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Reportaje:

El mensajero del horror

Don McCullin muestra en Madrid sus imágenes de guerra, dolor y desolación

El olor fétido tan característico del cólera inundaba la frontera de Pakistán oriental, entre India y Bangladesh, en 1971. El fotógrafo Don McCullin (Londres, 1935) llevaba días contemplando la deshidratación de los refugiados bengalíes que huían de una guerra fratricida y bebían desesperados las cercanas aguas contaminadas, extendiendo la enfermedad. De repente, vio la imagen que marcaría su carrera. Un hombre con un bebé en brazos y tres niños pequeños a su lado, junto a una camilla sobre la hierba en que está depositado el cadáver de la madre. "Fue uno de los peores momentos de mi vida", recuerda tres décadas después, con la mirada clavada en el libro Don McCullin (Lunwerg) que reúne 64 de sus impactantes imágenes en blanco y negro.

Aquel día, en la frontera india, trató de hacer la fotografía mirando al cielo, para que no vieran que estaba llorando. "El padre se lamentaba, preguntando cómo iba a dar de comer a sus hijos, sobre todo al pequeño, que se mordía los puños de hambre. Cuando hice la foto, le di el dinero que tenía, pensando que quizás no lo aceptaría. No me sentí mejor. En cierto modo, estaba comprando la libertad de mi conciencia", afirma McCullin, considerado una leyenda del fotoperiodismo.

Su trabajo, que recorre conflictos del último medio siglo, se expone por primera vez en España, en la Sala del Canal de Isabel II hasta el próximo 27 de enero, bajo el título Don McCullin. Una trayectoria heroica. Las 129 fotografías incluyen no sólo hambrunas y guerras, desde Chipre a Nigeria, pasando por Congo o Vietnam, sino también vagabundos dignificados por la cámara, la construcción del muro de Berlín o paisajes, su forma de buscar paz. "Mucha gente critica mis paisajes porque dice que son muy oscuros, como si se tratara de escenas de guerra. Pero después de haber visto crímenes contra la humanidad, todo eso se interioriza. Cuando estoy solo, revelando mis fotografías en la oscuridad y el silencio del laboratorio, salen inevitablemente así", explica.

¿Cree que sus fotos cambiaron algo las cosas? McCullin sacude la cabeza, escéptico. "Las cosas han ido a peor. No ha servido de nada. Cuando fotografío, sólo planteo: '¿Esto está bien o mal?'. Porque yo creo que está mal, pero sólo soy el mensajero. Ése es mi papel en los conflictos". Aunque se define como un sencillo fotógrafo, no entrenado para ayudar a las víctimas como podría ser un médico, en muchas ocasiones "tiró la cámara al suelo" para alejar del frente a hombres heridos, o renunciar a una fotografía que ponía en peligro la vida de algún detenido. "Este año, por primera vez en toda mi vida, me llamaron de Intermón Oxfam para que colaborase con ellos: '¿Irías a Darfur?'. ¡Por fin me llamaban! La campaña recaudó tres millones de euros. Y por primera vez sentí que hacía algo útil".

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