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El mundo sin reglas de Gorillaz

La espectacular puesta en escena del grupo de Damon Albarn redime al festival de Benicàssim, que el próximo año se desdoblará en otra ciudad del norte

Todo el mundo se da la vuelta de repente en el backstage del festival de Benicàssim. Paul Simonon (bajista de The Clash), tocado con gorra de marinero, y Damon Albarn llegan a la pequeña barraca del recinto escoltados por guardaespaldas. La gente alucina. No parece que hayan descansado mucho en el viaje. Encienden y apagan pitillos uno detrás de otro. Gorillaz, su banda virtual (ya no tanto) son la salvación de este FIB, que, con casi toda seguridad, se desdoblará el año que viene con un festival paralelo en otra ciudad del norte de España.

En unos minutos tienen que subir al escenario para presentar su primera actuación en España. El diente de oro de Albarn, a quien se le caen los pantalones, apenas asoma porque el niño prodigio de la industria musical no sonríe demasiado esa noche. Por suerte, Simonon parece que le acompaña para endulzar toda la cosa. "Hace dos semanas que no tocamos, así que no sé cómo va a salir esto", dice Albarn tocando la madera de la mesa. Simonon se parte. Y el asunto no es fácil, porque hasta 30 músicos llegan a tocar a la vez en el escenario. "Somos una familia. Lo importante es tener confianza. Es ambiente, las buenas canciones, es lo que hace que la gente quiera participar en este proyecto", dice Albarn mientras su amigo asiente. ¿Y en qué consiste el proyecto? "En que no hay reglas", contesta. Alrededor se forma un nido de curiosos. "¡Eh Morrissey, te queremos!", le gritan al ex Blur. Él sonríe levemente pero está claramente pensando en otras cosas. No está para muchas bromas.

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Y lo que llegó después tampoco es ya ningún cachondeo virtual. No habrá reglas, pero es uno de los mejores directos que se suenan ahí fuera. Gorillaz, la banda que comenzó como un extraño e irónico invento del superdotado Damon Albarn y el dibujante de cómics Jamie Hewlett, subió al escenario para de fulminar todas las dudas, críticas y sinsabores que la decimosexta edición del FIB había sembrado hasta ahora. Y arrasó, aunque a veces de la impresión que a este público le gustan más las macarradas de The Prodigy que la espectacular puesta en escena que desplegó Gorillaz. En medio de la gran orquesta, que incluye una sección de cuerda y un grupo de vocalistas, danzaban Mick Jones y Paul Simonon, de los míticos The Clash; Bobby Womack; los raperos de De la Soul o Pharcyde. Ahí es nada. Había cola para subir al escenario de un show que arrancó con un Snoop Dogg en la pantalla gigante anunciando que la revolución, en contra de lo que creía Gil Scott-Heron, está vez será televisada.

Gorillaz, quizá por el secreto orgullo que siente Albarn, ya no se esconde tras un telón como solía. "Es una cuestión de evolución", dice él. Toda la banda se colocó ante una pantalla gigante donde se proyectaban los dibujos animados de Hewlett. Él iba de un lado a otro, bajaba el escenario y regaba al público con botellas de agua. Gorillaz recorrieron ayer con una elegancia inaudita los caminos del rock, el hip-hop, el dubstep o el grime sin que nada patinase. Tenían exactamente todo lo que quería la gente. Quizá por eso Albarn, que no se comía un rosco en EE UU con Blur y ahora es un número uno ?"debe ser porque también tenemos un poco de hip-hop"?, ha logrado convencer a esta espectacular ristra de artistas para que colaboren con él. Una fórmula, la de la calidad, que podría estudiarse en las escuelas de producción musical y, sobre todo, en las de negocios.

Pero el escenario, donde los catalanes Standstill se habían consagrado horas antes, se lo calentó de lo lindo y con más bombo que platillo, el rapero inglés Dizzee Rascal. Con camiseta y gorra de los Lakers de Kobe Bryant desató la locura entre las 30.000 personas que lo aclamaban. Los vasos volaban, las inglesas se subían a hombros del primer forzudo que pillaban y la gente le pedía cada vez más zapatilla. A lo que respondía el dj que le acompañaba.

Buque insignia hace cinco años de la renovación del hip-hop, se ha pasado un poco de frenada y se ha lanzado a la pista de baile. Hace tres semanas arrasó en Sónar con rompepistas como Bonkers, con el que cerró su actuación ayer, por aclamación popular, y que le vino muy bien a un FIB que tardaba mucho en despegar cada noche. De la mano de Rascal estuvo chupado.

Espectacular puesta en escena del concierto de Gorillaz en el FIB, la última actuación del festival.
Espectacular puesta en escena del concierto de Gorillaz en el FIB, la última actuación del festival.ÁNGEL SÁNCHEZ
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