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Reportaje:

Las puertas del séptimo arte

El volumen 'Uncredited' recopila los mejores títulos de crédito de la historia del cine

El musical West Side Story, uno de los mejores de todos los tiempos, cuenta con un colofón excepcional que sólo disfrutan quienes siguen mirando tras la última escena. Pintarrajeados en la pared de un callejón van apareciendo entre graffitis los nombres de los directores, el guionista, los actores... Tal innovadora manera de presentar los títulos de crédito, integrados en la atmósfera de la película, supuso uno de los hitos de la titulación cinematográfica cuando se estrenó la cinta, en 1961, y consolidó a su autor, Saul Bass, como uno de los grandes maestros de la disciplina.

Pero Bass (1920-1996) es la excepción. La regla es que el trabajo de los diseñadores de títulos de crédito suele pasar desapercibido. ¿Quién es el autor de ese punto de mira ensangrentado que inicia cada entrega de James Bond? ¿Y el del felino de La Pantera Rosa, de Blake Edwards? Nadie suele saberlo.

Ahora el volumen Uncredited (Index Books), del especialista en historia del cine Antonio Boneu y la diseñadora gráfica Gemma Solana, ilustra esa labor invisible con la recopilación del trabajo de 496 diseñadores, en unas 1.200 películas, desde el pionero de El nacimiento de una nación (1915), de David Wark Griffith, hasta el inquietante de Kyle Cooper, en Se7en (1995), de David Fincher. "No es exhaustivo, es muy completo per sólo es nuestra selección, limitada al cine occidental", avisa Boneu.

Para abrir boca

"Son las introducciones que dan el tono de la película", resume el coautor de la antología. Como los de Los pájaros, de Alfred Hitchcock, que aparecen al ritmo del aleteo de unas palomas. O el de la silueta descuartizada de Anatomía de un asesinato (1959), de Otto Preminger. Son sólo algunos de los hitos que jalonan la evolución de una disciplina que ha avanzado junto a la del diseño gráfico. Si en los años 30 reflejaban las vanguardias (como el expresionismo de Metrópolis, de Fritz Lang), en los 60 incorporaron la imaginería psicodélica y en los 80 se contagiaron del boom del diseño y empezaron a incorporar las animaciones por ordenador.

"Y ahora se recuperan todas esas corrientes. En Ed Wood, de Tim Burton, y en Kill Bill, de Quentin Tarantino, se recrean los títulos al estilo de las películas de Serie B de los 50", enumera Boneu. Quizá no sean arte, advierte Solanas, pero indudablemente son grandes logros del diseño gráfico en movimiento.

Kyle Cooper, el último niño prodigio

Kyle Cooper es el responsable del último renacimiento de los títulos de crédito, en los años 90. Las manos que confeccionan una especie de álbum con fotos de trepanaciones y dedos rotos en la secuencia inicial de Se7en provocaron que los directores volvieran a prestar atención a esos minutos iniciales. "El propio Fincher, por ejemplo, es capaz de gastarse un millón de dólares para esa secuencia", subraya Boneu.

Autor de los vigorosos títulos comic-book de Spiderman (2002), Cooper ha recuperado el respeto para los diseñadores gráficos en el cine. Directores tan personales como Tim Burton o los hermanos Coen no se separan de sus diseñadores favoritos, Robert Dawson (Eduardo Manostijeras) y Randall Balsmeyer (El gran Lebowski).

Bass, el gran innovador

El referente, sin embargo, sigue siendo Saul Bass. Llegó al cenit gracias a la asociación con Alfred Hitchcock, -señala Boneu- junto al que ideó las nerviosas líneas que se entrecruzan al principio de Psicosis (1960). E incluso llegó a figurar en los créditos como asesor artístico. El resto de sus trabajos son modélicos. El propio Scorsese lo fichó en los setenta para Malas Calles (1973), y con él siguió en Uno de los nuestros (1990) y Casino (1996), su último trabajo.

Bass es el líder de lo que Boneu y Solanas han clasificado como vedettes, es decir, aquellos que marcaron el rumbo: Pablo Ferro, que firmó las letras irregulares de Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?, de Stanley Kubrick; Fitz Feleng, creador de la Pantera Rosa; Dan Perry (Taxi Driver y La guerra de las galaxias) y Juan Gatti, el predilecto de Pedro Almodóvar.

Esas secuencias iniciales que, como recuerda Solanas, sólo alcanzan la categoría de arte muy de vez en cuando, siguen captando la atención de los espectadores. Y la prueba es que en YouTube abundan los vídeos que sólo contienen ese breve instante inicial que da entrada al mundo del séptimo arte, justo cuando se apagan las luces de la sala de cine.

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