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Reportaje:

La nueva vida de la generación literaria de los 50

Varios autores del grupo, revalorizado por la crítica, publican este otoño

Javier Rodríguez Marcos

Los niños de la guerra son ya abuelos, pero siguen escribiendo. La generación de los 50, en efecto, vuelve este otoño con obra nueva bajo el brazo. Entre los narradores, Juan Goytisolo regresa a la novela con El exiliado de aquí y de allá (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), una delirante farsa cibernética sobre la actualidad, y Josefina Aldecoa lo hace con un triángulo amoroso en Hermanas (Alfaguara). El que sigue renegando de la ficción es Rafael Sánchez Ferlosio, que tiene en puertas God and gun (Destino), un ensayo sobre la guerra que nació como artículo de respuesta a Fernando Savater y ha crecido hasta convertirse en libro.

En lo que toca a los poetas, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores edita el segundo tomo de las Obras completas de José Ángel Valente, con sus ensayos, y Jaime Ferrán, compañero de viaje del grupo de Barcelona, publica Libro de horas (Península), una elegía a su esposa muerta. Entretanto, José Manuel Caballero Bonald dará a las prensas en primavera el poemario La noche no tiene paredes. La fiesta estará completa si Ana María Matute, firme candidata al Cervantes, se decide a dar por terminado Paraíso inhabitado, su primera novela desde Olvidado Rey Gudú, que se publicó hace ya doce años.

La fiesta estará completa si Ana María Matute acaba su última novela
El gran símbolo fue la visita a la tumba de Antonio Machado en Colliure
Se han convertido en la segunda gran generación del siglo XX tras la del 27
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¿Qué tienen en común todos ellos? Que la Guerra Civil les pilló en la escuela, que publicaron sus primeros libros en los años cincuenta y que el tiempo los ha convertido en la segunda gran generación literaria del siglo XX español tras la del 27. Sobre la guerra escribió Jaime Gil de Biedma que "fueron, posiblemente, / los años más felices de mi vida", una dulce sensación de inconsciencia infantil que se agrió violentamente en el caso de Ángel González, Antonio Gamoneda o los Goytisolo, a los que el mes de julio de 1936 trajo vacaciones y muerte.

El año que viene, además, se cumple medio siglo de varios hitos generacionales. Fue en 1959 cuando se lanzaron como grupo aquellos, como decía José Agustín Goytisolo, niños flacos y tiznados nacidos entre 1924 y 1938, los márgenes que los críticos marcan para la promoción. Ese año también comenzaron los encuentros poéticos de Formentor y se afianzaron los contactos entre el núcleo catalán y el madrileño (Francisco Brines y Claudio Rodríguez entre los poetas; Juan García Hortelano, Ignacio y Josefina Aldecoa o Carmen Martín Gaite, entre los narradores).

Pero el gran símbolo fue la visita al cementerio de Colliure (Francia) para rendir homenaje a Antonio Machado en el vigésimo aniversario de su muerte. En 1960 llegaría Veinte años de poesía española (1939-1959), la antología en la que Josep Maria Castellet canonizó a los autores del medio siglo. El modelo promocional de la generación del 27 estaba a la vista. Góngora en 1927 fue Machado en 1959. Castellet hizo en 1960 lo que Gerardo Diego había hecho con otra antología en 1932: señalar a los futuros clásicos.

Los escritores de los años cincuenta elevaron el listón estético de la literatura de posguerra, y los lectores nunca les han abandonado. Su influencia (la de Juan Marsé, por ejemplo) en la literatura posterior los ha colocado a la altura de sus maestros de los años veinte. "Es normal que los autores más cercanos sean los más populares. Hoy Gil de Biedma es leído por el público e imitado por los poetas", reflexiona Carme Riera, ganadora del Premio Anagrama con La Escuela de Barcelona, un ensayo de referencia.

Para Ángel L. Prieto de Paula, autor de Poetas españoles de los cincuenta (Almar), una de las grandes antologías sobre la época, "los autores del 27 están en la hornacina de los clásicos. Nadie los discute, y cuando las cosas se dan por sentadas también se dejan un poco de lado". Eso no quita un ápice de calidad, avisa, a poetas como Federico García Lorca o Luis Cernuda. Ni siquiera a autores, en la actualidad, tal vez más estudiados que leídos como Gerardo Diego o Vicente Aleixandre.

"La generación del 50 parecía un cajón cerrado y se ha convertido en una máquina de generar ideas y estéticas", afirma Prieto. El premio Cervantes de 2006, Antonio Gamoneda, es muy crítico con la idea misma de generación: "El propio Gil de Biedma dijo que todo había sido fruto de una operación de marketing. Además, si aplicamos a toda la generación el realismo dominante ¿dónde colocamos a Claudio Rodríguez, Ángel Crespo o Carlos Edmundo de Ory?". Prieto de Paula está de acuerdo con el autor leonés, pero matiza: "Puede que las antologías nacieran con intención publicitaria, pero tanto la del 27 como la del 50 trabajaban con materiales nobles".

De entre aquellos escritores, la influencia de los fallecidos (Gil de Biedma, Valente, Aldecoa) es incuestionable. Y el trabajo de los vivos sigue llenando las librerías.

De izquierda a derecha, Carlos Barral, J. M. Caballero Bonald, Luis Marquesán, Jaime Gil, Ángel González y Juan Ferraté, junto a la tumba de Machado en 1959.
De izquierda a derecha, Carlos Barral, J. M. Caballero Bonald, Luis Marquesán, Jaime Gil, Ángel González y Juan Ferraté, junto a la tumba de Machado en 1959.DEL LIBRO PARTIDARIOS DE LA FELICIDAD (CÍRCULO DE LECTORES)
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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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