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Un recuerdo de hace 30 años

Spandau Ballet demuestra que sigue siendo aquella gran banda de los ochenta

Una enorme cortina sirve de pantalla de cine. Hombreras, pelos cardados, juventud, trapos y peinados imposibles, laca, sonrisas y mucho buen rollo se proyectan sobre esa tela en el Palacio de Vistalegre. La lona cae con ese dramatismo más visto que el tebeo y aparecen cinco señores que rozan los 50 años y se llaman Spandau Ballet. Aunque bien podrían haberse rebautizado como la máquina del tiempo.

En ese coso taurino, con una arquitectura que recuerda más a un gran almacén que a una plaza de toros, los reyes de aquello que en los ochenta se llamó el movimiento new romantic obraron un milagro. La plaza revivió la música de 30 años atrás, cuando cinco chicos británicos decidieron montar un generador de romanticismo musical que todavía resiste el paso de esas tres décadas.

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Cinco décadas para una noche

Tony Hadley, el cantante y motor del directo del grupo, está un poco pasado de kilos, pero continúa con una voz en estado de gracia. Escucharlo ayer era como volver a poner los vinilos del grupo cuando aún no existían ni siquiera los discos compactos. Hadley es un dandi y suda la camiseta, se gana el sueldo: los entre 48 y 58 euros que desembolsaron los varios miles de personas que acudieron al concierto para llenar sólo las tres cuartas partes del aforo. No se desabotona el primer ojal de la chaqueta de su traje negro en las dos horas que dura el espectáculo con el que estos cinco cincuentañeros han vuelto a la carretera después de casi dos décadas de no dirigirse la palabra por el típico problema de los derechos de autor. Y eligieron la canción número 13 del concierto, Barricades, para demostrar que aquella pelea feroz que se dirimió en los tribunales ha sido totalmente solventada. Hadley, confirmándole al público que se puede estar hecho un mastodonte y continuar con una voz privilegiada; y Gary Kemp, el compositor de prácticamente la mayoría de los éxitos de la banda, con una guitarra acústica. Ellos dos solitos en un tour de force que se convirtió en uno de los mejores momentos de la noche.

Silvia Gómez, de Barcelona, confesaba en la grada que es seguidora de Spandau Ballet desde los seis años. "Mi hermano me los metió en el cuerpo. Veo que Tony Hadley parece que se ha tragado al antiguo Hadley, de lo grande que está. Pero Steve Norman [saxo y percusión] sigue teniendo lo suyo. Está muy guapo. Tengo 32 años. ¿Cómo no iba a venir a este concierto?".

Norman no sólo sigue guapo; también logra alzarse como uno de los elementos más necesarios en este nuevo directo de los rivales de Duran Duran durante toda la década de los ochenta. Sus saxos brillan tanto como los cientos de lucecillas que hicieron de True, uno de los éxitos de Spandau, otra experiencia para los que fueron a verles anoche.

Fueron 20 canciones, la mayoría de sus grandes temas: Virgin, Communication, Highly Strung y los dos temas nuevos que han despachado en su nuevo disco One more, que probablemente no pasen a la historia. Una noche para la nostalgia en la que las palabras más escuchadas fueron: "Me acuerdo cuando...". Tanto que Norman, atacando los bises, habló en español: "Nos estáis apoyando desde hace más de 20 años y eso es fantástico". John Keeble, baterista, y Martin Kemp, hermano de Gary, hicieron también de las suyas, sobre todo en los dos últimos temas: Fight for ourselves y Gold. Lo mejor para el final. La demostración de que los nuevos románticos nunca mueren.

Los miembros de Spandau Ballet, durante un momento de su concierto en Madrid
Los miembros de Spandau Ballet, durante un momento de su concierto en MadridCLAUDIO ÁLVAREZ
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