluye Lucía Chiriboga.

Indios aguateros de Quito portando pondos.
Indios aguateros de Quito portando pondos.
Puente de Cusúa, mirando desde el sureste.
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