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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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El rock descafeinado

Diego A. Manrique

El último número de la revista Mojo contiene la transcripción de un encuentro a tres bandas: Jerry Leiber, Mike Stoller y Rick Rubin. Hombres de trastienda judíos que dejaron su marca en la música negra: Leiber y Stoller como compositores y productores de rhythm and blues, Rubin como arquitecto del hip-hop de amplio espectro.

Grandes historias: Leiber y Stoller peleando con Atlantic para que se les reconociera como directores de sus discos, antes de aceptar el término de productores; Rubin, recordando el inicio de Def Jam -sello que fundó con Russell Simmons- como un hobby, que obedecía al deseo de documentar la escena underground de rimadores y magos del giradiscos; vender dos mil copias de un maxi les parecía milagroso.

La evolución del rock se puede explicar como una serie de apropiaciones de la música negra

Los tres viven ahora en Los Ángeles, capital del showbiz, pero tienen raíces en Nueva York. Sobre la conversación planea un artículo publicado hace un año en The New Yorker, ese órgano oficioso de la Gran Manzana, que lamenta la creciente separación entre la música negra y el rock blanco.

Localizo el texto: Cómo el 'indie rock' perdió su 'soul', por Sasha Frere-Jones. El autor es precisamente un antiguo músico indie (estaba en el grupo Ui), que denuncia la falta de especificidad en letras y las carencias rítmicas de Arcade Fire, Wilco o los desaparecidos Pavement, por los que alguna vez estuvo interesado. Para Frere-Jones, suenan como si nunca hubieran escuchado un blues o un ritmo de funk.

Se trata de una anomalía histórica, alega. En general, se puede explicar la evolución del rock como una serie de apropiaciones de la música negra. Algo muy evidente en el pop de Reino Unido, si es que alguien se toma el trabajo de analizar los ingredientes de sus historias de éxito, desde The Beatles a Amy Winehouse. Naturalmente, estamos en una carretera de doble dirección, aunque no seamos muy conscientes del proceso: quizás recuerden el pasmo en el mundo cool cuando artistas urban (negros, en lenguaje eufemístico) se unieron en un disco de homenaje a... Phil Collins.

Según Frere-Jones, esta decoloración del rock no obedece a un racismo consciente. Todo lo contrario: la aceptación comercial de la música negra hace que disminuya el sentido de descubrimiento personal que motivaba a Elvis, Dylan, Jagger, Joe Strummer o Fatboy Slim. Menciona también la decisión judicial de regular los sampleos como un obstáculo a la mezcla de culturas: obligados a crear bases a partir de la nada, los productores de hip-hop se han atrincherado en sonidos regionales de escasa variedad.

Al otro extremo, muchos músicos negros que se quejan del escaso margen de libertad creativa que se les permite. Eso lo entendió nítidamente el primer Prince, que se apresuró a instalarse en el mercado del rock. Questlove, productor y baterista de The Roots, asegura que la industria no toleraría a un Tom Waits o un Elvis Costello negros.

Oigo preguntar: y esto, ¿es malo? A las pruebas me remito. Estamos en un país de prodigiosa incultura musical, donde las chicas que se presentan a los concursos televisivos creen que las exhibiciones de Mariah Carey son el epítome del soul. Y donde muchos creadores indies no tienen música negra en sus colecciones. Una maldad inevitable: así les salen los discos. Más blandos que el merengue.

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