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Un violín insólito para 'Los libros arden mal'

Manuel Rivas pone música e imágenes a su "viaje a las tripas del fascismo"

Juan Cruz

Manuel Rivas, el poeta gallego, nunca está solo, y menos en los escenarios. A veces lleva un pan, o un erizo; otras veces se acompaña de sus propios instrumentos musicales. Ayer, en la presentación de su última novela, Los libros arden mal (Alfaguara), se valió tan sólo de su voz, pero encontró el contrapunto de un instrumento insólito, un violín compuesto por un serrucho de carpintería que abrió y cerró en el Círculo de Bellas Artes de Madrid su "viaje a las tripas del fascismo", como califica él mismo el fresco novelesco en el que reconstruye la vida antes de la Guerra Civil, mientras duró ésta, y la larga noche del fascismo español.

No hubo sólo ese violín insólito, que tocó Pulpiño Viascón. También hubo tangos, algunos sugeridos en la novela y otros de la cosecha y la memoria universal del tango. Los intérpretes fueron Marcos Meléndez (la voz) y Gastón Rodríguez (la guitarra). Pulpiño abrió la sesión con una sobrecogedora, extraña versión de esa Negra sombra (el poema de Rosalía de Castro), que ya ha hecho legendaria Luz Casal. Y acabó Pulpiño este viaje de la novela y la música con O sole mio.

Esas interpretaciones, y el conjunto de tangos que festonearon las lecturas sucesivas de Manuel Rivas, le dieron a esta presentación un acorde de melancolía y rabia (la melancolía de la música, la rabia de la literatura) que acaso cumplen la ecuación que signa la escritura de Rivas y que la presentadora, Rosa Junquera, de Alfaguara, puso de manifiesto en unas palabras que añadieron pasión a la propia de esta concurrida jornada narrativo-musical.

No sólo hubo música y palabras, también hubo imágenes, la principal de las cuales (la de la quema de libros ocurrida en A Coruña en los albores de la Guerra Civil) tiñe por completo el simbolismo de la novela y quedó en la retina como una metáfora de aquel desastre que, como señaló Junquera, "trastocó la vida de todos, los que lo vivieron y las generaciones futuras, y sirve hoy de metáfora para lo que ocurrió en la Europa de entonces y de inmediatamente después". Una historia que queda en la memoria, y en la escritura, como una consecuencia del miedo, que es, para Rivas, recordó la presentadora, "una playa vacía en un día de sol".

Rivas leyó ensimismado, como suele, vestido de negro. Como en sus libros, en su lectura hubo poesía y humor; en medio del dramatismo de la novela, ésa es también una combinación de su escritura. Le celebró la gente esa línea en la que un hombre y una mujer se preguntan cómo resolver el problema de la longitud del pene: "Y dijo Luba: que la mujer sea el cielo, y el hombre la tierra. -¿Y así crece el pene? -Así crece todo, mi vida". O cuando un protagonista interroga y el otro responde: "-Eres un surrealista. -¿Cuántos años caen por eso?".

Una novela con música. Antes de la presentación, los músicos nos dijeron: "El tango le va mucho". "Y el jazz". "Manolo es el pionero en mezclar la música y la literatura en las presentaciones". "¡Y los erizos!", dijo el propio Rivas.

Hubo, aparte del humor, la poesía y las imágenes, reflexiones del novelista sobre las metáforas que quedan vivas de aquella guerra: "Por un nada puedes estar vivo o muerto". "Todo el mundo sirve para la guerra. Quien no sirve para matar sirve para morir". "Yo respeto a la gente que no tiene más que el día y la noche. También yo he sabido en la vida lo que es no tener ni para mandar cantar a un ciego". Detrás, mientras el narrador leía o los músicos subrayaban sus palabras, una enorme primera página de un periódico de la guerra explicaba en su titular: "El fascismo conspira constantemente contra la libertad del pueblo. Los revolucionarios debemos estar alerta".

En el patio de butacas estaba el pintor Antón Patiño, hijo de Antón Patiño Regueira, el librero, ya fallecido, que le advirtió a Rivas de muchas de las procedencias de las historias verdaderas que nutren la novela. Y acudieron a escuchar también la música y las palabras de Los libros arden mal escritores como Arturo Pérez-Reverte y cineastas como José Luis Cuerda, que fue quien, con guión de Rafael Azcona, llevó al cine La lengua de las mariposas, también una indagación literaria de Rivas en las tripas del fascismo.

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