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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Del nazismo al anticomunismo

En 1952, el montañero austriaco Henrich Harrer publica su autobiografía Siete años en el Tíbet donde oculta sus coqueteos con el nacionalsocialismo, su adhesión al nazismo y sus años en las SS, pero narra con minuciosidad la expedición al Himalaya en 1939, poco antes de la II Guerra Mundial, para escalar el peligroso Nanga Parbat. Prosigue con su estancia en un campo de concentración británico en la India, sus numerosas fugas, su huida hasta la ciudad sagrada de Lhasa, y cómo llega a convertirse en un peculiar tutor del adolescente Dalai Lama, para finalizar con la invasión del Tíbet por las tropas comunistas chinas en 1950.Convertido en un clásico de la literatura infantil, 45 años después, el realizador internacional Jean-Jacques Annaud aprovecha el cada vez mayor interés occidental por las culturas orientales, además de la brecha cinematográfica abierta por Bernardo Bertolucci con El último emperador (1987) y El pequeño Buda (1993), para hacer una exótica película de aventuras al servicio de la estrella norteamericana Brad Pitt.

Siete años en el Tíbet

Dirección: Jean-Jacques Annaud. Guión: Becky Johnston. Fotografía: Robert Fraisse. Música: John Williams. Estados Unidos, 1997. Intérpretes: Brad Pitt, David Thewlis, B. D. Wong, Mako, Jamyang Jamtsho Wangchuk, Lhakpa Tsamchoe y Jetsun Pema. Estreno en Madrid: Avenida, Acteón, Carlos III, Roxy A, Amaya, La Vaguada, Cine Cité, Victoria, Liceo, Ciudad Lineal, Albufera, Colomnia, Aluche, Cristal, Canciller y California (en V. O. S.).

Siete años en el Tíbet es una mezcla de demasiados elementos, sin llegar a profundizar en ninguno. Mientras la evolución del protagonista es mínima, queda reducida a un par de frases, desde su etapa nazi hasta su defensa de las libertades frente al comunismo, se acumula una dispersa serie de temas. Frente al mayor atractivo de la intrascendente primera parte, donde se expone su actividad como montañero y sus sucesivas fugas del campo de concentración británico hasta llegar a un paradisíaco Tíbet, la parte central y más importante resulta demasiado lenta. Tal vez por haber tenido que reconstruir en los Andes argentinos la zona del Tíbet, al negar las autoridades chinas el permiso para rodar en los lugares reales, todavía bajo su dominio, las relaciones entre el montañero austriaco y el joven Dalai Lama, que son el eje en torno al cual se articula la historia, resultan poco profundas, bastante intrascendentes, nada interesantes y demasiado largas.

Mientras, en la parte final, con la brutal invasión del Tíbet por las fuerzas de Mao Zedong, aumenta el interés y se da el subrayado carácter anticomunista de Siete años en el Tíbet. Una película que toca demasiados temas, no profundiza en ninguno y sólo es una excusa para que el atractivo actor norteamericano Brad Pitt haga un papel de simpático aventurero teñido de rubio y las salas cinematográficas del mundo den un profundo suspiro cuando se quita la camisa y queda medio desnudo.

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