Los tesoros perdidos de Afganistán
El Museo Afgano en el Exilio cierra sus puertas en Suiza y regresa, de nuevo, a Kabul

Aunque cueste creerlo, en Afganistán también hay momentos para la celebración e incluso para la reconciliación de un país marcado por las batallas y los conflictos que ha vivido a lo largo de la Historia. Su patrimonio histórico y artístico, tantas veces expoliado por los ejércitos que históricamente se han disputado este territorio de Asia Central, ha estado disperso durante mucho tiempo. Parte de ese tesoro ha regresado esta semana al Museo Nacional de Kabul, ubicado en el palacio de Darul Aman, después de un exilio forzado a Suiza provocado por la guerra civil que vivió a principios de los años 90 y que culminó en 1996 con la llegada al poder de los talibanes.
Se trata de más de 1.400 piezas que pesan entre ocho y diez toneladas y que pertenecen al que muchos han denominado como el único museo del mundo en el exilio que todavía existe. A pesar de su rechazo a los ídolos e imágenes, en 1998 los talibanes y su enemiga Alianza del Norte pidieron a la Fundación Biblioteca Afgana, radicada en Suiza, que conservara a buen recaudo los objetos que ahora han comenzado a regresar a Kabul. Los jefes talibanes, incluido su entonces ministro de Asuntos Exteriores, Abdul Wakil Muttawakil, temían que sus propios correligionarios destruyeran y, en el mejor de los casos, saquearan estas piezas de gran valor histórico y artístico como sucedió hace apenas seis años con los Buda de Bamiyan, gigantescas esculturas talladas en las rocas de los valles de la región central de Afganistán.
El ministro afgano de Cultura, Abdul Karim Khurram, tras una ceremonia de bienvenida que comenzaba con la lectura de varios fragmentos del Corán, señalaba que "el retorno de estas piezas demuestra que Afganistán no puede continuar tolerando el robo y el saqueo de su patrimonio" e incluso iba más allá al vincularlo con la dudosa seguridad en la que vive el país. El objeto más valioso de la colección tiene 3.500 años de antigüedad. Es una piedra angular que los expertos aseguran tuvo entre sus manos el mismísimo Alejandro Magno y que perteneció a la antigua ciudad griega de Ai-Khanum, en el norte de Afganistán. Todas las piezas, entre las que se encuentran varias estatuas de Buda y alfombras tejidas a mano, han llegado a Kabul en un gran contenedor que ha sido abierto durante el transcurso de una ceremonia de bienvenida que se ha celebrado en el exterior del Museo Nacional y que comenzaba con la lectura de varios fragmentos del Corán.
Recuperar la paz
"El pasado de Afganistán, su memoria, estaban perdidos, pero ahora han regresado", señalaba Paul Bucherer-Dietschi, conservador del Museo Afgano en el Exilio, ubicado en la ciudad suiza de Bubendorf, que se ha completado con las donaciones privadas (algunas incluso de refugiados afganos) que ha recibido desde que formalmente abriera sus puertas en el año 2000. Tras las declaraciones solemnes, comenzaba el desembalaje de las piezas. La primera, una gárgola utilizada como tromba para el baño en la ciudad de Ai-Khanum.
Afganistán se ha tomado en serio la recuperación de su patrimonio y ya se ha creado el germen de una policía especializada en delitos relacionados con la arqueología. “Es nuestra historia. Nos llevará mucho tiempo, pero merecerá la pena”. Parte de ese patrimonio ya se ha recuperado en la que muchos han descrito como la mayor repatriación de la herencia cultural de un país desde la Segunda Guerra Mundial. A pesar de las buenas intenciones, el saqueo y el robo continúan en un país en el que, a excepción de las grandes ciudades, todavía reina el desgobierno por la ausencia de leyes, la altísima tasa de paro y la corrupción de la policía. Para Bucherer-Dietschi, “la única manera de que Afganistán encuentre la paz, de preparar el terreno para una solución permanente, es la vía cultural, la vía de la cultura tradicional afgana".
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