La verdad por delante
En la inseguridad volátil de la vida, la muerte se alza como única verdad. En el toreo vida y muerte juegan a acompasar sus contrapuntos en el baile salvaje de la naturaleza. El animal y el hombre enfrentados ante la incógnita de la supervivencia desatan instintos aprendidos en la oscuridad de los tiempos. El hombre, sin embargo, es siempre el animal vencedor porque su estirpe ya lo ha sido. En realidad tan sólo se enfrenta consigo mismo para que los demás se estremezcan y le aplaudan. Por eso juega a ser salvaje. Con su actitud invoca ese pasado de violencia del que proviene. Pero también exhibe su presente hecho faena y olor a albero. El toreo es la fiesta de la supervivencia del ser humano, el espectáculo de su triunfo pasajero. El toreo homenajea el valor viril y enciende un ritual ancestral tan sólo comprendido en lo más profundo de su significado. El traje de luces es la máscara. Las miradas aguardan la celebración del rito. Lo humano se mezcla con lo animal. Los ojos miran, pero tan sólo la emoción explica lo que sucede. El calor ayuda a entender. Si hay vida habrá muerte y si hay muerte la vida revelará esa única verdad alzada por delante. La tarde aguarda. Hay una sensación de inquietud inexplicable. Ese animal que es el hombre se prepara para celebrar sus esponsales con la barbarie. Se antoja un baile, pero es sacrificio hecho de espadas y capotes, de cuernos afilados e hilos de baba que ondean como banderas sobre el silencio de la plaza. Suena el clarín y sale el toro y otra vez la verdad por delante.
Fernando Royuela es escritor