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Son pocos, son valientes

Jaime Rosales, Goya por 'La soledad', abandera a una generación de cineastas experimentales

Joseba Elola

Algo se está gestando en el subsuelo del cine español. Un tipo sobrio y valiente que acaba de ganar un Goya con una película a contracorriente sueña con formar un movimiento. Un movimiento en las antípodas del canon hollywoodiense, un movimiento íntegro, estéticamente disidente, de cineastas inquietos y audaces más pendientes del tempo de la película que del tempo de la taquilla. Un movimiento que se viene gestando desde hace un tiempo, sí, y que aún tiene que madurar, también, pero que dispone de una oportunidad histórica: película pequeña gana premio grande. Es el momento de asomar la cabeza. El momento de llegar para quedarse.

"Subimos a la azotea y en vez de arma, empuñamos la cámara", dice Recha
Román Gubern: "Lo que les une es su radicalidad, una sensibilidad"

Jaime Rosales lo tuvo muy claro antes de subir al escenario a recoger el Goya a la mejor película. Si había premio, era el momento de decir cosas inteligentes. Si La soledad que sólo 41.000 espectadores habían podido compartir se llevaba el Goya, la Academia mandaba un mensaje, el cine pequeño nos importa. Y a él le tocaba, por tanto, abanderarlo. Sobre el estrado, el cineasta barcelonés se atrevió incluso a nombrar -nombrar es excluir- a los que consideraba sus compañeros de generación, los que están embarcados en el mismo viaje que él: Marc Recha, Isaki Lacuesta, José Luis Guerín. "Existe el germen de un movimiento", manifiesta Rosales por teléfono desde la costa atlántica del sur de Francia, donde ya trabaja en su próxima película, "todo va a depender de la potencia de las obras que hagamos, de que sepamos dar con los temas importantes de nuestro tiempo".

Rosales tiene grabada a fuego una frase de Guerín. La escuchó la noche en que le conoció, en aquella cena en casa del cineasta Pere Portabella, uno de los inspiradores de este movimiento, en uno de sus famosos suquets que solía ofrecer en L'Ampurdà y en los que reunía a toda la intelligentsia de Barcelona. Rosales tenía una duda, una cuestión de subvenciones, no sabía si debía rodar en castellano o en catalán. Se acercó a José Luis Guerín, referente indiscutible del cine íntegro de este país, autor de la siempre reivindicada En construcción, y le planteó su duda. "Tienes que hacer la película que te retrate". Ésa fue la contestación de Guerín. "Y fíjate qué sencillo, parece que no fuera nada, pero esa frase me ha ayudado a resolver muchas de mis dudas y a tomar decisiones", cuenta Rosales, nacido hace 37 años en Barcelona. "Regresé a la productora y dije que teníamos que rodar en castellano porque en mi casa siempre hemos hablado en castellano".

Marc Recha hace un cine reposado y contemplativo en el que la naturaleza habla. Isaki Lacuesta se estrenó con Cravan vs. Cravan, falso documental que cuenta la historia de un boxeador. Guerín estrenó en septiembre En la ciudad de Sylvia, pero todos le recuerdan por el documental En construcción, paciente narración del proceso de construcción de unas viviendas en el Barrio Chino de Barcelona. Entre ellos, poco tienen que ver. "Pero tampoco tenían que ver Godard con Truffaut, o Chabrol con Rohmer", dice Rosales.

Estos tres cineastas catalanes fueron los citados por el director de La soledad en la ceremonia de los Goya. Pero hablando con ellos, aparecen más nombres, más compañeros de viaje: Mercedes Álvarez, que debutó con El cielo gira, un documental sobre un pueblo que se diluye y un pintor que se queda ciego; el mallorquín Rafa Cortes, de 34 años, que deslumbró este año con su ópera prima Yo, protagonizada por uno de los actores fetiche de esta generación Álex Brendemühl (protagonista de la impactante ópera prima de Jaime Rosales, Las horas del día); el bilbaíno Javier Rebollo, con cinco películas, la última, Lo que sé de Lola.

"Supongo que lo que nos une es que hacemos cine independiente, cine de francotiradores", dice por teléfono Marc Recha, de 37 años, recluido estos días en su casita de Collsuspina, un pueblo cercano a Moià (Barcelona), la casa a la que se retiraba en la última secuencia de su última obra, Dies d'agost: "Nos subimos a la azotea y en vez de un arma, empuñamos la cámara". Se mueven con presupuestos bajos, lejos de los 24 millones de un Alatriste (La soledad costó 1.800.000 euros, y no es de los más bajos). Se estrenan con pocas copias, 30 en el caso de La soledad (37 en su reestreno). Y reciben pocos espectadores: 2.700, El cielo gira (Mercedes Álvarez); 41.000, La soledad.

Uno de los primeros frutos de ese germen del que habla Rosales se puede ver ya en estos días en Artium, centro de arte contemporáneo, en Vitoria. Una experiencia de cine en el museo que ha compartido con, entre otros, Isaki Lacuesta, gerundense, de 32 años. "Venimos hablando de hacer algo juntos desde hace tiempo, desde antes de los Goya", confiesa Lacuesta. "No tenemos una estética común pero somos gente afín y, además, amigos".

Entre cineastas como Recha, Lacuesta, Guerín, el fallecido Joaquim Jordà o la novel Mercedes Álvarez ya existe la práctica de enseñarse las películas aún en fase de montaje para compartir opiniones. Pero se trata de ir más allá. De dar un paso adelante. "Hacer una película entre todos, escribir juntos, llegar a producir", dice Rosales, flamante ganador del Goya al mejor director.

Recha no vio la ceremonia. Sólo la ha visto una vez en su vida, y le basta. Se enteró del Goya de Rosales por la radio y le mandó un mensaje para felicitarle. José Luis Guerín, de 47 años, el mayor de este grupo de cineastas, tampoco sigue los premios: "Me resulta fastidioso, las películas no son coches de carreras". A punto de embarcar hacia Boston, donde estos días la Universidad de Harvard le dedica una retrospectiva, define lo que le une, además de la amistad, al cine de Rosales: "Nos sabemos deudores de la modernidad". O sea, del cine que arranca con Rossellini y Godard, el de los Pasolini, Bergman y Robert Bresson, referentes claros de este grupo de cineastas.

"Pero si es que en el fondo no hacen nada tan raro, se les etiqueta como superradicales y no es para tanto", afirma Ángeles González Sinde, presidenta de la Academia de Cine. "Antonioni y Bergman tuvieron en su momento una distribución comercial, pero eso se interrumpió". La presidenta considera que el cine experimental es imprescindible para que avance el lenguaje cinematográfico. "Sus descubrimientos nos sirven a todos los demás y además, gana premios en festivales internacionales con lo que va abriendo puertas al cine español". Partir la pantalla en dos (polivisión) para narrar un tercio de tu película es lo que ha hecho Rosales con La soledad. El recurso estaba inventado a finales de los sesenta. O sea que tampoco es tan revolucionario. Pero en estos días de palomitas y taquillazos, lo parece.

El teórico Román Gubern, ex presidente de la Asociación Española de Historiadores del Cine, sostiene que esta nueva camada es en realidad un segundo capítulo de la Escuela de Barcelona, la de los Portabella, Jordà y Carlos Duran, renacida 50 años después. "Son una constelación, estrellas independientes pero que se ven como conjunto", dice Gubern. "Lo que les une es su radicalidad, comparten una sensibilidad y están enfrentados al canon dominante".

Películas que son como la vida misma: parece que no pasa nada, pero por debajo pasan cosas todo el rato. Obras de corredores de fondo que no huyen de los silencios, que reverencian el tempo lento, lejos de las imágenes atropelladas de tráilers y anuncios de televisión. Historias pequeñas de música ausente y cámara quieta, plantada en el suelo. Las películas de arte y ensayo pueden ser delicatessen y pueden ser tostón. Cuando aciertan, devuelven el cine a su categoría, arte. Pues ése es el tipo de película que la Academia ha premiado. Filmes deudores del espíritu de ese Robinson llamado Víctor Erice (El Sur, El espíritu de la colmena), de la mirada del maestro Iván Zulueta, autor de Arrebato, la cult movie por excelencia. Porque francotiradores, en el cine español, los ha habido siempre. Pero Rosales y compañía acaban de asomar la cabeza y están tramando algo.

Jaime Rosales, director de <i>La soledad,</i> el lunes, en Barajas.
Jaime Rosales, director de La soledad, el lunes, en Barajas.G. LEJARCEGI
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Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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