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Si es un poema y se puede bailar, llámalo canción

La literatura y la música pop de última generación cruzan influencias

Javier Rodríguez Marcos

"Un soplo de aire fresco por el colchón / y al poco una quietud sorprendente / bajo cero el silencio del refrigerador / cerré los ojos de ganas de verte". Jota, cantante de Los Planetas, recita la letra de una canción en el festival cordobés Cosmopoética, y añade: "¡Es un poema!". Entretanto, el autor de esas líneas, Antonio Luque, cabeza y cuerpo de Sr.

Chinarro, se mira los pies. De hecho, Luque, un músico, fue el gran triunfador del encuentro andaluz, celebrado en abril pasado y en el que participaron poetas de todo el mundo, incluidos los premios Nobel Seamus Heaney y Dario Fo.

Cada vez son más los músicos que publican novelas y libros de poemas
"La educación literaria de muchos escritores empieza por las canciones"

El fenómeno no es extraño si se piensa que hay una generación de escritores españoles, la de los nacidos a partir del famoso 68, para la que la música pop es una referencia tan importante como la propia literatura. Es el caso del novelista Félix Romeo, que ayer participó en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en el encuentro El pop también se lee junto a escritores y músicos como Elena Medel, Eloy Fernández Porta, Ajo, Fernando Márquez o el propio Luque. "En mi formación literaria y sentimental", afirma el autor de Discotheque, "tan importante como los poemas de Rimbaud son las letras de Morrissey para The Smiths". Para Romeo, al que la muerte de Franco pilló saliendo del parvulario, el pop tiene mucho que ver con la democracia y la modernidad: "Es la ciudad, la libertad individual, el movimiento".

En el encuentro barcelonés, Romeo recitó la letra de una canción de, cómo no, Morrissey. También una de Sergio Algora (El Niño Gusano y La Costa Brava). Algora, fallecido en julio pasado, forma parte, además, de una larga lista de músicos españoles que -en la senda de Bob Dylan, Leonard Cohen o Nick Cave- además de discos han publicado novelas y libros de poemas que son algo más que meros divertimentos: de Javier Corcobado (El amor no está en el tiempo, Tropismos) a Sabino Méndez (Hotel tierra, Anagrama), pasando por Nacho Vegas (Política de hechos consumados, Palmart).

Cada vez es más frecuente, además, que los festivales literarios -Spoken Word. Palabra y música, en Sevilla, Mallorca y Gijón, Kosmópolis, en Barcelona, o el mismo Cosmopoética- mezclen a escritores y músicos pop. Y siempre surge la misma pregunta: ¿la letra de una canción es un poema? Manolo Martínez (del grupo Astrud), considerado uno de los grandes letristas del momento, es rotundo: no. "La letra de una canción está hecha para ser escuchada con música. Sin ella es otra cosa. Un buen poema no garantiza una buena canción. Y viceversa". Para Martínez, además, las referencias literarias de una canción no la convierten en literatura, "igual que hablar de Sid Vicious en un libro no lo convierte en novela punk. No hay que confundir el tema con el estilo", concluye un músico cuyo último disco, Tú no existes, tomó su título de un verso de Álvaro Pombo, y que firmó la letra de Nuestros poetas, una irónica nómina que incluía a buena parte de la historia de la literatura española. De San Juan de la Cruz a Gimferrer, no faltaba nadie: Garcilaso, Rosalía, Lorca, Alberti, Gil de Biedma... En ocasiones, las referencias van más allá del nombre. Ahí están las famosas citas de Machado y Neruda en las descarnadas letras de Robe Iniesta (Extremoduro) o la polémica en la que se vio envuelto recientemente Enrique Bunbury por citar, sin declararlo, unos versos de Pedro Casariego.

En 1989, Litoral, la mítica revista fundada por la generación del 27, publicó La poesía del rock, una antología de letras de canciones que ha servido de inspiración a la periodista Silvia Grijalba para preparar su propia antología de letristas españoles: Palabra de rock (Fundación José Manuel Lara). Después de seleccionar a músicos como Poch, Kiko Veneno, Mercedes Ferrer, Julián Hernández (Siniestro Total), amén de los citados Corcobado, Bunbury, Iniesta o Martínez, Grijalba sostiene que la letra de una canción es un género en sí mismo, y que no cabe la comparación con la poesía: "Para que una letra sea buena ha de encajar en una música concreta, con sus acentos y su medida. Pero algunas letras funcionan muy bien sin música". La antóloga, además, insiste en que "la educación literaria de muchos escritores actuales empieza por las letras de las canciones".

Para Jenaro Talens, poeta y director de La Huella Sonora, una colección de la editorial Pre-Textos dedicada a la música, esa actualidad arranca con su propia generación, la de los novísimos. "Gente como Vázquez Montalbán, Gimferrer o Sarrión rompió con el elitismo que distingue entre alta cultura y cultura popular". Respecto al carácter literario de las letras, Talens, catedrático de literatura comparada en la Universidad de Ginebra, recuerda que la mitad de los poemas medievales que ahora leemos con notas al pie se escribieron para ser cantados. "Una letra no se puede juzgar literariamente. Eso no quiere decir que sea algo carente de complejidad. Para explicar a mis alumnos la técnica simultaneísta en Ezra Pound recurro siempre a Desolation road, de Bob Dylan". Talens concluye: "Con el pop y el rock pasa como con el cine. Lo que influye en la poesía no es tanto los temas como la sonoridad y las técnicas de montaje". De ahí que para algunos siga valiendo el aviso que acompañaba a algunos de los discos de Pulp: "No lea las letras mientras escucha el disco".

El grupo Astrud.
El grupo Astrud.LEILA MÉNDEZ
A la izquierda, el poeta Sergio Algora, fallecido el pasado verano; a la derecha, Antonio Luque, líder de Sr. Chinarro.
A la izquierda, el poeta Sergio Algora, fallecido el pasado verano; a la derecha, Antonio Luque, líder de Sr. Chinarro.
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Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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