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Tenis | Open de Estados Unidos

Agassi se despide entre lágrimas

A sus 36 años, el estadounidense pierde ante el desconocido Benjamin Becker y deja atrás una apasionante carrera de éxitos

Un tenista alemán desconocido, procedente de la fase previa y número 112 del mundo, de nombre Benjamin Becker, retiró ayer de las pistas a un legendario como el estadounidense André Agassi (Las Vegas, 1970) por más que ahora figurara en el puesto 29º del ranking de la ATP. En partido de la tercera ronda del Open de Estados Unidos, Becker se impuso por 7-5, 6-7 (4-7), 6-4 y 7-5 y Agassi rompió a llorar mientras los aficionados que llenaban la pista central Astur Ashe de Flushing Meadows, en Nueva York, aplaudían sin cesar durante tres largos minutos a una de sus figuras más queridas.

A sus 36 años, Agassi había anunciado que pondría fin a su carrera en cuanto le eliminaran de un torneo que ha ganado en dos ocasiones. Y ayer no pudo con la consistencia de Becker, insensible ante un jugador que en sus 21 años de carrera ha ganado 60 torneos y ha sido el único en ser campeón olímpico (1996) y haber reunido los cuatro títulos del Grand Slam para un total de ocho: Australia (1995, 2000, 2001, 2003), Wimbledon (1992), Estados Unidos (1994 y 1999) y Roland Garros (1999).

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Disminuido físicamente por una lesión en la espalda que sufre desde 2005, Agassi no pudo contrarrestar el juego de Becker, que acabó el partido con un ace. "Me habéis dado cariño y lealtad y siempre apostásteis por mis éxitos", sollozó el norteamericano después de lanzar besos y aplaudir a los aficionados, entre los que se encontraban su esposa, la ex jugadora alemana Steffi Graf y su hijo, Jaden Gil, de cuatro años; "no podría haber cumplido este sueño sin vosotros y siempre os llevaré en el corazón". Becker respondió: "He ganado a un gran campeón y a una persona muy especial. Soy feliz por el triunfo, pero también siento que haya tenido que ser el último partido de André".

Ahí concluia una de las carreras deportivas más apasionantes de los últimos años. Decía adiós uno de los personajes que han marcado la historia no sólo del tenis, sino del deporte mundial de forma ineludible. Agassi no sólo fue un jugador extraordinario, sino que vivió de forma apasionada todo lo concerniente a su carrera profesional.

Rompió moldes en su primera etapa, cuando debutó en el circuito en 1985 como un chico rebelde con melena rubia larga, con polos de colores estridentes y pantalones abombados y largos. Hizo añicos todos los esquemas que marcaban las pautas en aquellos años y contribuyó a la jubilación de sus compatriotas Jimmy Connors y John McEnroe porque entró con fuerza a formar parte de la brillante última generación del tenis estadounidense uniendo su nombre al de Pete Sampras, que ganó 14 títulos del Grand Slam, y Jim Courier, doble campeón del Open de Australia y de Roland Garros.

Con el paso de los años, sin embargo, el propio Agassi fue renunciando a todo aquello y mirando hacia atrás incluso con cierto bochorno. Su imagen cambió radicalmente en 1992, cuando se tomó muy en serio su participación en Wimbledon y acabó ganando el torneo vestido de blanco y con la cabeza rapada.

Hasta entonces había disputado tres finales del Grand Slam y en todas había sucumbido. Así que abrió su palmarés con el título que más deseaba, el más prestigioso del mundo. Y a partir de ahí se liberó de todos sus fantasmas y comenzó a demostrar de lo que era capaz.

Su etapa más gris se produjo en 1997, cuando decidió casarse con la actriz Brooke Shields, que pretendió integrarle en los ambientes de Hollywood. Entonces, Agassi descuidó su físico, abandonó parcialmente el tenis, aparecieron las lesiones y cayó hasta el 141º puesto mundial. Todos le daban por enterrado. Pero su pasión por su deporte era demasiado fuerte. No se rindió. Y el ejemplo de la hija de su preparador físico, Gil Reyes, que sufrió un accidente y tuvo que luchar a fondo para no verse postrada en una silla de ruedas fue el estímulo que necesitaba.

"Si ella lo hizo", comentó entonces Agassi, "no sería justo que yo no lo intentara". Se puso el mono de trabajo, jugó incluso dos torneos challengers y recuperó su ilusión y su clasificación mundial. Entonces le llegó el título que le faltaba, el de Roland Garros. Y le siguieron otros cuatro grand slams, a pesar de tener que luchar contra Sampras, el más grande de la historia.

André Agassi llora en la pista central de Nueva York en el momento de su despedida.
André Agassi llora en la pista central de Nueva York en el momento de su despedida.ASSOCIATED PRESS

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