Los montajes teatrales del año

Ahí van, a modo de balance aproximativo, algunas de las mejores funciones de la temporada, por riguroso orden de aparición en escena:

PPP

X. Albertí / Ll. Cunillé

Xavier Albertí y Lluïsa Cunillé, en espléndida forma, sirvieron en el Lliure una guía abreviada (y completísima) de San Pier Paolo Pasolini: la lucidez profética, el humor, el erotismo, la fiereza, la desesperada vitalidad. Momentos estelares: Lina Lambert exhumando los objetos personales del poeta mártir; Montse Esteve transmutada en Mamma Roma; Jordi Collet reviviendo el polvo apenas ensalivado de Petrolio; Xavier Pujolrás danzando la mano de Dios de Maradona. Cabaret literario en el mejor sentido de la palabra: denso, ligero, hermosísimo. ¿Para cuándo la imprescindible gira española? (extiendo la pregunta a Last chance, la deliciosa y poliédrica nueva comedia de Carol López).

Barcelona mapa de sombras

Lluïsa Cunillé

¿Cunillé de nuevo? Sí, y con su obra maestra, triunfante en Madrid (sala Francisco Nieva), dos años después de su aclamación barcelonesa. Un viejo matrimonio en una vieja casa del Ensanche, donde "las almas son bajas y pequeñas como gateras". Una noche de verano. Una ronda de solitarios: una profesora náufraga, un ex futbolista que busca madre, una extranjera embarazada, un cirujano enigmático. Y un diario secreto, y el río oscuro de La bohème, y travestismos íntimos, y combustiones espontáneas. Gran texto, gran dirección de Laila Ripoll, grandes actores. A destacar, Walter Vidarte con los ojos de Antonio Vico; el impecable Roberto Enríquez y la descomunal Montserrat Carulla.

Divinas palabras

R. M. del Valle-Inclán

Puro Teatro Pánico, puro hardcore, medio siglo antes de que se inventaran esas cosas. La obra más bestia en toda la historia del teatro español; un aguafuerte goyesco de codicia, lujuria, incesto, demonología y barbarie, en un poblacho de Peckinpah pero en gallego. Gran dirección de Gerardo Vera y reparto de campanillas para inaugurar, faltaría más, el teatro Valle-Inclán, antes Olimpia. Cuatro damas de aúpa: Alicia Hermida (imponente Marica del Reino), Julieta Serrano (una Tatula casi koltesiana), Julia Trujillo y Sonsoles Benedicto, maestras a la hora de decir (y sentir) a Valle. Y Elisabet Gelabert (Mari Gaila), toreando "por Gloria Muñoz", y Fernando Sansegundo, antológico Pedro Gailo.

Sainetes

Ramón de la Cruz

Fiesta grande en el Pavón: la consagración como director del dramaturgo Ernesto Caballero; la primera apertura de la CNTC, rebasando el sempiterno Siglo de Oro para acoger en su casa a don Ramón de la Cruz (gentileza de Eduardo Vasco), y la presentación en sociedad de una compañía de muchísimos quilates al servicio de unos Sainetes ultramodernos, que anticipan a Emilio Carrere, a Nieva, a Valle y a las mismísimas Corsarias. Un espectaculazo que podía haber firmado Escobar o José Luis Alonso, con el verso, cosa rarísima, actuado frase a frase. Y un reparto redondo y rotundo, con grandes damas futuras: Susana Hernández, María Jesús Llorente, Natalia Hernández, Rosa Savoini.

The changeling

T. Middleton / W. Rowley

Difícil me lo ponen a la hora de elegir el mejor espectáculo extranjero. Vale, mi voto para The changeling, la prefiguración isabelina (Middleton & Rowley) de Love will tear us apart de Joy Division. El montaje de Declan Donnellan (en el Mercat, en el Español) era magistral y alucinatorio, con un Will Keen más tenebroso que John Malkovich, pero ¿qué me dicen de Robert Lepage fregolinizándose en todos los espejos de The Andersen Project (teatro de Madrid)? ¿Y no debería disputarle el primer puesto el Ritter, Dene, Voss de Krystian Lupa, el mejor montaje de Bernhard (María Guerrero) que hemos visto en mucho tiempo? Dioses, qué dudas tengo. Elijan ustedes, estimadísimos lectores.

Lúcido / La felicidad / Un hombre se ahoga

Rafael Spregelburd / Javier Daulte / Daniel Veronese

Lúcido. Ya me he disparado: hecha la ley, hecha la trampa. Ahora que no miran, voy a juntar aquí tres espectáculos argentinos, pongamos que por lo de la cuota. Y porque eran y son igualmente notables. He elegido Lúcido, de Rafael Spregelburd, estrenado en catalán en Temporada Alta: maravillosa, fascinante comedia de universos paralelos, con una arrasadora Cristina Cerviá. Se verá en la Beckett en enero, por cierto. Pero también se vio, en catalán, La felicidad, de Javier Daulte, otra fiesta de la imaginación libre, con la gran Clara Segura. Y por Temporada Alta pasó y dejó muchísima huella Un hombre se ahoga, de Veronese: las Tres Hermanas con el sexo de los personajes cambiado y la verdad vivísima e intocable.

Viejos tiempos

Harold Pinter

Rosa Novell fue, que yo sepa, sacerdotisa solitaria del año Pinter con Vells temps (Old times), una de sus obras maestras y el gran éxito underground (10 días en la Beckett, índice de ocupación del 104%: hubo que añadir sillas) del Grec. Asunto: la inaprensibilidad del pasado, ese país extranjero. O la memoria como apropiación indebida y arma arrojadiza. Victor Pi era Deeley, el marido brutal y progresivamente desintegrado. Rosa Renom era Anna, la visitante: un falso gorrión con mirada de lechuza desvelada y pico de quebrantahuesos. Rosa Novell dirigió, firmó la traducción y encarnó a una Kate elegante, delicadísima, terrorífica. ¿Quieren creer que aún no ha "hecho" temporada?

Los productores

Mel Brooks

Escribí en su día: "Es una catedral de palillos usados, un globo aerostático de chicle, un banquetazo en un restaurante chino". Lo dije y lo sostengo: el mejor musical del año, una máquina de placer, pura efervescencia. En el Coliseum de Madrid, por si aún no la han visto, que lo dudo. Santiago Segura se lió la manta a la cabeza: ahí es nada debutar en teatro cantando, bailando, y en el rol de Max Byalistock, un rey de la comedia. Con un reparto rebosante de temibles robaescenas: José Mota (revelación absoluta de la función), el imponente Fernando Albizu (revelación/confirmación bis) y los gloriosos Miguel del Arco y Ángel Ruiz, y Dulcinea del Arco como una Ulla pluscuamperfecta.

Plataforma

Michel Houellebecq

Nunca pensé que del texto de Houellebecq, la revisión nihilista de Vicky Baum, pudiera salir un espectáculo tan potente. Recién estrenado, por cierto, en el Bellas Artes madrileño, tras su triunfo en Edimburgo. Tampoco pensé que Calixto Bieito estaría tan contenido, tan, por así decirlo, sacramental. Lo demás me lo imaginaba: porque conozco de sobra a la compañía del Romea (Canut, Ruiz, Ràfols, Villanueva) y a Juan Echanove, que sostiene la función sobre sus hombros en un tour de force de campanillas. Menciones especiales para Marta Domingo, un pedazo de actriz insuficientemente aclamada, para la metronómica adaptación de Marc Rosich y para la escenografía de Flores.

Play Strindberg

Friedrich Dürrenmatt

Me gustó un montón, pero ya hablé de ella hace cuatro días. Aprovecho para reverenciar de nuevo a Lady Espert, a Gómez y a Homar, y para repartir unos cuantos premios estilo Amigo Invisible, porque todavía no he hablado de Joan Anguera en Sonrisa de elefante, ni de Juan José Otegui en Esperando a Mr.Green, ni de Joel Joan en Peer Gynt, ni de Sir Pou, que sigue paseando a Miss Cabra por las Españas, ni del tándem Joan Carreras & Pere Arquillué en Otelo y Arbusht, ni de Albert Espinosa en Idaho & Utah, ni de Marisa Paredes en Hamlet, ni de Jesús Castejón en La tempestad, ni de Marta Marco en El malentendido, ni de Olivia Molina en De repente el último verano. Feliz 2007 para todos.