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Reportaje:

El momento cumbre de Jorge Oteiza

Una exposición rememora el enorme impacto del artista vasco en la Bienal de São Paulo de 1957

Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003) era un completo desconocido cuando llegó a la IV Bienal de São Paulo de 1957, un cruce entre los últimos coletazos de las vanguardias históricas con el germen de las nuevas tendencias de la segunda mitad del siglo XX.

"Oteiza buscaba el éxito y, cuando estaba cerca de alcanzarlo, él mismo provocaba el fracaso"
La muestra recrea el arte español de la época a través del escultor y sus coetáneos en la bienal
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La excepción necesaria

El pabellón de Alemania mostraba obras de los miembros de la Bauhaus; Austria contaba con Schiele, Francia con Chagall, Italia con Morandi. Desde Estados Unidos habían llegado obras de Pollock, Guston y De Kooning, y del Reino Unido, de Nicholson y Paolozzi. La competencia era fuerte, pero Oteiza tenía la profunda determinación de conseguir el reconocimiento internacional. Y lo consiguió. Salió del certamen con el premio internacional de escultura que marcó el punto álgido de su trayectoria artística. Junto al escultor vasco expusieron en el pabellón español nombres que significaban la renovación más radical: Antoni Tàpies y los miembros del recién formado grupo El Paso Luis Feito, Manuel Rivera y Manuel Millares. Al cumplirse su 50º aniversario, el Museo Jorge Oteiza recuerda en Alzuza (Navarra) aquella gloriosa bienal con la exposición São Paulo 57, en la que rodea casi la totalidad de las esculturas que presentó Oteiza con una selección de obras de otros artistas participantes.

Un año antes de la inauguración de la Bienal de São Paulo Oteiza había puesto en marcha con su mecenas, el constructor Juan Huarte, el plan H. El dinero del empresario dio alas a Oteiza para culminar los trabajos de experimentación que llevó a cabo a lo largo de la década de los cincuenta y redondear el proyecto que llegaría a São Paulo bajo el nombre Propósito experimental 1956-1957. Oteiza fue el único artista de los representados en el pabellón español que viajó a Brasil, decidido a transgredir las normas desde el principio. El número de obras de cada artista estaba limitado a 10; Oteiza presentó 28 esculturas, agrupadas en 10 familias para eludir la prohibición. Editó además un catálogo en el que explicaba que concebía la escultura como "desocupación activa del espacio por fusión de unidades formales livianas".

Las salas del Museo Jorge Oteiza, diseñado por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza integrando la casa en la que vivió el escultor, rememoran el panorama que ofreció la Bienal de São Paulo, lo que Oteiza llamó "la memoria del porvenir", recuerda el comisario de la exposición, Javier Manzanos. La colección de esculturas que el escultor presentó en el pabellón forma el corazón de la muestra. Están presentadas con "el desorden ordenado de Oteiza", dice Manzanos, intentado evocar el aspecto que tenía el pabellón español con el apoyo de abundante documentación y fotografías.

Se han reunido 25 esculturas de las 28 que Oteiza llevó a la bienal. De las tres que faltan, dos se encuentran en paradero desconocido y una forma parte de otra exposición temporal. A su alrededor se han instalado las obras de sus compañeros en el contradictorio pabellón que España presentó en São Paulo, en el que los artistas que seguían los caminos más trillados y académicos convivían con la renovación más radical, en sintonía con lo que ocurría en Europa. Por un lado están los artistas enmarcados en la figuración ("de tendencia expresionista", los definió entonces el comisario del pabellón español): el escultor José Planes y los pintores José Vento, Francisco Capuleto y Josep Guinovart, que todavía trabajaba en el campo figurativo. La nómina de artistas españoles se completó con Tàpies -renuente a la participación en bienales, que consideraba "viajes en rebaño"- y con Feito, Rivera y Millares. Las obras elegidas para São Paulo 57 estuvieron en la bienal o son representativas del trabajo de los artistas en aquella época. Están en Alzuza los primeros cuadros que Millares realizó con arpilleras y las piezas en las que Rivera experimentaba con telas metálicas. También se han incluido obras de Toni Clavé, que acudió a São Paulo dentro del pabellón de Francia.

El historiador Alfonso de la Torre, autor de uno de los artículos del catálogo de la exposición, defiende que después de São Paulo el arte abstracto español no fue lo mismo. La trascendencia internacional abrió dudas en algunos artistas sobre su participación en las bienales y el apoyo que suponía para el régimen franquista y propició la "normalización", señala De la Torre, que desembocaría en la creación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca en 1966.

La obra de los artistas premiados en São Paulo recuerda el contexto que rodeó a la representación española. Ocho lienzos recorren el trabajo de Morandi, "el silencioso de Bolonia", que, a pesar de que no quería participar, acabó ganando el gran premio de la Bienal. A Oteiza no le gustó la idea. Amenazó al jurado con no aceptar el premio de escultura que ya le habían otorgado si Morandi era galardonado. Su candidato era Nicholson, que finalmente obtuvo el premio de pintura. Poco después del arrebato, reconsideró sus palabras y pidió disculpas. Oteiza, siempre polémico, aseguraba años más tarde que él atacaba entonces a Chagall, con quien Morandi disputaba el gran premio.

São Paulo fue un gran trampolín internacional que Oteiza no aprovechó. Comenzaron entonces a gestarse exposiciones internacionales y el artista, exultante, prometía que el premio iba a impulsar la creación de obras para próximas bienales. Era un momento de gloria en el que no se encuentran indicios de que el final de su carrera de escultor estaba muy cerca. Todos los proyectos se abortaron: dos años más tarde, Oteiza decidió abandonar la escultura, convencido de que había agotado el proceso de experimentación. Manzanos recuerda que la compleja personalidad del escultor era proclive a desencadenar una tempestad cuando los vientos soplaban a su favor. "Buscaba el éxito y, cuando ya estaba cerca de alcanzarlo, él mismo provocaba el fracaso", dice. "Es parte del mito de Oteiza".

Oteiza, tras recibir el premio de escultura en la Bienal de São Paulo en 1957.
Oteiza, tras recibir el premio de escultura en la Bienal de São Paulo en 1957.
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