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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las verdaderas aventuras de Fígaro

Javier Vallejo

Pierre Agustin Caron de Beaumarchais hizo lo que quiso. Fue maestro arpista, inventor relojero, diplomático, editor, agente secreto, comerciante de armas y creador de Fígaro, barbero inmortal, como cuenta él mismo en esta comedia inédita cuyas primeras escenas se gastan en poner al público en antecedentes sobre el personaje y su época. Hay poca acción en ese comienzo que Josep Maria Flotats intenta aligerar orquestando entradas y salidas rápidas, a la manera de la commedia dell'arte, y hay también un vodevilesco episodio interpretado con desenvoltura por María Adánez, en el que Sacha Guitry se reivindica sin complejos como autor de comedias de bulevar.

Durante buen rato, Flotats es más Guitry que Beaumarchais, a quien cabe imaginar como una síntesis entre Fígaro y el conde Almaviva: el personaje del autor, que abre su montaje en un juego de teatro dentro del teatro, se le queda un tanto adherido, pero tampoco el texto, tan profuso en datos, da hasta ese momento para perfilar la personalidad vibrante del protagonista. Todo cambia en un instante durante el ingenioso e insolente diálogo de Beaumarchais con Luis XV (Ramón Barea): ahí se acaba la árida relación biográfica, comienza la acción histórica en tiempo presente y el espectáculo remonta el vuelo.

BEAUMARCHAIS

Autor: Sacha Guitry. Versión: Mauro Armiño. Escenografía: Ezio Frigerio.

Intérpretes: J. M. Flotats, Pedro Casablanc, María Adánez.

Dirección: J. M. Flotats. Teatro Español, Madrid. Hasta el 23 de enero.

Todo cambia en un instante durante el ingenioso diálogo con Luis XV

En la escena de travestismo coprotagonizada por el misterioso caballero d'Éon y su desconcertante criada (Richard Collins-Moore, graciosísimo), el Beaumarchais de Flotats exhibe ya el vigor del literato revolucionario y la curiosidad del amante dispuesto. Raúl Arévalo imprime delicada ambigüedad a su andrógino antagonista y, entrambos, trenzan un sutil juego de seductor y seducido. Pero es durante la lectura de la declaración de independencia de los EE UU cuando el perfil apasionado del hombre que escribió el monólogo prerevolucionario de Las bodas de Fígaro adquiere todo su relieve.

Esta comedia biográfica destila admiración: Guitry, él mismo amante plural, se sentía identificado con su proteico protagonista. Las sentencias que dice por su boca pueden ser de cualquiera de los dos. También Flotats entra en ese juego de espejos y retorna a su amada odiada Comédie-Française a través de la escena del estreno de El barbero de Sevilla. Ezio Frigerio, cuyas poéticas escenografías para el Piccolo hicieron época, se apunta esta vez a la moda verista de las proyecciones, que ofrecen cierta ilusión de realidad. Las escenografías virtuales complican la labor del iluminador: la escena postrera, con Molière bajo un cenital sobre un fondo mondo, luce plásticamente por encima de las demás.

El tronco del espectáculo atrapa: es mucho más teatral que El encuentro de Descartes con Pascal joven y resulta bastante ajustado en términos históricos, aunque idealice el papel no pequeño que Beaumarchais jugó en la independencia de los EE UU. En la trouppe de 32 actores, destacan también las actuaciones de Carmen Conesa, Ana Goya y Lander Iglesias.

Josep Maria Flotats, de pie, y Pedro Casablanc, en un momento de<i> Beaumarchais</i>.
Josep Maria Flotats, de pie, y Pedro Casablanc, en un momento de Beaumarchais.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.
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