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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Los rimadores del 'crack'

Diego A. Manrique

Ya enterraron a Gil Scott-Heron. El jueves se celebró el funeral en una iglesia de Harlem. Kanye West cerró la ceremonia interpretando su Lost in the world, que incorpora una composición de Scott-Heron.

Tras la noticia de su muerte, con 62 años, llegó una avalancha de elogios: flores verbales de Eminem, Snoop Dogg, Chuck D, Ghostface Killah, Talib Kweli. Justo y correcto. Pero te preguntas dónde estaban cuando Gil necesitaba ayuda; pudieron intentar producir, animar, rescatar al artista que ahora reconocen como inspiración esencial. Solo el dúo Blackalicious le invitó a grabar, en Blazing arrow.

Fueron, una vez más, los ingleses los que recuperaron a Gil. Richard Russell, del sello XL, le visitó en la cárcel. Consiguió arrastrarle al estudio y, tras años de trabajo, editó I'm new here. El experimento duraba 28 minutos y, de haber funcionado el control de calidad, debería haberse quedado en la mitad. Pero lo que importa es la apuesta.

Con la cocaína fumada, Gil Scott-Heron perdió la energía necesaria para crear música

Scott-Heron empezó desgranando vivencias y reflexiones con repiqueteo de percusión, siguiendo la pista fresca de los Last Poets. En 1971, formó banda: de recitador pasó a cálido cantante, algo que potenciaba sus arengas revolucionarias. Usó el jazz, el reggae, la disco music.

Gil desconfiaba de la praxis del rap. En Message to the messengers saludaba a los nuevos portavoces del gueto, pero deploraba su desinterés por las enseñanzas de los mayores, su deleite por las armas, su tratamiento de las mujeres.

No escucharon ese mensaje. Aunque sí usaron su música: hay contabilizados unos 70 sampleos sacados de la discografía de Scott-Heron. Tampoco pasó inadvertida su caída en las drogas férreas: se menciona en temas de The Coup o el propio Kanye West. Cruda lección: el hombre que había retratado el impacto de las adicciones -The bottle, Home is where the hatred is, Angel dust- bajaba al submundo de la heroína y el crack.

La cocaína fumada fue su ruina. Tiene un tratamiento penal más duro que la cocaína en polvo, y Gil cayó en 2001 y 2006, con condenas de varios años. El crack le destrozó físicamente y le enemistó con su mano derecha, Brian Jackson. No terminó en la calle: tenía ingresos respetables, tanto por los sampleos como por la reedición de discos de su propiedad. Y actuaba, de aquella manera.

Creativamente, fue devastador. Entre los años 1970 y 1982, publicó 13 discos. En los 29 años siguientes, solo dos, Spirits y el escuálido I'm new here. Un adicto no suele seguir la actualidad y mejor así: hubiera descubierto a populares raperos celebrando el negocio de la cocaína. Desde Jay-Z (Reasonable doubt) a Raekwon (Only built 4 cuban linx). Notorious B.I.G. ofrecía un cursillo abreviado, Los 10 mandamientos del crack: "Regla número uno, que nadie sepa / cuánta pasta estás ganando...".

¡El culto del gran narco! Raperos que venían del menudeo se vendían como grandes camellos. El que tenía cicatrices, las enseñaba. Muchos se inventaron antecedentes policiales. Como perverso modelo, Tony Montana, alias Scarface, el personaje que encarnó Al Pacino de El precio del poder.

Las calenturientas fantasías de Oliver Stone (guionista) y Brian de Palma (realizador) generaron un héroe cultural: en 2003, el sello Def Jam publicó Music inspired by Scarface, suma de temas clásicos y piezas nuevas a mayor gloria de Tony Montana. Nunca hubo un homenaje parecido a Scott-Heron. Nadie compuso una canción celebrando su legado, como él hizo con la sublime Lady Day and John Coltrane.

Gil Scott-Heron continuó usando el crack hasta el final, pero rechazaba su glorificación, la consigna de que traficar era la solución de los chicos listos. En 2010, riñó a los que le atribuían la paternidad del rap: "Están equivocados". Lo suyo era finalmente otro universo, moral y sonoro.

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