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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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La secta del vinilo

Diego A. Manrique

Espléndida entrevista con Elton John en The Word. Una entrevista musical, bendita sea: solemos olvidar su melomanía. A diferencia de la mayoría de sus colegas, Elton estudia apasionadamente el devenir de la música pop, de modo sistemático: el domingo recibe la lista de novedades; el lunes hace su pedido y dedica el resto de la semana a escucharlas.

Elton creció en la era del LP: todavía recuerda la impresión de palpar discos made in USA, con sus gruesas carpetas acartonadas. Ya era famoso cuando, algunas mañanas, ayudaba en una disquería del Soho londinense, puro vicio. Pero hoy no hace concesiones a la nostalgia. Por comodidad y universalidad, sigue usando el compacto.

No es un caso único. Contradiciendo a esos profetas que llevan años proclamando la inminente desaparición del CD, la evidencia de millones de musiqueros incómodos con el mp3 y el iPod: desean algo físico entre las manos, un envoltorio con la información y las imágenes que complementan el soporte sonoro.

El vinilo fresco no mueve ni el 1% del negocio total de la música grabada en EE UU

Y luego está el clan del vinilo: teóricamente, solo compran elepés, maxis, sencillos. Recuerdan a aquellos miembros de la clandestinidad literaria de Fahrenheit 451, que pretendían reconstruir una sociedad crítica desde sus cimientos. En este caso, quieren borrar los 30 años del imperio del CD. Aman las portadas, disfrutan con el ritual de colocar el plástico en el plato, aprecian esos segundos de ruido de fricción hasta que surge la música. Desde luego, juran que tiene mejor sonido: "más cálido, más auténtico, más dinámico".

Algunos de estos conversos teorizan que la vuelta al vinilo supondría un renacimiento de la industria de la fonografía, redimensionada para los tiempos presentes, despojada de excesos. Un planteamiento atractivo, aunque me siento escéptico. Puede que el vinilo esté de moda pero, a mi alrededor, no veo otro cambio que la codicia de algunas tiendas de segunda mano, que han multiplicado el precio de discos que languidecían en sus estanterías.

En EE UU, a pesar de su alto PVP, el vinilo fresco no constituye ni el 1% del negocio total. Repasemos los 10 elepés más vendidos durante 2010, según Nielsen SoundScan. En cabeza, Abbey Road, de los Beatles: sus 35.000 copias doblan en ventas al segundo título, The suburbs. Otros tres artistas de la lista están kaput: Michael Jackson (con Thriller, 14.200), Jimi Hendrix (Valleys of Neptune, 11.400) y Pink Floyd (Dark side of the moon, 10.600).

La contemporaneidad está representada por Arcade Fire (18.800), The Black Keys (18.400), Vampire Weekend (15.000), The National (13.600), Beach House (13.000) y The XX (10.200). Más que lo irrisorio de esas cantidades, llama la atención que los seis estén situados en el indie. Por decirlo de otra manera: el movimiento de recuperación del vinilo no parece, de momento, un fenómeno aplicable a otras músicas. Los vinilos ¿son una necesidad vital o un accesorio fashion?

Carecemos de cifras para España: la asociación gremial, Promusicae, considera alto secreto los datos exactos que revelan la profundidad del pozo en que ha caído la industria. Pero cabe imaginar que los vinilófilos son igualmente una minoría militante, amantes de lo vintage, necesitados de distanciarse de la masa.

Seguramente, no coincidirán con el diagnóstico final de Elton John. Él cree que ya acabó la edad de oro de la música grabada, que sitúa entre "finales de los cincuenta y 1975. Nunca volveremos a ver esa conjunción de talentos con ideas y tecnología analógica. En cuanto entraron los ordenadores y la grabación digital, se jodió todo. Sé que son útiles para algunas cosas, pero acaban con el alma, con la humanidad de unos músicos tocando juntos en el estudio". Dijo la sartén al cazo.

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