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Reportaje:

Del punk al compromiso social

Transportes Hernández y Sanjurjo apuesta por el 'folk' y el 'blues' en su nuevo espectáculo

Dos hombres y un destino: casar la insubordinación del punk, la actitud de dejadez estudiada del rock y el espíritu de compromiso social de la música popular americana de la primera mitad del siglo XX. Todo ello sin acudir instrumentalmente más que a la desnudez del acordeón, la mandolina y una guitarra eléctrica tañida con la torpe, pero efectiva, sencillez del blues. Son Julián Hernández, cantante, compositor y guitarrista de Siniestro Total, y Rómulo Sanjurjo, acordeonista de los también gallegos Os Diplomáticos de Montealto. El dúo que han formado se llama Transportes Hernández y Sanjurjo y el espectáculo de pequeño formato que llevan en estos meses por toda España, presentando su primer disco completo Vista Alegre, es un desafío inteligente al alboroto de los grandes locales y a la megalomanía de los productos musicales concebidos y puestos en pie a lo grande.

Hernández (Madrid, 1960) y Sanjurjo (A Coruña, 1968), se embarcaron en esta aventura respondiendo a la llamada de Pablo Carbonell, que quería incluir una versión de bolsillo del repertorio de Siniestro Total en el ciclo de Jornadas de Lírica y Burla. "Pensé que salir solo al escenario, además de temerario, era suicida y por eso llamé a Rómulo". La conjunción de ambos músicos enseguida enganchó con los grandes mitos musicales del blues y la música popular de Nueva Orleans, aunque para sus creadores no sean estos los únicos referentes: "Hay cosas muy distintas, más cercanas al pop y al rock, porque, aunque lo toques como lo tocamos nosotros, sigue siendo rock al fin y al cabo".

En el madrileño colegio mayor San Juan Evangelista un nutrido grupo de colegiales asisten sorprendidos a la extraña propuesta escénica que la pareja de gallegos presenta. Antes han hecho dos actuaciones más: una en un local de cantautores, El Rincón del Arte Nuevo, y otra en una conocida tienda de discos, siendo apadrinados por los periodistas Moncho Alpuente y Ricardo Aguilera. En escena Hernández y Sanjurjo, ataviados de trajes negros pintados a lo Keith Haring, van desgranando un repertorio en el que cabe de todo: desde canciones prestadas por otros grupos o artistas, como Esto nunca fue mejor, de los desaparecidos Buenas Vibraciones, o el Love me, I'm a liberal, del artista folk Phil Ochs, hasta temas tradicionales arreglados y con letra propia, e incluso inusitadas versiones de Baba O'Riley, de The Who, o el You shok me all night long, de AC/DC, nada menos. Hernández tiene clarísimo el carácter de estos préstamos: "Es bueno fijarse en cosas de los demás. Picasso decía: 'Si tengo algo que robar, lo robo'. Si tú no tienes una idea, puedes elaborar a partir de una idea de otro".

El público, sin embargo, se centra en los textos de las canciones, en las que el compromiso político aflora sin autocensura y con lucidez: "La letra de Ámame, soy un liberal es totalmente irónica, va de cómo se utiliza la mentira en la democracia que vivimos, régimen de control del ciudadano y, por qué no decirlo, de opresión. Vivimos en un momento decididamente policial y eso siempre propicia un sistema corrupto, porque la clase dirigente tiene poco control. Ellos si pueden hacer continuamente lo que les de la gana". Al final de su concierto el público celebra regocijado lo que ha visto, sin necesidad de clamar porque el dúo toque Ayatollah o cualquier otro clásico de Siniestro.

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