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Los vendedores de alfombras

Jorge Volpi presenta su último libro, 'El insomnio de Bolívar', y habla de cómo ha cambiado la perspectiva de los escritores latinoamericanos en la feria del libro de Guadalajara

Hace diez años un jovencísimo Jorge Volpi, escritor mexicano que tiene ahora 41 años, fue con un grupo de narradores latinoamericanos a la Casa de América, en Madrid, a un congreso en el que había 40 colegas suyos, también latinoamericanos, convocados por la editorial Lengua de Trapo. Se sintió como un vendedor de alfombras, y así se sintieron todos los que le acompañaron en esa excursión.

Lo cuenta en su libro El insomnio de Bolívar, que ha presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y que obtuvo el premio Debate Casa de América. Han cambiado las cosas; ya los latinoamericanos (muchos de los que fueron con él: Juan Gabriel Vasquez, Rodrigo Fresán, Fernando Iwasaki, Edmundo Paz Soldán, Santiago Gamboa...) publican en las editoriales de las dos orillas, son conocidos en un lado y en otro del charco, publican en diarios y revistas de España y de América Latina, y ya la gente los conoce o los trata por sus nombres propios, sin añadir el latiguillo: "el escritor latinoamericano..."

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Las cosas han cambiado, dice Volpi. Aquella reticencia que observó en los medios españoles (suplementos literarios, secciones de cultura, editoriales) se ha trocado en un verdadero interés, "del que todos nos beneficiamos". En aquel entonces la literatura hispanoamericana vivía, acaso, las consecuencias del poderío que había tenido el boom de los años sesenta y setenta, y los españoles (periodistas, editores, incluso lectores) querían saber si los nuevos que venían ofrecían una mercancía parecida a aquello que llevaron a España Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa o Guillermo Cabrera.

Eso ya no es así, cree el autor de El insomnio de Bolívar. Tiene que ver, dice, la decisión de intercambio que emprendieron los editores españoles en torno a aquella época en que ellos se sintieron como vendedores de alfombras, y tiene que ver, singularmente, la potencia hispanoamericana. Aquí convive, cuenta Volpi, una enorme energía cultural, que acaso se desconoce en España, con la preocupación por la decepción política, pero ésta no resta a la otra. Carlos Fuentes, que presentó el libro, dijo que Volpi ha evitado cruzar la frontera de las críticas ideológicas para definir el momento político hispanoamericano; pero eso no es equidistancia, es simplemente ganas de analizar, desde la preocupación por el insomnio que producen los populismos y la degradación, en general, de la democracia por culpa de la corrupción que anima a un número significativo de políticos.

Pero de eso no hablábamos con Volpi. Él cree que la Feria de Guadalajara, que es como un concentrado potente de contactos y de intercambios, ha conseguido lanzar el mensaje de una especial vitalidad; y eso ha calado entre aquellos que, hace diez años, miraban hacia América como si aquí tuvieran que surgir los cien mil hijos de san Gabriel García Márquez para que al fin existiera una literatura que durante años pareció tan solo a los del boom y luego a Roberto Bolaño.

El panorama ha cambiado radicalmente; y ahora cuando Volpi sale al mercado ya no le preguntan si las alfombras son nuevas o viejas, o están en mal o buen estado. Son alfombras, como las que acá traen los españoles.

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